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Marco Tulio Gutiérrez Morad colombia

Reflexiones de principio de año

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Es fundamental traer al debate político propuestas que vayan más allá del simple rifirrafe ideológico y que sean capaces de sentar las bases de un nuevo liderazgo en pro de la unidad republicana”.

MARCO TULIO GUTIÉRREZ MORAD

Finalmente llegó el tan esperado 2022, año del cual veníamos hablando desde hace mucho tiempo. En primer lugar, es año electoral. Se elegirá, por un lado, la composición del legislativo y por el otro, nada más que al nuevo presidente de los colombianos. Pero en segundo plano, al margen del mundo político, es un año trascendental para la recuperación económica y el regreso a la normalidad después de la pandemia. Sin duda, será un año de especial importancia.

Definitivamente no hay nada más diáfano que el dicho popular “no hay plazo que no se cumpla ni fecha que no se alcance”, pues el tan lejano y distante 2022 ya está aquí y llega después de un periodo en el que sorteamos innumerables complejidades. Las dificultades de 2021 dieron la angustiosa sensación de que el tiempo no pasara y de que ese 2022 por venir se viera anclado y lejano en el horizonte.

Los minutos parecían días y los días semanas en un país que desde abril fue lacerado sin clemencia por una protesta social que, si bien en algunos aspectos tenía cierto fundamento, terminó mutando en una permanente convocatoria al caos y al terror, cuya inspiración filosófica se había disipado y menguado con las concesiones del Presidente de la República, tal como ocurrió con la desafortunada reforma tributaria, texto que fue retirado e, incluso, le costó el puesto al entonces ministro de Hacienda. Pero, pese a que se acogieron esas demandas iniciales y fundantes del comité del Paro, la protesta se prolongó indefinidamente.

Hubo unas multitudinarias manifestaciones que de movilización y asociación carecían totalmente, pues con el tiempo se pudo demostrar cómo la denominada ”primera línea” fue infiltrada por organizaciones criminales, cuyo objeto no era otro que el de generar la zozobra masiva y someter a una ciudad mediante un sistemático y tenebroso plan que pretendía debilitar la estabilidad del sistema público de transporte, para hacer colapsar la movilidad de los trabajadores y, como corolario, permear las células más sensibles de una sociedad atemorizada por esta nueva expresión de terrorismo urbano.

Con las multitudinarias protestas, no se hicieron esperar las impías consecuencias de la furia de una pandemia que en junio llegó a los peores y más angustiantes registros de muerte por causa del virus, la más execrable cifra registrada desde marzo de 2020 hasta hoy.

Así mismo, las condiciones económicas y la reactivación en medio de este caos se encontraba en absoluto suspenso. La industria inmobiliaria, hotelera y gastronómica estaban totalmente arruinadas. Los capitales colombianos y extranjeros, sometidos a la incertidumbre de la bomba social, desencadenaron una salida masiva de dinero.

De ahí tanto énfasis y tanta atención en lo que significa este 2022, pues sin duda el país entró en el cuello de botella de elegir entre dos opciones. Por un lado, la réplica de un modelo que no solo es que no nos guste, sino que ha fracasado sistemáticamente en el mundo entero y no únicamente en nuestra región. El esquema socialista, desde su acepción científica y dialéctica, se basó en un bosquejo de planeación económica que la misma volatilidad de la realidad social se encargó de sepultar. ¿O qué decir de los famosos planes quinquenales para la economía de la Unión Soviética, que desde los años 70 predecían su inminente colapso? Sin embargo, no hay que ir tan lejos. Es solo cuestión de ver en nuestro vecindario una realidad que parece sacada de una distopía: Venezuela sin petróleo, Argentina sin carne y Cuba sin azúcar.

En contrario censo está la idea del reforzamiento al Estado Social de Derecho, mediante el concurso de la iniciativa privada y la economía de mercado, con una propuesta que permita, a través del ordenamiento jurídico, lograr la satisfacción de las necesidades colectivas. Sin embargo, para este 2022 es precisamente este sector el que más cauto y más preparado debe estar para afrontar y mitigar la marea populista que azota nuestra cotidianidad.

Requerimos con urgencia un líder que sea capaz de promover un cambio estructural, que abogue por la reconfiguración de valores, que en nuestro contexto cambiaron de manera dramática sobre la base del dinero fácil y la codicia. Es menester recalcar en la juventud la imperiosa necesidad de formar ciudadanos antes que formar multimillonarios.

«El verdadero problema de Colombia es que perdimos por completo la capacidad de sorprendernos»

Es deber de la nueva dirigencia fomentar políticas estatales encaminadas a revisar la salud mental de los colombianos. No podemos seguir acostumbrándonos a la desgarradora realidad, donde ya ni siquiera el homicidio más perverso es capaz de conmovernos.

Vivimos en una sociedad donde la inmediatez de la información ha creado líderes superfluos y vaporosos, que no dejan remembranza, y que son solo fruto del agitado momento. Nuestra sociedad se encuentra postrada en una unidad de cuidados intensivos en estado agonizante. Es fundamental traer al debate político propuestas que vayan más allá del simple rifirrafe ideológico y que sean capaces de sentar las bases de un nuevo liderazgo en pro de la unidad republicana.

El verdadero problema de Colombia es que perdimos por completo la capacidad de sorprendernos y, consecuentemente, de manera automática el olvido se vuelve una constante de nuestro acontecer. Aquí una persona que atenta contra el erario es investigada, judicializada y, al final, regresa cualquier monto insignificante y cumple con una prisión domiciliaria que se vuelve casi una pena simbólica. Y como si nada, ese mismo criminal vuelve a reincorporarse en la sociedad sin arrepentimiento, sin pudor, pero con un absoluto y voraz apetito por seguir obteniendo dinero y ojalá dinero fácil.