Por María Camila Díaz / Periodista de la mesa W Radio
A un año de las elecciones presidenciales de 2022, el panorama político y económico será clave para que los colombianos escojan a su nuevo mandatario. Alternativa habló con el expresidente Ernesto Samper sobre las coaliciones que se han creado, cómo ve un país dirigido por quien hoy lidera las encuestas —el senador Gustavo Petro—, la importancia política de Germán Vargas Lleras y la reforma tributaria.
Alternativa: ¿cómo ve el panorama preelectoral y las coaliciones que se han creado hasta el momento?
Ernesto Samper: creo que hay un escenario trágico detrás de las elecciones, que es la polarización. Esta polarización ideológica se está presentando no solo en Colombia, sino en varios países. Al final, no hay alternativas; simple y sencillamente es hacia donde se mueven las pasiones —positivas y negativas— de la gente. Espero que no terminemos en ese escenario de polarización, que sería fatal en las actuales circunstancias.
¿Cuáles serían las alternativas a ese escenario?
Veo dos factores clave. El primero, sin duda, es el tema de la paz, que seguirá siendo un asunto de contraste y de alternativas: unos que estén con la paz, otros que estarán con la guerra, así haya matices. El segundo es la salida de la pandemia, que hoy día, inclusive, es más importante que el mismo punto de la paz. La gente está pensando en el trabajo y si le alcanza la plata; si se puede vacunar a los hijos; la gente está en el día a día. Entonces, por primera vez vamos a tener unas elecciones en las cuales el tema de la supervivencia, más que cualquier otro, va a ser definitivo y ahí es donde no veo a los supuestos precandidatos con planteamientos sobre salidas de la pandemia.
Ese panorama pareciera favorecer al senador Gustavo Petro. ¿Lo ve como una opción viable para 2022?
Petro es una figura importante. Es muy hábil políticamente y ha sabido posicionarse. Seguramente aparecerá el “antiPetro”; no importa quién sea. Por eso es tan necesario que haya una tercera alternativa, que permita evitar la polarización y la repetición del escenario de hace cuatro años. Tengo la ilusión de que se arme una coalición de centro, porque este país era de centro hasta terminar el siglo pasado. Yo fui el último presidente liberal que existió; después de eso, todo se atomizó y los liberales siguen, pero repartidos en varias capillas. Si usted se pone a pensar, Uribe fue liberal; Santos fue liberal; Gaviria, por supuesto, es liberal; Vargas Lleras es liberal; Fajardo fue liberal; Juan Fernando Cristo es liberal. Esto es el mismo liberalismo, pero disperso. Entonces, espero que se forme una coalición de centro, de personas que, de alguna manera, están con la necesidad de continuar con el proceso de paz, pero tienen una posición distinta sobre cómo sería la salida a la pandemia.
En caso de que no se consolide esa tercera opción, ¿ve viable un país liderado por Gustavo Petro?
Para poder contestar eso, yo tendría que saber quién es el “antiPetro”. Llegados a ese momento, la parte cualitativa cuenta mucho y, si hay una persona que piense que el país debe ir hacia donde yo creo que debe ir, en el tema de la paz, por ejemplo, o en el tema de las salidas de la pandemia, y hay otra que piensa absolutamente en lo contrario, pues costaría mucho trabajo votar por el otro lado.
Es decir, en ese panorama se quedaría con Petro.
Exactamente.
Varios congresistas del Centro Democrático han tratado de posicionar a Tomás Uribe como el gran candidato del uribismo; otros se oponen y están impulsando a Oscar Iván Zuluaga. ¿Cuál cree que va a ser ese candidato de la derecha?
Si yo todavía conozco en algo a Uribe, creería que está posicionando a su hijo para una jefatura, no para una candidatura.
Usted sabe mucho de política. ¿Cuál cree que puede ser el nombre de ese posible candidato?
