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María Margarita López Gustavo Petro

Más líderes, menos políticos

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El personalismo político transformó el ejercicio presidencial, ya que la figura del presidente no es definida por sus ideales políticos sino por carisma y personalidad”.

María Margarita López

Para entender por qué no hay líderes en la oposición es importante revisar la historia. Acá hay una mirada de vuelo de pájaro, de cómo el debilitamiento de los partidos tradicionales y el advenimiento del fenómeno del personalismo político debilitó la formación de líderes, que hoy en día son necesarios y esenciales para fortalecer la oposición política del país.

La Constitución de 1991 abrió las condiciones para la creación de nuevas fuerzas políticas que fueron representativas de una nueva apertura democrática para el país. El surgimiento de nuevos partidos dio paso a la consolidación de liderazgos políticos y candidaturas presidenciales avaladas en coaliciones, lo cual debilitó la importancia de los partidos políticos como plataformas de pensamiento y formación de liderazgo. Este fenómeno, el personalismo político dinamizó las formas de hacer política, pero asimismo puso en riesgo la relevancia electoral de los partidos tradicionales como el Liberal y el Conservador.

El caso más evidente de personalismo político es el de Álvaro Uribe Vélez, quien llegó al poder con su propio movimiento, Primero Colombia, pero sus postulados ideológicos han estado consignados bajo el Uribismo. Desde entonces, la política se centra en la persona más no en el partido. Se trasladó el “ismo” del liberalismo y el conservadurismo al apellido del gobernante de turno y de este modo apareció el “Santismo”, el “Duquismo” y el “Petrismo”, entre otros.

El personalismo político transformó el ejercicio presidencial, ya que la figura del presidente no es definida por sus ideales políticos sino por carisma y personalidad.

Hubo una inversión de roles, la cual es menester resaltar. El presidente ya no se somete a los postulados políticos del partido, sino que por el contrario los partidos se crean a partir de los perfiles ideológicos de sus líderes. Igualmente la oposición se consolida a partir de la figura que más crítica le haga al gobernante de turno, creando un enfrentamiento personal entre las dos cabezas. Esto es evidente entre el Uribe vs. Santos, Petro vs. Uribe, Petro vs. Duque… pero la gran pregunta de hoy, es ¿quién vs. Petro?

Y esta preocupación no es menor, pues en este momento no existen liderazgos consolidados que encarnen la voz de la oposición. Esto por supuesto, tiene sus consecuencias directas desde el personalismo político, pues al no existir partidos consolidados no existe una escuela en desarrollo de pensamiento de las ideas políticas y mucho menos en la formación de liderazgos. Y terminan sucediendo liderazgos improvisados.

Tal es el caso de Rodolfo Hernández, que por su inconsistencia y falta de preparación política no tuvo la coherencia ni el respeto por sus electores para asumir la oposición o como el caso de Iván Duque, que durante su presidencia no capitalizó sus bases electorales ni construyó capital político para proyectarse como una voz renovada y relevante para la oposición que el país necesita.

Esto es una consecuencia directa de falta de institucionalización de partidos políticos y la responsabilidad de los políticos en desarrollar pensamiento, programas y líderes que convoquen a la sociedad. Necesitamos superar el personalismo, la individualidad y la egolatría política y volver al valor de las ideas. ¡Necesitamos con urgencia revivir las ideas y los postulados políticos!

Un gran ejemplo fue el del liberal López Pumarejo y la conformación de ‘los nuevos’, entre los cuales se encontraba el maestro Echandía, Lleras Camargo, Turbay, Lleras Restrepo. Jóvenes que se formaron en los postulados liberales convencidos que sí era posible la renovación del país.

La verdadera responsabilidad política e histórica de los líderes políticos radica en producir más líderes, no más seguidores. ¡Necesitamos más líderes y menos políticos!