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Un mal momento

El enfrentamiento brutal del presidente Petro con el Consejo Nacional Electoral y con algunos de sus miembros no generó el mejor ambiente para que el Acuerdo Nacional propuesto por el ministro Juan Fernando Cristo pudiera navegar

Consejo Nacional Electoral / Foto: Hansel Vásquez - Alternativa

El tema de un Acuerdo Nacional parece estar condenado a tener una vida muy corta cada vez que se propone. El ministro del Interior, Juan Fernando Cristo que como sabemos es ambicioso, lo cual es apenas legítimo en un político, inquieto, no hay manera de qué no esté listo para presentar ideas, complementar otras. No se queda pasivo ni cuando está en funciones gubernamentales ni cuando carece de estas responsabilidades. Siempre activo.

No se sabe si su nombramiento se hizo en un buen momento o en un mal momento. Seguramente si hubiera acompañado al presidente Petro desde el comienzo del gobierno habría sido capaz de sacar adelante el Acuerdo inicial que apenas duró unos cuantos meses, que no fructificó del todo, que sirvió de contexto para el nombramiento de tres ministros, José Antonio Ocampo, Alejandro Gaviria y Cecilia López y para sacar adelante iniciativas tan importantes como el presupuesto nacional o la reforma tributaria.

Pero en algún momento del mes de abril del 2023, el presidente en algún municipio de Colombia que ya no recuerdo, resolvió, fueron sus palabras, “enterrar” el acuerdo político. Increíble. No sé de otro Gobierno en la historia de Colombia o de América Latina o de Europa que, de buenas a primeras, haya resuelto renunciar a una mayoría de votos en el Congreso que podía reflejarse en una mayoría de opinión pública, más del 80 %. En realidad, todos los gobiernos después de la Constitución de 1991 han acudido a este mecanismo, unos con más formalidad que otros, pero es así como han asegurado mayorías parlamentarias que han facilitado la gobernabilidad democrática.

Las reformas

Este entierro ha resultado muy costoso para los proyectos legislativos del Gobierno y para otras iniciativas. Un gobierno que se proclamaba progresista tenía la mayoría que el electorado no le había dado en el Congreso y que sin particulares discusiones los partidos políticos más fuertes le otorgaron. Petro resolvió no contar con un partido presidencial mayoritario. Pero una y otra vez plantea, y en diferentes formas y en ocasiones frente a diversos sectores, un Acuerdo Nacional sin que el tema avance, sea objeto de una discusión seria o siquiera genere un buen debate.

Ahora el ministro Cristo anunció antes de eso que llaman el festival de las ideas, Villa de Leyva, en la primera semana de octubre, lo que denominó un Acuerdo Mínimo contra la violencia y por la democracia. Hablar de un mínimo como que parecía reconocer las dificultades que los planteamientos anteriores habían encontrado. El ministro como que decía que si no se logra el máximo busquemos el mínimo.

Coincidencialmente, el exministro del Interior, Fernando Carrillo Flórez, que es mucho más inquieto que el ministro Cristo, acaba de publicar un libro que se titula Sin Miedo, en el cual hace una descripción muy detallada de lo que fue el acuerdo máximo que se ha hecho en Colombia y que, así no se diga, tuvo lugar cuando estaba en vigencia el esquema Gobierno-partidos de oposición, planteado por el presidente Virgilio Barco y que para muchos había sido una ruptura del consenso más importante que había significado la creación del Frente Nacional y su continuación de facto hasta 1986. Carrillo afirma que ese tipo de acuerdo o consenso se debe construir siempre desde abajo y así trata de mostrarlo en su reciente libro.

Nunca entendí por qué el acuerdo inicial nunca contó con reglas de juego claras que sirvieran para asegurar alguna disciplina y un eventual manejo de los desacuerdos. Nada parecido a lo que fue la Mesa de Unidad Nacional que creó el presidente Santos. Y en diferentes circunstancias he recordado como un acuerdo no se puede hacer de la noche a la mañana y doy los ejemplos tanto de los que se han realizado en Colombia, un éxito, como los que se han construido en España o Alemania o Francia cuando ello ha sido necesario para asegurar la gobernabilidad de un partido político.

