Jueves, 03 de octubre de 2024 Suscríbase
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Gobierno Gustavo Petro

Contra todos...

El presidente Petro gobierna contra la oposición, tal como él la concibe. Es decir, contra los partidos políticos, a excepción de los de izquierda; contra otros sectores de la sociedad como son los empresarios, los gremios, las organizaciones sociales; contra la gran mayoría de alcaldes, gobernadores y por supuesto, contra los medios de comunicación. Con cada uno de ellos tiene una pelea cazada. Análisis

Mockup in house

En mi época de estudiante leí en alguna parte que Alfonso López Michelsen, entonces un distinguido profesor de derecho constitucional que a veces prefería llamar de ciencia política, había contemplado tres formas de gobernar, a saber, con la oposición, sin la oposición y contra la oposición. Una forma de plantear el problema del arte de gobernar.

El Frente Nacional tanto el formal como el que continuó de facto fue una manera de gobernar con la oposición. Liberales y conservadores acordaron gobiernos de responsabilidad compartida y así pasaron por alto la condición histórica de gobierno y oposición.

El gobierno de Virgilio Barco introdujo el sistema partido de gobierno versus partidos de oposición. Gobernó, por decisión de ellos mismos, sin los conservadores y, por supuesto, sin la Unión Patriótica el partido que por la vía electoral había entrado a representar a las Farc en el Congreso, tanto en Senado como en Cámara, un resultado de los acuerdos de paz promovidos por el presidente Belisario Betancur.

En el proceso, en aspectos muy claves como los que llevaron a la convocatoria de una Asamblea Constituyente y a la elaboración de una nueva Constitución, el Gobierno trabajó con los partidos de oposición comoquiera que se trataba de realizar un cambio fundamental en la vida institucional y política del país, lo cual requería de un amplio consenso, en este caso, el más fuerte que se haya obtenido en nuestra historia política.

Gobernar contra la oposición fue la práctica de diferentes gobiernos hegemónicos durante nuestra historia. Era una expresión del sectarismo político que por fortuna el Frente Nacional diluyó para siempre.

María Fernanda Cabal (Centro Democrático), Germán Vargas Lleras (Cambio Radical) y César Gaviria (Partido Liberal).

La retórica de Petro

Hoy se podría formular la pregunta de cómo es el gobierno del presidente Petro y la respuesta sería, no obstante, la existencia de un estatuto de oposición, que Petro, gobierna contra la oposición, tal como él la concibe, o sea, todos con la excepción de los partidos de izquierda que lo acompañaron en diferentes momentos de su carrera política y en el momento de su elección presidencial.

Esto quiere decir que liberales, conservadores, miembros de Cambio Radical, los de la U, como de la Alianza Verde y otras fuerzas políticas forman parte de esa oposición. Y lo mismo se podría decir de casi todos los sectores de la sociedad: los empresarios privados, los gremios que los representan, las organizaciones sociales que no son afines a los partidos políticos del gobierno, muchos gobernadores y alcaldes, los medios de comunicación escritos, radiodifundidos y televisivos. Y así se podría continuar la enumeración...

El momento del Acuerdo Nacional que se propició en un almuerzo en el Hotel Marriott, antes de la segunda vuelta, fue de muy precaria y corta duración y el propio presidente lo hundió por allá en abril 2023, su expresión fue enterrarlo. Sorprendente en muchos sentidos. No solamente no existía un mecanismo que regulara el acuerdo o unas reglas mínimas que permitieran su funcionamiento, sino que para un actor político de tanta significación como el expresidente César Gaviria, presidente del Partido Liberal, ese acuerdo nunca existió. Y la propuesta reiterada de construir un acuerdo unas veces con el Congreso otras con el pueblo etc., jamás ha encontrado un camino porque no se precisa, no se organiza, no se dicen cuáles son las reglas para su funcionamiento.

