Por María Villegas
Escritora, especialista en hipnoterapia clínica
Dedico mi vida a ayudar a las personas a empoderarse, a sanarse y a alcanzar sus metas, mediante charlas, libros, contenidos y consulta privada. En este nuevo espacio, también quiero apoyarte y compartirte mis hallazgos valiosos y respuestas a preguntas frecuentes que considero de gran utilidad.
Casi siempre, como tantas cosas en nuestra existencia, los hábitos y las herramientas más poderosos son los más sencillos. El truco consiste, a menudo, en variar la perspectiva de las cosas y darles una oportunidad enfocándolas desde otra óptica.
Hoy quiero hablarte de un concepto muy sencillo, pero de efecto profundo. Se relaciona con la capacidad que todos tenemos —para bien o para mal— de cambiar nuestras emociones por medio de lo que hagamos con el cuerpo.
Estamos acostumbrados a pensar que sonreímos porque estamos felices o corremos porque estamos asustados, pero ¿lo has pensado alguna vez en sentido opuesto? Está comprobado que el comportamiento físico influye sobre las emociones. Ello significa que, si actúas en concordancia con lo que quieres alcanzar, tus posibilidades de lograrlo serán mayores.
Es como fingir hasta conseguir. En efecto, algunos estudios demuestran que las personas se sienten más felices cuando se fuerzan a sonreír, incluso fingiendo. También están mejor cuando caminan con pasos más largos y balanceando los brazos que cuando lo hacen con pasos cortos y postura encorvada.
Este es un principio muy poderoso de la PNL o programación neurolingüística: actuar como si ya se tuviera certeza de las cosas, como si ya se contara con lo que se busca.
No pocas veces los actores caen en la “trampa” de este concepto, al terminar enamorados de sus compañeros de obra, cuando representan el papel “como si fuera cierto” y esto se debe a que las emociones están asociadas con las sensaciones corporales. Por tanto, si replicamos esas sensaciones corporales, podemos provocar la emoción.
Un buen ejemplo es el experimento realizado con dos grupos de hombres para medir cuán atractiva consideraban a una mujer. Un grupo tuvo que trotar en su puesto por dos minutos antes de verla y el otro la miró sin hacer nada previamente. La conclusión señaló que el grupo que había trotado y, por consiguiente, tenía el corazón acelerado, la había encontrado más atractiva, porque el cuerpo había interpretado la aceleración cardíaca como deseo.
Hay todavía otra esfera en todo esto: la relacionada con el pensamiento. Se ha visto que actuar de una manera determinada, aun pretender creer en algo, puede cambiar tus opiniones sobre el tema. La historia tiene ejemplos de manipulación en los que se evidencia que personas obligadas a pensar y proceder de cierta forma terminaron creyéndoselo. Así que ojo: siempre hay dos caras de la moneda. Esto prueba que los seres humanos somos maleables y bastante influenciables por las vivencias que tengamos.
Uno de los efectos más poderosos de este enfoque es el que he visto en mi terapia con personas que sufren de fobias o depresión, a quienes, durante el trance, se les propone el ejercicio de imaginar una nueva vida en la que estos problemas hayan desaparecido. Por ser la hipnosis un amplificador de experiencia, los efectos en las personas son profundos y el resultado es transformador.
¿Qué puedes deducir, entonces, de todo esto para el día a día de tu vida?
Que actuar como si algo fuera diferente y enfocarlo hacia algo positivo que quieras conseguir puede tener un efecto maravilloso en ti y es, por demás, útil en tu cotidianidad.
Que subir los brazos en postura de victoria antes de una cita importante te trae mejores resultados.
Que seguirle el juego a la tristeza y portarte como si estuvieras triste te hace sentir más triste.
Que si quieres atenuar la ira o la rabia, desenvolverte con calma te tranquiliza.
Que relajarte y sonreír ante un episodio triste reduce el dolor.
Que conducirte como si fueras más joven y vital no solo te hará más saludable, sino más alerta y enfocado, con mejor concentración y memoria, y retrasará los efectos del envejecimiento.
Que si te cuesta dejar de comer algo que no te sirve o no te sienta, fingir que no te agrada y alejarlo de ti es suficiente para hacerles saber a tu cuerpo y a tu mente que eliges no consumirlo y atenuar el antojo.
Así que, para concluir, las emociones no controlan tu comportamiento; más bien, tu comportamiento controla las emociones. Entonces, actúa como quieras sentirte y sigue haciéndolo hasta que ese sentimiento se convierta en realidad.
Si quieres indagar más, te recomiendo leer a William James y a Stanley Schachter, quienes desafiaron las antiguas creencias y estudiaron a fondo estos temas.