Juan Fernando Cristo, ministro del Interior / Foto: Presidencia de la República

Lo que se busca

Este acuerdo de mínimos realmente resultaba muy poco atractivo para un momento tan difícil como el que está viviendo la sociedad colombiana. Conversaciones al respecto me sugerían que para muchos se trataba de una invitación a cumplir con la Constitución Nacional o a respetar una tradición de buenas maneras y buen trato que ha sido propia de Colombia particularmente después y antes de los años que nos martirizaron con el sectarismo y la violencia.

“Seguridad y erradicación de la violencia del ejercicio de la política”. Pues nada más propio y característico de una democracia. Colombia ha venido dando ejemplo, aún con las guerrillas activas y el paramilitarismo presente, con elecciones pacíficas y de respeto, quien creyera, de estas organizaciones ilegales al derecho sagrado del voto.

Es posible que haya un sentimiento de gran preocupación por las elecciones del 2026, pero se espera que sea el propio gobierno, por supuesto, con la colaboración de toda la sociedad, el que facilite un clima de armonía para el proceso electoral.

Lo propio se podría decir del segundo punto: “Respeto a las reglas electorales y al calendario electoral”. Se supone que esta es una principalísima tarea del Gobierno nacional de los gobiernos departamentales y municipales. Ineludible. Y que debe estar propiciando desde ya y en la cual el propio ministro del Interior tiene un papel importante. Las suspicacias existentes deberían ser disipadas y en forma contundente por el propio gobierno. No sé cómo la sociedad como la ciudadanía, los votantes pueden irrespetar el calendario electoral o las reglas que rigen ese proceso democrático. Claro, ha habido circunstancias en las cuales se han presentado fraudes, compras de votos, costreñimiento a los votantes, y otras prácticas indeseables que manchan nuestra democracia, pero es también parte no sólo de la tarea del propio gobierno sino de los partidos políticos. Y las denuncias de situaciones escandalosas en este sentido como que no han producido los resultados que lleven a la gente la convicción de que el proceso electoral, en toda su integridad, está seguro. Pocos ven que sea necesario un acuerdo mínimo para eso porque la idea es que así debe ser, en favor de esa integridad electoral.

El tercero, “Transformación territorial de los municipios más afectados por el conflicto”. Me parece de la mayor relevancia y me atrevería decir que solamente bastaría para que al respecto se haga un gran Acuerdo Nacional pero que no solamente se refiera a los 170 municipios de las regiones donde hoy se ejecutan planes de Desarrollo con Enfoque Territorial.

Una granada estalló el pasado 16 de octubre en las inmediaciones de la estación de Policía de Jamundí (Valle del Cauca) —a pocos días de que empezará la COP16—, ataque que solo dejó daños materiales. / Foto: EFE

Aunque forma parte del Acuerdo de Paz, que es un Acuerdo Nacional, que tomó bastantes intentos y finalmente fructificó, debe extenderse por razones obvias a los demás municipios y corregimientos que han sufrido una exclusión de los programas de desarrollo. Es que haber sido víctima de la violencia no puede ser el prerrequisito para ser incluido en los programas de desarrollo. Una gran equivocación.

Cuarto punto. “Crecimiento económico con equidad”. Es otra manera de formular correctamente el tema anterior. Es el Plan de Desarrollo, una visión que debe estar siempre presente. Y ¿qué ha pasado con el Plan? y con el director del DNP que tanto se esforzó por construir.

“Compromiso con la deliberación argumentada en el Congreso…” es el quinto punto. Pues esa es la tradición colombiana que ha tenido momentos estelares y otros no tanto. Gustavo Petro fue un ejemplo admirado de ese tipo de congresista deliberante. Repito. El momento para la propuesta ministerial no fue bueno. El enfrentamiento brutal del presidente con el Consejo Nacional Electoral y con algunos de sus miembros no generó el mejor ambiente para que el Acuerdo propuesto por el ministro Cristo pudiera navegar. El Consejo es una creación de la Constitución y es una hechura del Congreso que está allí representado en todas sus fuerzas políticas. El Consejo ha sido claro en que no está atentando contra el fuero presidencial, que no busca destituir al presidente ni ejercer las funciones que corresponden al Congreso de la República del cual él es una expresión. La noción del golpe de Estado blando, ahora internacionalizada, no dejó espacio alguno para un debate sobre la propuesta ministerial. Un mal momento.