Gerson Chaverra, presidente de la Corte Suprema / Foto: Alternativa/Hansel Vásquez

Por ello, dependiendo de las circunstancias, la retórica presidencial en algunas ocasiones, ahora cada vez más frecuentes, se refiere prácticamente a todos los sectores con una virulencia jamás vista en discursos presidenciales y con señalamientos, en ocasiones, individualizados y afirmaciones tan generales, tan ofensivas que, al parecer, los medios de comunicación y la opinión pública prefieren pasarlas por alto. En el mejor de los casos se presenta un breve resumen que da lugar a muchas interpretaciones, en algunos casos exageradas y hasta completamente incorrectas.

El reciente discurso pronunciado en Caquetá o el del 19 de septiembre en la Plaza de Bolívar, son un modelo de esta retórica presidencial tan inusitada, tan excepcional.

Llamado de atención

Recordemos que la gramática y los gramáticos jugaron un papel clave en la vida política colombiana y como que se volvió una leyenda el arte del buen decir, una forma de expresión de la vida política diaria. Fue la ruptura de este estilo caballeresco lo que para muchos analistas llevó a un comportamiento violento que nos costó muchas vidas. Y de ninguna manera conviene que volvamos a una retórica incendiaria que sólo violencia y maltrato puede traer en nuestra vida social, en nuestras relaciones interpersonales. El buen trato va acompañado del buen decir, de las buenas maneras, de la cortesía...

Un repaso mental muy rápido no me trae a mis recuerdos que ningún autor interesado en la filosofía política o en el arte de gobernar, que ni siquiera Maquiavelo ni otros que dieron consejos a los príncipes y gobernantes hubieran recomendado la utilización de una retórica implacable contra competidores, adversarios o personas o instituciones que no coincidieran con las apreciaciones del príncipe.

Existieron tiempos de intolerancia que se tramitaron, infortunadamente, por la vía religiosa. Hubo guerras de religión. Y hoy, quién lo creyera, se replican estos patrones de comportamiento: escritores, caricaturistas y hasta artistas son objeto de amenazas mortales porque sus trabajos son considerados como herejías u ofensas inaceptables contra figuras que tienen enorme significado en la vida religiosa de muchas personas. Terrible.

José Fernando Reyes, presidente de la Corte Constitucional / Foto: Corte Constitucional

La vida política reclama un comportamiento tolerante, civilizado, respetuoso de las diferencias tanto de las más significativas como de otras menos importantes, por lo menos en la apariencia. Cuando el debate político se endurece, cuando se expresa a través de adjetivos estigmatizantes, cuando a la oposición se le asignan comportamientos denigrantes, conspiraciones, intentos para eliminar brutalmente la vida de los gobernantes, cuando el tema de la buena fe desaparece, cuando no se cree de ninguna manera en las buenas intenciones ni en la veracidad de los deseos de colaborar, es equivalente a decir que el contrato social que permite la convivencia y la vida en sociedad está roto.

El hilo que mantiene la vitalidad y la bondad de las relaciones humanas es muy frágil. Romperlo no tiene gracia, no requiere ningún esfuerzo. Lo que se exige es un comportamiento bien diferente, es la necesidad de mantener vivo el contrato social que se hace para viabilizar los acuerdos y respetar los desacuerdos. Si solamente se proyectan los desacuerdos y si estos se exageran y magnifican resultaría milagroso que la sociedad mantenga la viabilidad que se requiere para su buen funcionamiento.

La retórica política no es un tema banal. La retórica política forma parte del bienestar de una sociedad. La Convención Demócrata en Estados Unidos nos ha dado, recientemente, un ejemplo de cómo utilizar la retórica para unir un país y no para dividirlo, para establecer horizontes de progreso que convoquen a toda la sociedad con miras a lograr mejor bienestar para los más desvalidos.

La retórica política es una fuente de esperanza, reafirma a los creyentes y les devuelve la fe y el optimismo a quienes han perdido la credibilidad en las promesas y en los propósitos de mejoramiento.

Utilizar las mejores virtudes de la retórica política es un deber de quienes buscan el apoyo popular para sus plataformas electorales. La retórica política ha acompañado los mejores momentos y los más difíciles de la humanidad. Y a sus voceros los recordamos con admiración y gratitud.