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Simon O´Duilain Presidencia de Colombia

“No me dejaron gobernar”: dirá Petro

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La mitomanía es un patrón constante de falsedad y se define como un trastorno psicológico para escapar de situaciones incómodas, llamar la atención o construir imágenes mesiánicas de uno mismo. Este podría decirse que es un rasgo de personalidad del presidente Gustavo Petro que, además, no acepta argumentos contrarios a su “verídica y única” opinión.

En este año Petro ha publicado más de 2 mil tweets, se ha dedicado más a opinar que a gobernar y, cada vez que alguien sale a contradecirlo, falta a la verdad porque su discurso es más populista que técnico. Tal vez le hizo falta terminar sus estudios de economía en la Javeriana para ser más acertado en sus políticas.

Por eso el indicador de seguimiento a la economía nos sitúa en una variación del -0,41 por ciento frente al mismo período del año inmediatamente anterior. Sin embargo, en su mentalidad -y en sus trinos- asegura que “vamos bien”. Exministros técnicos lo han tratado de encausar, pero en su terquedad guerrillera no permite contradicción.

Se requiere un plan de reactivación económica que revierta esta tendencia para prender -como dice José Manuel Restrepo- los motores de crecimiento hoy apagados. Pese a que el Banco de la República bajó las tasas de interés, los expertos presagian que la economía entrará en una recesión técnica.

De otro lado, Colombia, potencia mundial de la vida, es solamente un slogan y un discursito mandado a recoger porque el país completa 126 masacres en lo corrido del año, pero el presidente está más pendiente de asuntos externos como Gaza que la barbarie sufrida en nuestro propio territorio.

En su pensamiento busca abordar la desigualdad social y económica pero su incoherencia va más allá de cualquier situación lógica: Asegura que el cambio climático y las grandes potencias generan efecto y camino a la sexta extinción, pero lleva más de 33 viajes al exterior perjudicando el medio ambiente. Su máxima es la ley del embudo.

Ahora se le ocurrió la “grandiosa” idea de implantar un chip en los dispositivos móviles para destruirlos en caso de robo. Ahí si pienso que lo traicionó el subconsciente porque Gustavo está pensando es en los chats que Daysuris Vásquez tiene en la cuerda floja a su hijito Nicolás a quien “no crio” y que está a la espera del juicio por parte de la Fiscalía en 2024.

Si nos ponemos a enumerar las salidas en falso de nuestro cantinflesco presidente frente a la emisión de TES para comprar tierras a los ganaderos, subir el 20% el salario mínimo, no explotar hidrocarburos y controlar el capital proveniente del extranjero no terminaríamos porque siempre este gobierno sale con una “perla” diferente a la anterior.

Ahora bien, si hacemos un viaje en el tiempo a agosto de 2026 estaremos escuchando voces de Petro indicando que no lo dejaron gobernar y que por esa razón su proyecto político-destructivo y nocivo requiere de más tiempo. Su arsenal de excusas se está armando para justificar lo injustificable.

Esto decía Petro el 9 de diciembre de 2013 en un discurso extraído por El Espectador: “…No nos obnubilan las riquezas ni los palacios, lo que queremos defender aquí es la dignidad, lo que queremos defender aquí es el respeto que se merece el voto popular del 30 de octubre, lo que queremos defender aquí es el derecho a gobernar por parte de quienes son diferentes a la tradición política de Colombia, lo que queremos defender aquí es la paz…”

Una década después vemos que solamente fueron palabras que se las llevó el viento porque ha hecho todo lo contrario a su discurso encanta bobos.

Por eso ya está preparando al ex alcalde de Medellín, Daniel Quintero, que ya trae encima una herencia bien pesada tras ser catalogado por Federico Gutiérrez como el mayor desfalco que tuvo la gestión de la ciudad en los últimos años, por encima del extinto Samuel Moreno, en Bogotá.

Colombia está despertando de ese letargo encanta serpientes de Petro: La desaprobación del presidente -finalizando 2023- es del 66 por ciento y sigue subiendo para que a futuro no le queden ganas al Pacto Histórico ni de aparecer en las siguientes elecciones porque está condenado a que le suceda lo mismo de Gustavo Bolívar: a escribir novelas de ficción.