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Los arroyos: el eterno estigma de Barranquilla

A inicios de 2008 estaban identificados 15 arroyos peligrosos, de los cuales se han canalizado nueve, la Alcaldía reporta más de $702.236 millones en obras relacionadas con la problemática, pero a pesar del esfuerzo de las últimas administraciones de la ciudad, todavía falta mucho por hacer

Arroyo calle 85 con carrera 50. / Foto: Josefina Villarreal - El Heraldo

Es inevitable que toda conversación que gira en torno a Barranquilla aterrice casual o causalmente en el más grande estigma que la ciudad posee, los arroyos. Un tema álgido para mis coterráneos debido a la gran cobertura que ha tenido durante las últimas décadas en medios de comunicación y que supone siempre un gran lunar que opaca el innegable desarrollo y evolución que la capital del Atlántico ha tenido en los últimos 16 años.

A pesar de contar con varias décadas, todavía se tiene presente en el colectivo mental barranquillero la lamentable frase célebre de un ministro de Obras Públicas donde sugirió como única solución el traslado de la ciudad a una zona más alta para acabar de tajo con la problemática de los arroyos. Cabe señalar que ese había sido la mayor contribución realizada por el gobierno central desde el siglo XIX hasta el año 2008; cuando Alejandro Char tomó posesión por primera vez como alcalde y empezó a reconstruir las finanzas públicas de la ciudad, tal y como se evidencia en el documento del Banco de la República La gestión fiscal de Barranquilla (2000-2021).

Obras de canalización en el sector conocido como arroyo La Felicidad. / Foto: Hansel Vásquez - Alternativa

Este cambio abrupto en la gestión pública, que había sido dominada por la izquierda desde principios del milenio, arrancó con una política centrada en la canalización de los arroyos. Sirve de contexto enfatizar en que el problema de los arroyos de Barranquilla se viene documentando desde el siglo XVII, y que alguna vez se usaron para dar nombre a las calles como la famosa ‘Calle Ancha’, conocida hoy como el ‘Paseo Bolívar’, que ostentaba ese nombre por el arroyo que se gestaba en épocas de lluvia. Por lo que el desafío asumido era, literalmente, ancestral.

Como he señalado en anteriores artículos, soy oriundo de la arenosa y tuve el infortunio de criarme cerca de los dos arroyos más peligrosos del centro y norte de la ciudad: el Arroyo de La María y el mal llamado Arroyo de la Felicidad. Quienes no conozcan ese barrio o la ciudad, los invito a buscar fotos de la Casa del Carnaval y observar con detalle la única esquina que posee. Allí verán un anormal muro de casi un metro de altura que alza la acera por unas escaleras que, a priori, no goza de mucho sentido arquitectónico, esto mismo se puede decir de las ventanas, que se encuentran muy dispares en altura con la puerta de entrada; todo es sin sentido hasta que presenciaba un torrencial aguacero y veía como ese muro desaparecía entre las tumultuosas aguas, junto con la mitad de la puerta.

Si estaba del lado correcto de la acera, y caminaba unas calles más en sentido oriental, cerca de la Plaza de la Paz, se topaba con el mal llamado y extinto Arroyo de la Felicidad. Una bestia capaz de voltear buses Chevrolet B-60 y C-60, icónicos para la época, con sus diez y media toneladas de peso en promedio, sin pasajeros, con una facilidad aterradora.

A inicios de 2008 estaban identificados 15 arroyos peligrosos, de los cuales se han canalizado nueve que son; el arroyo Hospital, el de la carrera 65, el de La Felicidad, el de las calles 91 y 92, el de la carrera 21, el de las calles 75 y 76. El de la calle 79, el de la calle 84 y el arroyo La María. Un esfuerzo realmente poco reconocido a nivel nacional pero muy valorado por los locales ya que ha permitido a la ciudad crecer a niveles económicos, turísticos y sociales. Además, es una gran evidencia de la trazabilidad de los impuestos porque la Alcaldía reporta más de $702.236 millones en obras relacionadas con la problemática.

Arroyo calle 85 con carrera 49C. / Foto: Josefina Villarreal - El Heraldo

El problema persiste

Lastimosamente todavía este mal sigue cobrándose vidas de ciudadanos, en lo corrido del año van dos fallecidos de los cuales uno fue menor de edad. Por otro lado, paradójicamente la canalización de unos ha generado nuevos arroyos, aunque en menor intensidad, pero que igualmente son letales para humanos y pueden arrastrar vehículos livianos; como el caso del arroyo de la 85.

Sin embargo, la administración distrital ya adjudicó el contrato para la canalización de este arroyo, en el cual usará la famosa tuneladora para evitar romper el pavimento, el flujo vehicular y disminuir los tiempos de ejecución. No obstante, mucha suspicacia ha generado el consorcio ganador, Mota Engil, quien ya posee una investigación de responsabilidad fiscal en fase de imputación por parte de la Contraloría General de la Nación.

Arroyo barrio Río Mar / Foto: Josefina Villarreal - El Heraldo

Otro de los grandes lunares es el continuo desbordamiento del arroyo Don Juan, el cual ya fue intervenido, pero se ha hecho insuficiente provocando inundaciones en los barrios Girasoles, Villa del Carmen y Simón Bolívar, entre otros. Su longitud es de 7,5 kilómetros y en su tramo final, que inicia después de la calle 30, muestra su verdadera fuerza llegando a registrar un caudal de 85 metros cúbicos sobre segundos. A diferencia del anterior caso, estos continuos desbordamientos surgen por la falta de cultura ciudadana que utilizan el fuerte caudal para deshacerse de basuras pesadas como colchones, camas, letrinas, etcétera.

Asimismo, estadísticamente la mayoría de las muertes se dan por interactuar directamente con los arroyos, por ejemplo, atravesarlo durante condiciones peligrosas, caminar cerca de bordes resbaladizos o estar en áreas propensas a inundaciones sin las precauciones adecuadas. Por lo cual también es necesario mayores campañas de prevención por parte de la Alcaldía, sobre todo en la zona suroriental, y mayor concientización de los ciudadanos.