Lo primero que hay que decir es que son dos años muy diferentes de los que ya hemos vivido. Es que ya existe un conocimiento, en mi perspectiva todavía incompleto, de la personalidad de Gustavo Petro y de su estilo de gobierno, lo cual ya genera un comportamiento político diferente por parte no sólo de la ciudadanía sino de los diferentes grupos que ejercen alguna capacidad de influencia en nuestra sociedad.
Por ejemplo, ya es claro para muchos cuál es la diferencia entre la retórica estigmatizadora y exagerada del presidente Petro y sus acciones. Ya hay capacidad de diferenciar la una de las otras. Y, también, hay mucha claridad sobre la manera cómo designa, trata y prescinde de sus ministros o de sus más cercanos colaboradores y se conocen también sus debilidades y defectos.
Los próximos dos años son bien diferentes de los que ya hemos vivido. Se podría decir que tan solo este próximo semestre forma parte de esa experiencia, pero ya el año 2025 será uno en el cual los políticos y en general la sociedad, estarán enfocados hacia el tema de las campañas electorales que tendrán lugar en el primer semestre del 2026 y eso cambia el comportamiento de los congresistas que estarán muy atentos a la actitud de sus votantes y de la manera cómo estos han valorado o están valorando su relación con el Gobierno.
El presidente como que ya ha estado con la vista puesta en el 2026 y así sus más cercanos colaboradores, con mayor razón estarán instalados en ese horizonte. Y para qué hablar del 2026 porque en marzo tendremos las elecciones de Congreso y en mayo la de presidente con la eventualidad de una segunda vuelta. Digamos que ese es el marco general dentro del cual se desenvolverán todas las actividades.
Como se sabe, y ya el presidente Gaviria lo repitió el fin de la semana que culminó el 20 de julio, si es reelegido como director del Partido Liberal se consagrará a una tarea, que seguramente ya viene adelantando, es la de buscar una coalición multipartidista que logre un candidato único a la presidencia en las elecciones de marzo de 2026. Una tarea muy difícil, necesaria y que ojalá las distintas fuerzas políticas entiendan en todo su alcance y significado.
La confrontación electoral ya está más que presente y los nuevos nombramientos ministeriales apuntan muy claramente en ese sentido. El discurso del presidente Petro para la inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso el sábado 20 de julio fue utilizado para señalar lo que sería la tarea gubernamental en este periodo.
El discurso de inauguración del Congreso fue un anticipo de la retórica de la campaña presidencial. El Gobierno ha cumplido sus promesas de campaña. Ha logrado disminuir la pobreza en un 10 %, cerca de 1.600.000 colombianos hoy han dejado de ser pobres. La política agraria ha sido un éxito y hay que aprender de las inversiones forzosas que allí se han venido haciendo para hacerlas también con respecto a la salud, la vivienda y la industria.
El alza del salario mínimo, que los expertos tanto criticaron, ha sido el factor clave para el crecimiento de la economía popular. Y lo mismo la decisión que obligó al pago directo en el sistema de salud que ha hecho que hospitales y clínicas estén prestando un mejor servicio, contra lo que afirmaban los supuestos expertos.
Insistió en trabajar aún más en el sector agrario, particularmente, con la aprobación de una reforma agraria que es un compromiso, del acuerdo final de paz, y de la declaración unilateral del Estado que nos comprometía ante la comunidad internacional. Para Petro el éxito del sector agrario y el éxito que se ha obtenido en incrementar el número de turistas extranjeros hacia Colombia y que ha generado divisas semejantes a la del segundo producto de exportación que es el carbón están indicando cuál es el camino.
Sobra decir que el derecho de réplica que concede la ley a los partidos de oposición fue mediocremente aprovechado y ninguno de los que intervinieron, seis senadores y representantes, fue capaz de cumplir con el tiempo asignado que era proporcional a las curules que estos tienen en el Congreso.
Es importante advertir que el presidente no hizo ninguna referencia, en un discurso de hora y 15 minutos, ni al poder constituyente, ni a la Asamblea Constituyente, ni al referéndum. Sí insistió en el tema del fast track o sea en un procedimiento acelerado para la aprobación de alguna de las reformas y la mejor implementación del acuerdo final con las Farc.
Se trata de asegurar el triunfo de la izquierda en 2026 y no tanto el de una reelección del presidente Petro que no tiene sentido y que él mismo ha descartado una y otra vez desde el primer momento.
Está por verse si el activismo gubernamental en esta materia será imitado o sobrepasado por algo similar de las fuerzas políticas y sociales que buscan una renovación en el 2026 o si la pasividad y cierta indiferencia continuarán otorgándole la ventaja a las mismas fuerzas que en el 2022 lograron imponerse, no obstante que en los datos electorales y en las encuestas aparecían como una minoría.
Dos eventos políticos tendrán un impacto innegable en el comportamiento electoral de los colombianos en el 2026. El resultado electoral en Venezuela del 28 de julio que cuando escribo estas líneas no se conoce, pero frente al cual hay dos anticipaciones muy claras: la oposición derrotará abrumadoramente al chavismo y este reconocerá el resultado y la otra, no obstante, un resultado negativo, el presidente Maduro desconocerá esa realidad electoral bien sea por un fraude monstruoso o acudiendo a otros métodos que impiden el acceso de las fuerzas de oposición al gobierno.
El otro evento político es el que tendrá lugar en el mes de noviembre en los Estados Unidos cuando se decida si Trump vuelve a la Presidencia o si los demócratas logran mantenerse en el poder.
Estados Unidos y Venezuela son dos países de enorme importancia para Colombia. El bienestar de Venezuela impacta muy positivamente a Colombia; su actual decaimiento nos trae además millones de migrantes y la protección de grupos armados y el negocio ilícito de las drogas. Estados Unidos ha sido el amigo en las buenas y en las malas por más de doscientos años.