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Julio César Iglesias opinión

El regreso del ‘ogro’ inflacionario

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Aunque en Colombia el IPC apenas se incrementó 5,62 % en 2021, menos que en la mayoría de los países de la región, el panorama de los próximos meses también aquí es preocupante”.

JULIO CÉSAR IGLESIAS

Ingeniero industrial y analista financiero

Uno de los primeros recuerdos televisivos que tengo, al lado del glorioso “cinco a cero”, es el de un comercial de la campaña de Ernesto Samper a la Presidencia en el que este prometía “derrotar a la inflación” usando como metáfora a un hombre que usaba un enorme traje lleno de aire, una especie de monstruo al que debíamos vencer.

Tan de moda se ha puesto en el cine y en la televisión hacer nuevas versiones de producciones ochenteras y noventeras, que pareciera que el entorno económico que vivimos en 2021 es otro producto derivado de la nostalgia. Salvo que, en lugar de entretenernos, este remake debería alertarnos.

Y es que desde esa época, mediados de los noventa, el fenómeno inflacionario había dejado de ser una preocupación central para el país. De hecho, la última vez que tuvimos un incremento del IPC de dos dígitos fue en 1998, el último año del gobierno Samper, cuando alcanzamos una variación del 16,7 %. La independencia del Banco de la República promovida por la constitución del 91, y la gestión responsable de la política monetaria, han dado sus frutos y hemos tenido unas décadas de estabilidad en los precios, uno de los elementos que explica el buen desempeño agregado de la economía colombiana durante este período.

Mucho se ha hablado sobre los factores que explican que, no solo en Colombia sino en el mundo, el ‘ogro’ inflacionario esté de vuelta. La mayoría de las explicaciones aluden a las disrupciones en la oferta que se presentaron como resultado de la crisis de la covid-19; los cuellos de botella en múltiples industrias clave, como la de los microchips o la logística marítima, conocida como la “crisis de los contenedores”, han ocasionado atascos y atrasos en casi todas las cadenas productivas.

Economía básica. Si la oferta se reduce, como ha ocurrido debido a la incapacidad de muchas empresas de operar con normalidad por las estrictas políticas anticovid, sobre todo en China, y a la escasez generada por los cuellos de botella, al tiempo que la demanda se encuentra estable o, incluso, creciendo, los precios tenderán a subir, la inflación a crecer.

Pero no toda la culpa se le puede achacar a la oferta. La demanda también ha jugado su papel. Por un lado, la estructura de los bienes y servicios que necesitan los ciudadanos se transformó durante la pandemia. Las restricciones a las interacciones sociales, por ejemplo, derivaron en una caída en la demanda de servicios –piense en los restaurantes o los hoteles–, pero al tiempo en un aumento en la demanda de productos físicos, por ejemplo, en mesas para trabajar desde casa o en televisores para soportar el tedio del encierro.

«El ‘ogro’ inflacionario que vendría en este remake podría tener mejor maquillaje, mejores efectos especiales y ser bastante más peligroso».

Estos cambios en las necesidades que tienen los consumidores, es decir, en el tipo de bienes y servicios que buscan comprar, hicieron que las estructuras productivas de las economías quedaran desfasadas por cuenta de la rapidez con la que ocurrieron: ofreciendo más servicios de los que las personas requerían y menos bienes de los que ahora necesitaban. La escasez de esos productos más demandados, por supuesto, se tradujo en presiones inflacionarias.

Más leña al fuego llegó por cuenta de la política fiscal en varios países desarrollados, los generosos paquetes de ayuda a los hogares y empresas terminaron por subirle la temperatura a la demanda y, por lo tanto, a los precios.

La economía de Estados Unidos, de hecho, experimentó el año pasado el mayor incremento en los precios desde 1982, alcanzando un ruidoso 7 % que ha prendido las alarmas de la comunidad inversora, debido a que obligaría a la Reserva Federal (FED) a “ajustarse el cinturón” y a abandonar la laxitud monetaria que ha caracterizado sus decisiones desde la crisis financiera de 2008.

Y aunque en Colombia el IPC apenas se incrementó 5,62 % en 2021, menos que en la mayoría de los países de la región, el panorama de los próximos meses también aquí es preocupante. La necesidad de la FED de incrementar las tasas a lo largo de 2022 podría agudizar el fenómeno de la devaluación dado que los capitales tenderían a regresar a Estados Unidos buscando mejores tasas de interés, con lo cual ocurriría una mayor oferta de pesos, lo que también tendría un efecto inflacionario.

Pero si a esta receta se le suma un ambiente político de alto riesgo, en el que el favorito para sustituir a Iván Duque es un político que ha puesto en duda la independencia del Banco de la República y que defiende posiciones económicas más cercanas a la superchería que a la ciencia, no hay duda de que estamos caminando sobre la cuerda floja. El ‘ogro’ inflacionario que vendría en este remake podría tener mejor maquillaje, mejores efectos especiales y ser bastante más peligroso.