A mí no me gusta la política de pasarela, o sea, la política de nombres. Creo que lo que necesita el país es definir espacios, proyectos, y veo con claridad que ahí hay un proyecto de izquierda, sin duda, el que va a representar el pacto histórico; hay un proyecto de centro, en el cual se acomodarán muchas personas que no quieren estar en los extremos. Lo que no veo claro todavía es cómo se van a articular esas figuras que están en el centro cuando ha aparecido una derecha que no existía en el país.
¿No existía una derecha en Colombia?
Así como no existía una izquierda radical, tampoco existía una derecha radical; esto me preocupa, porque no es una derecha dialogante, sino una derecha alimentada por populismos internacionales como la política fiscal de Trump, la xenofobia, el nacionalismo, un poco la dependencia hegemónica de los Estados Unidos. Esa derecha que se ha formado tiene un ingrediente muy peligroso y es que está a favor de la guerra.
¿Cómo ve las tres coaliciones —izquierda, centro y derecha— en una contienda electoral?
Marzo trae una gran oportunidad con las elecciones parlamentarias. De ahí van a salir las fuerzas para una primera vuelta y de allí ojalá pasaran la coalición de centro y la de izquierda. Creo que este escenario, que es posible, por cuenta del desgaste del Gobierno, dejaría a los electores en un gana-gana, al escoger entre personas que están a favor de la paz, solo que con distintas salidas sociales de la pandemia. Si eso no llegara a suceder y a la segunda vuelta pasara el representante de la coalición de la derecha, lo único que les sugeriría a los candidatos que se oponen es que la coalición que pierda la primera vuelta haga, desde antes, un acuerdo para apoyar a la coalición que no sea de derecha y que pase a la segunda ronda. Esto mantendría viva lo que podríamos llamar una coalición de centro-izquierda.
¿Ve posible una reunificación liberal con usted, Galán y Gaviria, por ejemplo?
No mientras Gaviria sea jefe del Partido. Si yo fuera Gaviria habría abierto el Partido; habría hecho una consulta para la gente joven, que en este momento se prestaría y estaría encantada de estar en una consulta liberal. Personas como Juan Manuel Galán, Juan Fernando Cristo, Rodrigo Lara, Velasco, el mismo Roy, que ya se fue. Si el Partido Liberal quisiera, podría desempeñar un papel articulador. Gaviria habría podido hacer una consulta y dejar a los que la ganaran en reemplazo suyo. Habría sido una excelente dirección liberal de renovación, pero en política lo que manda no es el deseo, sino los hechos y, lamentablemente, creo que, al final, el Partido Liberal tomará una decisión más en función de los intereses del jefe que de la conveniencia del Partido.
¿Qué opción le queda a esta gente joven, es decir, al Nuevo Liberalismo?
Si le dan el derecho a tener su personería, con todo lo que representa el patrimonio de lo que fue Luis Carlos Galán, el Nuevo Liberalismo podría articular esa renovación del Partido. Ese podría ser un escenario en el cual, eventualmente, entrarían incluso figuras que se mencionan y que no han manifestado todavía su intención de ser candidatos, como Alejandro Gaviria, por ejemplo, a quien siento más del lado de Fajardo.
¿Cómo ve a Germán Vargas Lleras?
Como un Petro de centro-derecha, en cuanto a su capacidad de operador político. Germán Vargas es el político más sólido de su generación; me parece que ha logrado conquistar, con su columna en el periódico, unos espacios que había perdido. Está moviendo ideas; es un buen reflejo de lo que fue su abuelo Carlos Lleras en su época. Quizás a él no le va a gustar lo que le voy a decir, pero en los próximos comicios él va a ser muy importante en la elección del Congreso y yo lo vería de líder o de voz importante en el Congreso, lo cual hace divinamente. No sé cuál será su aspiración, pero es obvio que uno no puede interpretar las aspiraciones de la gente; hay que esperar a que se tiren a la piscina.
