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María Margarita López Gobierno Gustavo Petro

La elección de la pobreza

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Los colombianos eligieron ser pobres con la elección de Gustavo Petro”, comentó Mario Vargas Llosa. Yo estoy de acuerdo con el nobel peruano, excepto que esta elección no se le puede impugnar a la votación de Petro, sino que es una decisión que se remonta años atrás. Ha sido nuestro signo histórico por consecuencia de las paupérrimas decisiones políticas.

Elegimos ser pobres cuando decidimos no apostarle al desarrollo de la infraestructura vial del país. A lo largo del siglo XX no se pudo concretar un proyecto ferroviario ni de navegación fluvial que interconectara las regiones. El país se centró en la arteria del río Magdalena, pero olvidó sus costas, sus ríos y sus llanuras.

En este olvido no planificó el progreso, corrompió el sistema ferroviario y reemplazó los caminos de herradura coloniales por carreteras de cemento. La pobre Colombia quedó hundida en sus montañas con un sistema de carreteras trazado desde el plan de gobierno de la Revolución en Marcha de López Pumarejo. Vamos a cumplir cien años de historia con el mismo croquis y plan de desarrollo de infraestructura vial. Los cambios han sido mínimos, sin innovación, sin inversión, pero con mucha corrupción y politiquería. Hoy en día el 95 % del transporte de carga es por carretera y el país tiene un rezago industrial de 70 años.

Esta ha sido la elección de los políticos colombianos, con el riesgo que desde hace unas décadas los gremios de los transportadores, los taxistas y las protestas sociales han secuestrado las carreteras y las calles del país en favor de sus intereses, pero en detrimento del bien público como lo es el abastecimiento, la seguridad y la salud, afectando directamente la ciudadanía.

El último caso fue el Paro Camionero, que manifestándose en contra del alza del diésel decidieron tomarse las carreteras afectando gravemente la economía del país. La problemática central es de carácter técnico y fiscal con un altísimo costo político para el presidente Petro. Este dilema, centrar la conversación en el precio del combustible, ejemplifica una vez más la pobreza de nuestro debate público.

El resultado de la negociación del Paro fue —otra vez— una oportunidad perdida para el capital político de Petro, en donde no logró elevar en la agenda pública temas estructurales que son esenciales en su programa político: la desigualdad, el medio ambiente y la transición energética.

Y el resultado de este paro fue el mismo de siempre; paños de agua tibia como solución a un problema estructural. Por un lado, a pesar de las reclamaciones, que en una primera instancia suenan justas, los camioneros también deben renovar el parque automotor con base a energías limpias, siguiendo la política de incentivo de la chatarrización. Asimismo, el Estado debe garantizar el orden y la implementación de la ley con respecto a los transportadores, taxistas y otros gremios que, en su derecho por la protesta terminan canibalizando la sociedad. No es cuestión de banderas políticas, sino de respeto al orden público.

Por último, lo que sí queda claro es que el país debe tener una política de largo aliento que obligue a los gobernantes de turno a consolidar un proyecto de infraestructura vial que desate los monopolios de los gremios de transporte y, sobre todo, superando las infantiles discusiones como es el caso del metro de Bogotá. Incluso me atrevo a decir que la raíz del problema de Colombia es la falta de infraestructura. Sin trenes, sin ferris, sin barcos, sin carreteras, sin calles no hay comunicación, ni conectividad. Sin ellos, no llega el progreso, ni la educación, ni la seguridad, ni la institucionalidad del Estado. La falta de infraestructura es el origen del caos, la violencia y la desigualdad.