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Simon O´Duilain ciudadanía

La importancia de desarrollar una conciencia social

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En diferentes escenarios del mundo deportivo hemos visto que cuando juega o se presenta un representante japonés, finalizado el certamen o evento, ellos se dedican a una especie de ritual de limpieza. Lo vimos en los mundiales de Brasil, Rusia y Qatar dando ejemplo al mundo de una conciencia social que tanto hace falta en estos lados del hemisferio.

Esa conciencia no solamente se ha extendido a escenarios deportivos sino la propia gente limpia sus calles alrededor de su oficina y lugar de trabajo y eso se observa en el imperio del sol naciente. Eso, sin contar en las medidas básicas, cuando alguno tiene gripe y hace uso de tapabocas sin que las autoridades tengan que solicitarlo. Eso permite ahorrar en días laborales y gastos médicos por incapacidades.

Para los japoneses una buena higiene es sinónimo de buena salud. Tal vez su religión sintoísta influyó para crear hábitos saludables lejos de cualquier impureza. Para ellos el ritual de limpieza es una experiencia espiritual que redunda en el bienestar individual y comunitario.

Pero lo que vivimos por estas latitudes es muy diferente. En una sociedad del todo vale, del más vivo, donde el delincuente está por encima de los derechos de las personas de bien, valdría la pena reflexionar y hacer un alto en el camino para que los más de 1200 municipios del país se conviertan en ejemplo de desarrollo de la conciencia social.

¿Qué tanto nos falta como sociedad para desarrollar no solo una cultura ciudadana sino social con el ambiente y con nuestros entornos laborales, escolares, familiares y comunitarios? – mucho -diría yo.

La limpieza de la que hablan los japoneses no es solamente en lo físico sino en la manera como se hacen las cosas, en actuaciones limpias y transparentes. Eso en la política colombiana se ha perdido en el ejercicio de la real politik. Hoy cuando se incita irrupciones institucionales -a través de redes y usos de medios como canales de gobierno y luego se niega- es propio de actuaciones sin transparencia, desesperadas, por impulsos, con intereses individuales y sin asumir responsabilidades propias.

Hoy vemos la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Vemos con el retrovisor las fallas de otros y no las nuestras. Hay que hacer una autocrítica para hacer un ritual de limpieza mental al estilo japonés. Iniciaría por varios sectores gubernamentales para promover el cuidado de lo público en lo físico y en lo financiero.

Recuerdo bien la cultura ciudadana que impulsó Antanas Mokus en Bogotá cuando se puso en operación el Transmilenio. En ese entonces las estaciones eran límpidas, la gente esperaba que salieran del articulado para poder abordar, pero hoy lo que vemos es un gran movimiento de masas -como una especie de tsunami anárquico del más fuerte- imperando desde hace dos décadas atrás.

Sería interesante volver a la educación de los abuelos: ceder el puesto a las mujeres embarazadas, a los adultos mayores, pagar el pasaje, no colarse, pequeños actos que si los multiplicamos por la cantidad de habitantes vamos a tener un mejor panorama.

Si empezamos a trabajar intersectorialmente - como lo hizo adecuadamente el alcalde Galán para hacer frente a los incendios de los cerros orientales- vamos a lograr buenos resultados y así daremos un patrón a quienes nos gobiernan desde lo nacional porque allí sí que observamos falencias.

Si encontramos mejoras de cosas pequeñas -en sitios públicos- vamos a empezar a tener un entorno más saludable, no solo físico sino mental. Si estratégicamente enviamos, por ejemplo, en Bogotá, a la Policía Metropolitana y al Ejército a patrullar por la ciudad empezaremos a tener posiblemente una mejor percepción de seguridad.

Es claro que implementar hábitos operativos buenos en una sociedad lleva tiempo, pero es hora de empezar por casa, por nuestra unidad, en nuestros colegios, en las universidades, en la oficina, en nuestra ciudad. Un abrazo, una sonrisa, un buen día, un hasta mañana, un simple gesto empático con el otro empezará a tomar un nuevo rumbo para tener un único objetivo: mejorar nuestro entorno.

Sin embargo, vemos cómo para los japoneses existe una palabra Kegare que significa impureza y suciedad, que puede afectar a la sociedad. Ese concepto se podría aplicar a lo ocurrido en los últimos días con los ataques directos y sucios contra la institucionalidad colombiana, su democracia, en lo acaecido en las instalaciones de la Corte Suprema de Justicia. Se observó una turba incitada y “ensuciada” por la supuesta ideología de progresismo, haciendo daño a la independencia del poder judicial. ¡Qué tan lejos estamos de una sociedad desarrollada y con conciencia social!