Hablemos de uno de los temas más coyunturales y que, sin duda, marcará ese panorama electoral: la reforma tributaria. ¿Cómo le pareció el texto que presentó el Gobierno?
Déjeme echarle el cuento de unos cazadores que se pierden en la selva del Amazonas y a las seis de la tarde le preguntan a un indígena: “¿Cómo hacemos para regresar a Leticia?”. El indígena les dice: “Yo de ustedes no comenzaría por este sitio”. Aquí está pasando exactamente lo mismo: yo creo que el problema de la reforma tributaria es que el país nunca ha debido empezar por ese sitio a recorrer el camino de la pospandemia. Mire lo que está haciendo Biden: está metiendo en el bolsillo a los estadounidenses 2 billones de dólares y está metiendo 3 billones en infraestructura. ¿Por qué? Porque él sabe que, si no le mete dinero a la economía, no se va a reactivar. ¿A quién le van a vender las empresas, si la gente no tiene dinero? Por eso es suicida la pretensión de presentar una reforma tributaria en momentos en los que el producto interno bruto está en cifras negativas.
Pero lo cierto es que hay una deuda fiscal muy grande. ¿De dónde debería sacar esa plata el Gobierno?
Se me ocurren algunas opciones:
- ¿Han considerado la refinanciación de la deuda externa, por ejemplo, con el Fondo Monetario Internacional? La respuesta es no. El Gobierno lo que quiere es pagarle al Fondo Monetario con la plata que van a quitarle a la clase media.
- La posibilidad de emisión del banco central. ¿Que sube el nivel del déficit? Sí, lo están haciendo Alemania, Francia y otros países que les están diciendo a sus respectivos bancos centrales: “Emita, hágame un préstamo a largo plazo; yo se lo pago después, así suba el déficit, no importa”; es que, en este momento, lo que tenemos que hacer es garantizarle a la gente que pueda sobrevivir.
- El Estado podría haber vendido algunos bienes: parte de Ecopetrol o de ISA. El Gobierno debería retirar la reforma; sería la única decisión sensata.
Cambiemos de tema: hablemos de Álvaro Gómez. Hace poco, el senador Julián Gallo entregó unas pruebas para afirmar que las FARC fueron quienes cometieron el magnicidio. ¿Cómo ve esas pruebas?
Al principio, fui el primer sorprendido por este reconocimiento de las FARC, porque durante veinte años no se había tenido una noticia tan clara de esto, pero a medida que ha venido evolucionando el tema y he visto el interés de la familia Gómez por desviar la atención, desconocer la justicia transicional y tratar de llevar el caso, he comenzado a pensar que hay mucho fundamento con esto que se ha conocido. Cada vez aparecen deducciones lógicas de que efectivamente sí había una enemistad histórica entre Marulanda y Álvaro Gómez.
Mientras tanto, ¿cree que la familia Gómez va a seguir empecinada con que usted y Horacio Serpa fueron los autores del crimen?
Ellos, al principio, tenían un interés económico. En sus últimas actuaciones, veo un interés político: un libreto político para deslegitimar a la JEP, para quitarle importancia a la función que tiene la JEP en la averiguación de la verdad. Aquí hay una confusión de intereses, a lo cual le agregamos las calumnias, los insultos y los agravios que son ya, como decía, más propios de un análisis psiquiátrico que jurídico. No hay ni una sola prueba, ni una, que vincule a Horacio Serpa o a Ernesto Samper al crimen de Álvaro Gómez. Acepto discutir todo lo que han montado del Cartel, todo eso, que es un poco fúnebre, porque todos los que aparecen allí están muertos; acepto, en esa discusión, que examinen todas esas posibilidades, pero rechazo de manera tajante, como lo he rechazado desde hace veinticinco años, que pudiera haber intención alguna de hacerle daño a una persona que no solamente era amigo mío, sino que estaba colaborando activamente en el Gobierno.