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María Margarita López Gustavo Petro

Ingobernabilidad 2.0

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Cuando un gobierno es ingobernable se corren muchos riesgos para el Estado y la nación. Se pierde legitimidad, institucionalidad y se pone en peligro la democracia.

María Margarita López

La función principal del presidente de la República es gobernar y para gobernar se necesita una combinación de legitimidad política, institucionalidad y eficacia socioeconómica. Pero en el caso reciente de Colombia parece que todo lo que ocurre en el país es precisamente lo opuesto. Estamos ante la ingobernabilidad, es decir la incapacidad del presidente en administrar su propio gobierno.

En las últimas semanas se ha desencadenado una serie de escándalos políticos del presidente Petro que son realmente inaceptables para un gobernante. El tema del robo del dinero de la exjefa de gabinete Laura Sarabia, el polígrafo y las chuzadas ilegales a la señora Marelbys Meza, las grotescas conversaciones de Benedetti —que raya en la misoginia y un espantoso clasismo verbal—, que incluye además secretos de cómo se financió la campaña presidencial, la muerte del coronel Dávila y ahora la noticia de que el dinero robado era del presidente Petro, inevitablemente nos devuelve a la historia y nos obliga a recordar el Proceso 8.000 del presidente Samper.

El escándalo del Proceso 8.000 se desató cuando ni siquiera se había cumplido el primer año de gobierno del presidente. Samper llegó al poder con un programa de gobierno socialdemócrata que tenía ánimo de implementar una serie de reformas con el objetivo de compensar las políticas neoliberales de la apertura económica de Gaviria. El principio rector del “gobierno de la gente” fue la inversión social. Sin embargo, el programa reformista no se pudo llevar a cabo del todo por consecuencia del Proceso 8.000.

Samper perdió legitimidad como gobernante y su posición como primer mandatario fue fuertemente cuestionada por sectores opositores y una porción importante de la población que reclamaba con vehemencia su dimisión. Además, se le sumó la renuncia de su vicepresidente, la descertificación por parte de Estados Unidos al país y por último, la pérdida de la visa del presidente Samper con su famoso “aquí estoy y aquí me quedó”, no se dejó quitar el puesto. Y para poder mantenerse con la poca legitimidad que tenía, Samper desvió las relaciones internacionales fortaleciendo el movimiento de ‘No Alineados’, se dedicó a la inversión social del país y a declamar discursos memorables como cuando exclamó que no necesita visa para ir a Chaparral.

Los cuatro años de Samper estuvieron mermados por crisis y recesión económica, incumplimiento en el plan de gobierno y por último, un incremento de la violencia insurgente. Su presidencia fue considerada una narcodemocracia que abrió el camino para el fortalecimiento de los grupos ilegales, que dejó el país cuatro años más tarde al borde de ser un Estado fallido.

Y hoy en día, la percepción del gobierno Petro es muy similar. No ha cumplido su primer año y los escándalos son vergonzosos. Dejan en evidencia lo sucia que fue su campaña presidencial para llegar al poder. No pudo con el ELN y la ‘Paz Total’ suena más a fracaso total.

Su ánimo refundacionista y mesiánico de transformar el Estado por medio de reformas impopulares ha puesto en tela de juicio la capacidad de negociación del presidente con el legislativo y en su desespero ha tenido que recurrir a promover la movilización popular para que desde las calles se pueda incidir en las políticas públicas. Petro cree ingenuamente que la soledad del poder se cura en las plazas y en Twitter.

Cuando un gobierno es ingobernable se corren muchos riesgos para el Estado y la nación.

Se pierde legitimidad, institucionalidad y se pone en peligro la democracia. La razón principal es porque se es permisivo con la ilegalidad.

Esto quiere decir que los poseedores del poder evaden las restricciones legales en búsqueda de beneficios personales. Su comportamiento no es respetuoso con las instituciones ni con las reglas de juego establecidas por la Constitución, sino que por el contrario sus conductas se definen en buscar beneficios particulares sobreponiéndolos a los intereses de la ciudadanía y la nación. ¿Y qué mejor ejemplo que el meollo de la niñera y Laura Sarabia?