Cuatro ministros de Estado (exministro del Interior, MinTrabajo, MinHacienda y MinSalud), una alta consejera (Sandra Ortiz), varios importantes asesores (Jaime Ramírez Cobo, del DAPRE, y Alejandra Benavides, de MinHacienda), congresistas de varios partidos (Conservador, Partido de la U, Liberal, Verde y hasta una curul de paz), y hasta el mismísimo exdirector de Inteligencia (Carlos Ramón González) parecen estar involucrados en un complejo entramado de corrupción que buscaba garantizar la aprobación de las reformas políticas y de créditos para la nación. Pero resulta que, supuestamente, el presidente no sabía nada.
Una de tres: el presidente no tiene la menor idea de lo que hacen sus ministros y asesores más cercanos; el presidente sí sabía y autorizó, formal o informalmente, que esta estrategia ilegal se implementara; o, la más irrisoria, pero que resulta ser el argumento de defensa del mandatario y sus copartidarios, el infame: Todo es cierto, “pero fue a mis espaldas”.
El problema es que resulta bastante difícil creerles y asumir que el presidente no se dio por enterado de semejante operación, que buscaba, entre otras cosas, salvar la agenda política de su administración.
Además, si algo caracteriza a Gustavo Petro es su disposición de sacrificar coherencia por pragmatismo político. Eso explica que Cristo, Murillo, Benedetti, Velasco entre otros estén y sigan en el gobierno así su presencia y malas prácticas políticas sean una incoherencia imperdonable para muchos de su proyecto político.
Por eso, con los perfiles que hoy conforman el gabinete, es difícil imaginar que actuaron —o actúan— por cuenta propia y a espaldas de Petro.
No por nada, los pura sangre del presidente, como los llaman los mismos petristas, han aceptado juiciosos y sonrientes los gigantescos sapos de la llegada de Benedetti y la permanencia de Sarabia. Saben que su jefe ya pactó con la clase política para ganar la presidencia, sigue pactando con ella para sobrevivir y, peor aún, vive amordazado por el exceso de información que esta tiene sobre él.
La tesis del puritanismo político que vendieron en campaña Petro y los líderes políticos del Pacto hace rato decidieron abandonarla. No conozco a ningún vocero que no acepte y justifique que estos “operadores políticos” fueron y son necesarios para el petrismo. En otras palabras, la repartija de toda la vida, es esencial para el “cambio”.
No sé porqué a muchos petristas les sorprende lo de la UNGRD, ¿qué pensaban que pasaría? ¿Qué los corruptos ibán a cambiar por los grandielocuentes discursos del virus de la vida por las galaxias? Por favor, quién duerme con corruptos, se unta. Y eso, le pasó al Pacto.
Lo terrible de todo esto es que el presidente es todopoderoso, el único que, en la práctica, está por encima de la ley, porque sus jueces naturales (los congresistas) jamás obrarán en su contra. Tal poder ayudará también a sus ministros y a los implicados, el Régimen, ironicamente los salvará. Samper pudo, Petro puede.
Curiosamente la estabilidad política que genera la inoperancia de la Comisión de Acusaciones tiene un costo incalculable de impunidad. La justicia pondrá presos a los segundones y los máximos responsables se saldrán con la suya, ¿y saben por qué?, porque lamentablemente en este país no hay justicia.
Eso sí, Bonilla saldrá del cargo. El costo político y la presión internacional será insostenible y desde una embajada o como Benedetti, el hoy ministro, podrá darle largas a la justicia de ser necesario. Recuerden, “vencimiento de términos” es la regla y no la excepción.