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¿Sin estrategia de cambio?

La pregunta es cómo lograr consensos para una agenda de cambio tan ambiciosa con una coalición de partidos que no es gobernante Por: FERNANDO CEPEDA ULLOA Especial para Revista Alternativa

Desde el balcón de la Casa de Nariño, el presidente Gustavo Petro defiende sus reformas.

Una estrategia política para promover un repertorio de reformas sustanciales supone, en primer lugar, contar con una mayoría parlamentaria suficiente que le asegure buena parte de lo que se ha denominado una gobernabilidad democrática. Conseguida esa mayoría, se entiende que las fuerzas políticas que han decidido apoyar la tarea de gobierno lo harán no solamente en el Congreso sino también ante la opinión pública, como que cada una de ellas representa un sector importante.

Difícil conseguir este apoyo, diríamos integral, solamente con la distribución de puestos y prebendas. Se requiere que haya un mecanismo de concertación. Nada fácil. Es que se trata de fuerzas y condiciones bien diferentes. Indispensable un ejercicio de construcción de consensos que debe comprometer el trabajo diario de ministros, altos funcionarios, dirigentes partidistas y líderes en el Congreso. No se hace de la noche a la mañana.

Sin duda, se trata de una tarea de enorme complejidad.

Y cuando se mira el número de reformas que se plantean, ya es posible hablar de un tema que se puede escapar de las manos aún del más hábil político.

Es que una cosa sería realizar una reforma fundamental, de enormes repercusiones, como lo fue la Asamblea Constituyente de 1991, y ello requirió los esfuerzos sistemáticos muy bien armonizados de dos gobiernos que, por fortuna, supieron darle todo el valor a la continuidad del tema y de las personas. No sobraría recordar ese proceso que tomó años, que evolucionó, que contó con la participación de los ciudadanos por medio del voto y con la concurrencia del poder judicial y de los partidos políticos, no obstante desacuerdos muy fuertes.

Multitudinarias marchas en contra del Gobierno Petro y de sus reformas.

Pero la perseverancia de dos presidentes, Virgilio Barco y César Gaviria, la dedicación de un equipo de trabajo se vieron recompensadas con el éxito que quedó plasmado en la Constitución de 1991, el cambio político e institucional más trascendental desde 1886 y podría decirse que de nuestra historia constitucional.

Lo interesante es verificar cómo los dos gobiernos que se vieron comprometidos con esta “estrategia de cambio”, también, adelantaron otras reformas en campos vitales, en los cuales se tocaban múltiples intereses, que, finalmente, salieron adelante y hoy forman parte de la estructura fundamental del Estado, como fue la introducción de un nuevo modelo económico, la famosa “Apertura”, que se hizo gradualmente y luego se aceleró. En buena parte responsable por la prosperidad económica y social que se logró durante las décadas siguientes.

¿Acaso una narrativa que se ha dejado olvidar? Los gobiernos que continuaron después de Barco y Gaviria perfeccionaron e impulsaron este modelo que muestra hoy una Colombia muy diferente de la que existía en 1986 y que, la pandemia con todos sus horrores, no logró debilitar significativamente como lo demostró el excepcional crecimiento que tuvimos durante 2022.

En manos del Congreso está la aprobación de la polémica reforma a la Salud.

La estrategia para introducir ese nuevo modelo tampoco fue fácil, no se niegan disidencias internas dentro del propio Gobierno. No es el caso continuar aludiendo a los cambios que se produjeron en el período 1986-1994. Y lo que fue la continuidad constructiva en los gobiernos posteriores. El éxito del proceso de paz del presidente Barco con el M-19 y otros grupos menores consolidado por el presidente Gaviria siguió inspirando otros procesos que tan solo fructificaron gracias al Plan Colombia durante los gobiernos de Pastrana, Uribe y Santos en razón del debilitamiento de los grupos paramilitares y de las Farc. Así se llegó al Acuerdo Final con las Farc. Infortunadamente se generó un rompimiento del consenso político en torno del Acuerdo y ello ha contribuido a un cambio no planeado en nuestro sistema político que fue muy bien aprovechado por Gustavo Petro.

De lo que hemos hablado hasta ahora es de la manera como tanto un gobierno que rompió lo que se había convertido en una coalición permanente (Virgilio Barco 1986-1990) como una serie de gobiernos que construyeron una coalición multipartidista para asegurar la gobernabilidad democrática, con reglas y procedimientos muy diferentes, lograron en un período de 36 años. Infortunadamente no contamos con un relato detallado sobre cómo operaron esos gobiernos.

Entre 1958 y nuestro tiempo, diversos gobiernos lograron la paz entre liberales y conservadores, la paz con el M-19 y otros grupos, el desmantelamiento de los grupos paramilitares, la paz con el mayor grupo guerrillero, las Farc. Un esfuerzo de más de medio siglo. Nada fácil. Hoy se plantea una “paz total” por un presidente que proviene de un grupo guerrillero y, ¡oh sorpresa!, un reconocido analista del conflicto armado en Colombia, Eduardo Pizarro, familiarmente vinculado al M-19 y, no sobra decirlo, a las fuerzas armadas institucionales, afirma en entrevista concedida a Patricia Lara, que

“la paz total está pésimamente diseñada; si no se rectifica, puede agravarse el conflicto; las fuerzas armadas están desconcertadas porque no hay una política de seguridad clara; es impresionante el número de oficiales que están solicitando el retiro; (…) creo que el modelo de ‘paz total’ del gobierno Petro es la improvisación»

Creo que está pésimamente diseñado. El temor que tengo es que no nos conduzca a la paz, si no hay rectificaciones profundas del modelo. Y que podamos ver agravado el conflicto interno, es decir, que haya una gran frustración. Y ¡qué paradoja enorme, casi inconcebible, sería que este fuera el destino de un proceso de paz concebido y dirigido por un exguerrillero!”.

La ministra de Salud, Carolina Corcho y la vicepresidenta, Francia Márquez, hacen entrega del proyecto de reforma a la Salud.

Personalmente echo de menos la inexistencia de un mecanismo y de unas reglas de juego que le permitan al Gobierno manejar una coalición mayoritaria que ha tenido la responsabilidad de ser partido de gobierno y como tal lograr el éxito de una agenda de cambio tan ambiciosa. Es evidente que los partidos que forman parte de la coalición no cuentan con la información oportuna que les permita contribuir eficazmente ante la opinión pública y ante los sectores más interesados para ayudarlos a que contribuyan en la construcción de las nuevas políticas y en su implementación.

El presidente logró constituir la coalición pero percibo que ella no se considera una coalición gobernante y que, entonces, los malentendidos, las frustraciones, el sentimiento de marginalidad, afectan sensiblemente el proceso de decisiones tanto en el nivel del Ejecutivo como del Legislativo y, es inescapable, en el nivel de la opinión pública.