El gobierno Petro, en un intento por mostrar acción ante la crisis hídrica en La Guajira,anunció a bombo y platillo la llegada de 40 carrotanques cargados de agua potable el 19 de enero de 2024. Sin embargo, lo que parecía ser un oasis de esperanza en medio del desierto de la escasez hídrica se convirtió rápidamente en una farsa con tendencia a adquirir proporciones épicas.
Casi un mes después, el 17 de febrero de 2024, La W reveló la cruda verdad: los carrotanques, lejos de estar en ruta hacia las comunidades sedientas, se encontraban inmóviles en instalaciones militares, supuestamente esperando conductores. El director de la UNGRD, Olmedo López, ofreció una explicación vaga, mientras la población aguardaba en vano por el vital líquido. Dijo que estaban en proceso de adaptación.
Ayer 20 de febrero, López volvió a escena, esta vez anunciando con alarde que 10 de los 40 carrotanques habían partido hacia zonas específicas del departamento. Prometió que los otros 30 seguirían pronto, pero las preguntas persisten: ¿por qué tanta demora?, ¿qué tipo de adaptación requieren unos vehículos comprados a tal alto precio?, ¿qué velas tiene en este entierro el cuestionado líder Javier Rojas?
La gestión de este "rescate hídrico" plantea serias dudas sobre su transparencia y su eficacia. El contrato de compra de los carrotanques, valorado en más de 46 mil millones de pesos, se celebró sin el acceso del público a los detalles del negocio. ¿Cómo una empresa con un capital tan modesto logró adjudicarse un contrato millonario? ¿Es esta la manera en que se manejan los negocios bajo la sombra del decreto de desastre nacional o bajo el amparo de la ley 1523 de 2012?
La historia se vuelve aún más turbia cuando se examina la empresa vendedora de los carrotanques, cuyo objeto social abarcaba desde animales hasta abarrotes y enlatados. ¿Cómo es posible que una empresa tan distante de la industria automotriz haya obtenido tamaño contrato?
La UNGRD, hoy más que nunca,debe ser transparente sobre el origen del agua para llenar los carrotanques y sobre las áreas que seguirán desatendidas, pues muchos que conocemos el terreno tenemos clarísimo que las características de esos vehículos no son compatibles con su acceso a buena parte del territorio que necesita el agua, lo que evidentemente es señal de que la compra se hizo ignorando el deber de estudios previos que habrían exigido vehículos con otras características.
Los ciudadanos merecemos respuestas claras y honestas sobre este extraño capítulo de la gestión gubernamental, y es imperativo que los órganos de control investiguen a fondo este caso. Alí Babá y los 40 carrotanques nos han mostrado dónde están los medios, pero ahora exigimos saber quién es el Alí Babá detrás de este teatro de la escasez.