A Petro la máscara de demócrata no le duró ni un año. Para obtener una apretada y cuestionada victoria debió disfrazarse de político de centro, lo que le permitió atraer a políticos moderados como Alejandro Gaviria, quien en una entrevista antes del triunfo ya nos había advertido lo que iba a suceder con su mandato.
Por: Julián Buitrago.
Al Presidente no le interesa rodearse de voces sensatas que lo asesoren para sacar unas reformas consensuadas con todos los sectores involucrados. Necesita activistas radicales que impongan su visión particular del mundo, esa que mostró en la Universidad Stanford en un discurso que parecía escrito a cuatro manos por Arjona y Cantinflas, cuyo resumen es que el sistema capitalista va a hacer extinguir a la humanidad y por eso hay que acabarlo.
Por eso hizo explotar la coalición de Gobierno la semana pasada, sacó a la Ministra de Agricultura ya que se negó a apoyar su idea de expropiaciones exprés y al Ministro de Hacienda porque no le gustaron las cuentas que hizo donde le demostró que sus reformas son impagables.
Nombró a personas cercanas desde su alcaldía, que seguramente se limitarán a asentir la cabeza ante cada nueva propuesta, por descabellada que sea.
Empecemos por la reforma a la salud: Aunque una de las víctimas del revolcón ministerial fue Carolina Corcho, la idea de estatizar el manejo de los recursos y volver a la época del Seguro Social sigue en pie. Ya lo dijo el designado ministro Jaramillo: “Yo defiendo al ISS”. Un sistema que explotó por el desgreño, la corrupción y la politización de su planta de personal.
¿Se imaginan cuando su cita médica y el tratamiento dependan del político regional? Pero, tal vez, el problema más grave de la reforma es que dispara los costos fiscales del sector, que el Ministerio de Hacienda calculó en más de 100 billones de pesos para los próximos 10 años, provocando la ira de Petro y la salida de Ocampo por la puerta de atrás.
La reforma laboral: Aunque su costo fiscal no es directo, para la economía es altísimo porque en su afán por aumentar los privilegios de los sindicatos, espanta la creación de empleos formales y aumenta los costos para los empresarios, que seguramente serán transferidos a los precios de los bienes y servicios, impidiendo que la inflación baje. Pero ya la ministra Ramírez fue clara: la reforma no busca la creación de empleo sino mejorar las condiciones de los existentes.
La reforma pensional: Ya lo dijo Petro en Cartagena, hizo las cuentas mal y las pensiones de medio salario mínimo que le había prometido a tres millones de personas de la tercera edad no son financiables.
Pero además, al obligar a los trabajadores de menos de tres salarios mínimos a cotizar en Colpensiones, marchita los fondos privados que se han encargado de fomentar el ahorro y hacer inversiones para multiplicar esos recursos, creando una bomba pensional a futuro, porque el sistema piramidal se gasta la caja de los aportantes en los pensionados actuales. Eso ya se ensayó y volvió insostenible al ISS.
Por último, marchitar Ecopetrol, impidiendo nuevos contratos de exploración, porque “el petróleo va a acabar con la humanidaTT” no va a impedir que el mundo siga consumiendo combustibles fósiles, pero sí privará a Colombia de su más importante fuente de recursos, trayendo graves problemas de financiación, devaluación, empleo y seguridad.
Para que no crean que la subida del dólar es un tema global y que nada tiene que ver con las reformas de Petro, basta comparar el desempeño de las monedas regionales. En junio del año anterior, antes de las elecciones presidenciales, el peso mexicano estaba a $190 pesos colombianos y el real brasilero a $780. Hoy cuestan $260 y $940. Eso significa que el dólar debería estar entre $3.500 y $3.900 pesos.
Que el dólar la semana pasada haya subido hasta los $4.700 cuando toda la región se estaba fortaleciendo significa que a los inversionistas locales y extranjeros no les gustó la radicalización del gobierno. Debemos defender las instituciones y la separación de poderes para evitar que un presidente con ínfulas de dictador nos cambie el modelo económico, que es en últimas el objetivo de todas sus reformas.