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María Margarita López Gustavo Petro

Los silencios también hablan

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A lo largo del extenso discurso, el presidente quiso defender el concepto “Colombia, potencia mundial de la vida”, pero a mi juicio existen falencias ideológicas y carencias estructurales en el plan de gobierno que sustentan su concepto.

María Margarita López

El presidente Rafael Núñez, por medio de la Constitución de 1886, decretó el 20 de julio —en honor a la fiesta nacional— la fecha insigne para instalar las sesiones legislativas del Congreso. Este momento es clave para cualquier gobernante, pues es uno de los pocos momentos donde existe un encuentro formal entre el presidente y la clase política nacional.

El pasado 20 de julio el presidente Petro proclamó el primer discurso ante la instalación del Congreso. Este discurso, en términos de gobernabilidad, es el más importante a lo largo de la Presidencia. Por un lado, plantea cómo se va a ejecutar el Plan de Desarrollo Nacional y, por otro lado, mide su relación de poder con el Congreso. Vale la pena anotar, que el discurso de posesión es la promesa con la que llega el electo presidente a gobernar.

En ella, cabe perfectamente bien los eufemismos y las metáforas con las que persuadió al electorado para su victoria. Pero el discurso de instalación ya no puede ser una promesa de campaña. Por el contrario, en él debe quedar clara la hoja de ruta de cómo se va a gobernar en los años siguientes. Este discurso, ya no está dirigido a la población en general, ni a la prensa, ni a los organismos internacionales. Este discurso, debe estar dirigido a los congresistas que van a aprobar las reformas del Plan de Desarrollo para la ejecución presupuestal.

A lo largo del extenso discurso, el presidente quiso defender el concepto “Colombia, potencia mundial de la vida”, pero a mi juicio existen falencias ideológicas y carencias estructurales en el plan de gobierno que sustentan su concepto.

En una perorata bastante deshilvanada, Petro expuso ideas cómo los desafíos del cambio climático, la extinción del hombre en la tierra y porqué Colombia debía convertirse en una “potencia mundial de la vida”. Asegura que el camino es la justicia ambiental y social, pero a lo largo de su discurso nunca propuso una reforma de la justicia. ¿Cómo ejercer justicia social y ambiental en un país que no tiene justicia?

Si estamos ad portas de la extinción humana —científicamente este concepto es conocido como la era Antropoceno— y su plan de gobierno se desprende de cláusulas científicas, ¿no sería lógico que los ministerios más importantes para cumplir su promesa sería el de Ciencias y Cultura? ¿Entonces por qué hubo un recorte de aproximadamente 50 % de los recursos al Minciencias y del 8 % a Mincultura? Cabe anotar que en ningún momento el presidente los mencionó.

El turismo volvió a tener protagonismo como alternativa económica en la transición energética. Y acá es cuando se vuelven más interesantes los vacíos en su discurso. Habló de aeropuertos internacionales en lugares como el Guaviare. Pero acaso, ¿los aviones no necesitan energía fósil? ¿Y cómo promover un turismo sostenible en Colombia cuando el país no tiene infraestructura? No hubo una sola mención a la creación de autopistas 4G, trenes, ni a la navegabilidad de los ríos como el Magdalena y el Meta. Sin infraestructura no hay turismo sostenible, ni educación, ni salud, ni seguridad. Es decir, ni paz ni progreso.

La paz ha sido en los últimos gobiernos, una de las palabras más usadas por los presidentes. Petro la usó poco y nunca mencionó su política de ‘Paz total’. En vez de proponer un camino hacia la paz argumentó que la guerra entre el Estado y la insurgencia se está acabando. El presidente olvidó la razón fundamental del por qué la Constitución de 1991 y el fenómeno del narcotráfico en los 90 que financió la guerra en Colombia por más de 25 años.

El riesgo de este tipo de discursos es llenarlos de sofismas que no son congruentes con la realidad política del país. Los silencios también hablan.