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Prostitución: entre carnavales, playas y murallas

La explotación sexual de niños, niñas y adolescentes es una delicada situación que se viene presentando en las principales ciudades del país y que tiene conexión con redes internacionales.

Ilustración: Shutterstock

El análisis moderno sobre el fenómeno del “oficio” más antiguo del mundo gira en torno a la dicotomía de aceptarlo y cobijarlo de alguna forma en la legalidad, o perseguirlo por completo debido a los horrendos delitos que siempre lo rodean. Mientras este debate sigue avanzando, de forma pausada pero constante, países como Colombia, gracias a sus paradisíacos destinos, luchan con las escasas herramientas que poseen para tratar de mantener un equilibrio entre ambas visiones.

Lamentablemente, debido al paradigma del Estado colombiano, que es elefantiásico en tamaño pero inútil en acción, se hace evidente un rostro terrorífico infestado de lujuria y podredumbre como contraste a las bellezas naturales que, para este artículo, se encuentran en las tres principales capitales del Caribe: Barranquilla, Santa Marta y Cartagena.

Los burdeles del siglo XXII de Barranquilla

Mucho antes del auge de los teléfonos inteligentes y las redes sociales, en Barranquilla existían las famosas “zonas de lujuria”. Una red de calles donde era común el servicio de prostitución, como la famosa calle 72 con 53 esquina, la 38 con 38 y el centro de la ciudad, conformaba el podio de las más visitadas. Estimar cifras es complejo debido a la sentencia T-629 de 2010 de la Corte Constitucional y el decreto 1543 de 1997, que establecieron que la carnetización de las sexoservidoras viola su derecho a la privacidad, pero una vez que el sol se ausentaba, grupos de tres a cinco mujeres e individuos LGBTIQ+ hacían presencia en las esquinas.

Sin embargo, estas zonas empezaron a disminuir en presencialidad desde antes de la pandemia gracias a la primera gran mutación: los reconocidos spa, establecimientos legítimamente constituidos como centros de relajación pero que funcionaban como burdeles. Este nuevo método, si bien tuvo un auge importante, se vio severamente afectado por la pandemia del covid-19, obligando al sector a reinventarse y adoptar medidas tecnológicas que le brindan una nueva capa de invisibilidad.

“Hoy día, Barranquilla tiene a sus más grandes burdeles en redes como WhatsApp y Telegram. Solo basta con saber el nombre específico de los grupos, cosa que no se anuncia por razones de seguridad, para que se desplieguen cientos de opciones donde se muestran videos y fotos para elegir literalmente lo que sea que se ofrezca”.

Hoy día, Barranquilla tiene a sus más grandes burdeles en redes como WhatsApp y Telegram. Solo basta con saber el nombre específico de los grupos, cosa que no se anuncia por razones de seguridad, para que se desplieguen cientos de opciones donde se muestran videos y fotos para elegir literalmente lo que sea que se ofrezca, e intercambiar información y acordar directamente detalles como el día, la hora, el lugar, el precio y, lo más preocupante de todo, si se usará o no preservativo.

Barranquilla es la segunda ciudad caribeña con mayor tasa de notificación de VIH/SIDA. Su histórico cuatrienio oficial, el Instituto Nacional de Salud (INS), arroja las siguientes cifras: en el año 2019 fue de 49.8, en 2020 de 44.7, en 2021 de 55.4 y en 2022 de 36.3 casos por cada 100.000 habitantes. Si tenemos en cuenta que la ciudad no se caracteriza por su vocación turística, salvo en época de carnavales, estas cifras son aún más alarmantes. Debo aclarar que no establezco aquí una relación causal, pero la capacidad de transmisión de cualquier ETS al practicar sexo sin preservativo con una sexoservidora es incalculable.

Murallas, bahías y explotación sexual infantil

A diferencia de Barranquilla, Santa Marta y Cartagena muestran más similitud a la hora de abordar el tema de la prostitución. Si bien poseen las mismas problemáticas de luchar contra las ETS y de poseer famosas “zonas de lujuria”, estas no son algo prescindible; por el contrario, son territorios en constante disputa entre diferentes organizaciones criminales por el control de los centros de afluencia de turistas.

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Para el caso de Santa Marta, el mayor punto de concentración se da en el Centro Histórico. Zona de tolerancia por antonomasia que alberga discotecas, restaurantes, hostales, hoteles y más de 110 niños deambulantes explotados por sus padres, según cifras del último censo realizado por la Corporación Centro Histórico durante 2022. Precisó en su momento la directora Diana Giraldo que: “La mayoría de estos infantes son de nacionalidad venezolana y aunque están bajo el cuidado de sus padres, se dedican a actividades irregulares”.

Otra cifra preocupante es la de los casos de violencia sexual que en 2022 fue de 88 y en 2023 fue de 63, según el Sistema de Información Estadístico, Delincuencial, Contravencional y Operativo de la Policía Nacional. Si bien representa una disminución cercana al 30 %, hay que tener en claro dos cosas: la primera es que este índice no solo se limita a la explotación sexual infantil, sino al conjunto que compone las agresiones sexuales, y la segunda es que difícilmente esta refleja la real dimensión del problema.

“Según cifras del Instituto Nacional de Medicina Legal, de un total de 606 víctimas que hubo en Cartagena por presuntos delitos sexuales en 2022, 468 eran menores de edad”

Un caso que arroja una luz más profunda sobre todo esto es el caso contra Kelly Johana Suárez Moya. Reina del Reinado de la Independencia de la ciudad de Cartagena, quien fue arrestada el pasado 11 de octubre de 2014, donde se encontraron 25 menores de edad explotadas sexualmente en una fiesta en Islas del Rosario que, a su vez, inspiró la famosa película Sound of Freedom.

Poco queda por decir sobre este flagelo en la ciudad amurallada, su lamentable reconocimiento como epicentro de las más grandes y peligrosas organizaciones dedicadas a la prostitución en todas sus facetas es mundialmente conocido. Como último dato, según el Instituto Nacional de Medicina Legal, indica que de un total de 606 víctimas que hubo en Cartagena por presuntos delitos sexuales en 2022, 468 eran menores de edad.