Sábado, 23 de noviembre de 2024 Suscríbase
Temas
María Margarita López Papa Francisco

La postura del Papa… caliente, tibio, frío…

Más de este autor

Ha pasado casi un mes del fraude electoral de Venezuela y el CNE aún no publica las actas que respaldan su victoria. La gran mayoría de los países democráticos cuestionan la legitimidad del triunfo de Maduro y por supuesto, los países autoritarios como Rusia, China, Cuba y Nicaragua reconocen al dictador como presidente. Y por supuesto, Colombia, con Petro a la cabeza, no toma una postura definitiva. Ni apoya, ni condena. Tibia, como dirían los mismos petristas hace un par de años largos.

No obstante, estas posturas son predecibles. Lo que sí no es predecible es la tibieza del Papa y del Vaticano. Es inaudito que el papa Francisco —argentino y quien por demás creció y vivió en un país con constantes golpes de Estado y dictaduras durante el siglo XX—, no tenga una postura clara frente a la situación política de Latinoamérica, y en especial la de Venezuela. Su actitud a mi juicio es osada.

En sus primeras declaraciones, el Papa pide un “llamado a todos los actores para que busquen la verdad, actúen en moderación, eviten la violencia y resuelvan sus diferencias mediante el diálogo…”, cómo si la oposición estuviera en las mismas condiciones políticas que el régimen de Maduro, demostrando casi desconocimiento e insensatez a lo que el pueblo venezolano actualmente está viviendo. De hecho, Maduro previo a las elecciones declaró que en caso de no ganar “habrá una guerra civil fratricida” (sic) y “un baño de sangre” y en efecto ha cumplido su palabra oprimiendo con violencia las multitudinarias marchas pacíficas de los ciudadanos y amenazando a María Corina Machado y a los líderes de la oposición. Pregunto: ¿Es posible hacer un llamado a los actores para buscar la verdad, cuando precisamente el meollo del asunto es la falta de transparencia en unas elecciones supuestamente democráticas? ¿Es posible dentro de un régimen dictatorial resolver las diferencias con diálogo? ¿Cómo se es indiferente ante los ocho millones de venezolanos migrantes en el mundo en un país que antes lo tenía todo y hoy sólo tiene corrupción a manos llenas? ¿Por qué el Papa es tan blando con los conflictos de nuestra región?

“Es inaudito que el papa Francisco —argentino y quien por demás creció y vivió en un país con constantes golpes de Estado y dictaduras durante el siglo XX—, no tenga una postura clara frente a la situación política de Latinoamérica, y en especial la de Venezuela

Mi duda se amplifica más con la decisión del Papa en designar al español monseñor Alberto Ortega Martín como nuncio apostólico de la Santa Sede. El dictador Maduro recibió el 14 de agosto las cartas credenciales del monseñor junto al canciller Yván Gil y la viceministra de Relaciones Exteriores para Europa, Coromoto Godoy en el Palacio de Miraflores. Este nombramiento significa que el Vaticano ha nombrado embajador en Venezuela. La nunciatura apostólica representa al Papa ante el gobierno y maneja los asuntos entre la sede apostólica y el gobierno civil.

Desde hace más de tres años Venezuela no tenía un nuncio designado. El último fue Aldo Giordano quien salió del país en 2021. Sorprende la decisión del Papa, la cual se deduce cómo un reconocimiento político a Maduro como presidente de Venezuela. En las declaraciones del Papa no se reflejan preocupaciones por el fraude electoral, ni por la seguridad de la oposición y ni mucho menos por las declaraciones erráticas de Maduro. Existe un guiño del Papa con el régimen y el mensaje restableciendo relaciones diplomáticas, es fortalecer lazos con el gobierno de Maduro.

El Vaticano es un jugador relevante en la arena política internacional. Esta “estatización” moderna de la fe se dio a partir de 1929 cuando el dictador fascista Mussolini y el papa Pío XI firmaron el Tratado de Letrán, donde se les reconoció independencia y soberanía a la Santa Sede, una compensación financiera por las pérdidas de 1870, extraterritorialidad e inmunidad fiscal. De este modo, la dualidad Iglesia católica/Santa Sede cuenta no solo con la administración de la fe de los 1.390 millones de católicos que hay en el mundo, de los cuales 425 millones son latinoamericanos, sino que también sus posiciones políticas influyen en el foro político internacional. La responsabilidad del Papa ante Venezuela no es menor y su vaguedad no solo preocupa, confunde y decepciona.