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Alerta de Tsunami

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Lamentablemente hoy no contamos con unas finanzas sanas como las del 2008, cuando la deuda estuvo por debajo del 40% del PIB, lo cual permitió hacer política contracíclica. Tampoco tenemos un gobierno que se caracterice por su habilidad en la ejecución y mucho menos por buscar consensos con el sector privado para afrontar la crisis.

Por: Julián Buitrago, de Mejor así

Los efectos económicos más desastrosos de la pandemia están por venir. Los desbalances que produjo el Covid, primero con las cuarentenas que frenaron toda la demanda de servicios, posteriormente con el choque de oferta de bienes indispensables para la cadena de producción como los semiconductores que implicaron desabastecimiento de automóviles, maquinaria y equipos electrónicos, la disparada del costo de fletes por la salida de compañías transportadoras, sumado a las expansiones monetarias sin precedentes de los bancos centrales para brindar estímulos a familias y empresas, llevaron a serios problemas inflacionarios en todo el mundo, con cifras que no se veían desde la década del 70.

La reacción natural de todos los bancos centrales fue aumentar las tasas de interés para controlar los precios y volver a las metas de largo plazo, entre el 2% y el 4%.

Las altas tasas de interés en Estados Unidos están generando una bomba de tiempo ante la imposibilidad de seguir asumiendo el costo de la deuda en todos los sectores: la deuda pública llegó a la escandalosa cifra de 31 trillones y su servicio ya es el rubro más alto del presupuesto federal, por encima incluso del gasto en defensa.

La deuda en tarjeta de crédito está en 1.3 trillones (cuatro veces el PIB colombiano). La tasa de las hipotecas está llegando a un 9% y los ingresos necesarios para adquirir un crédito son tres veces más altos que los de hace apenas un par de años, haciendo imposible su acceso para la mayor parte de los americanos. Los pocos que podrían demandar inmuebles nuevos son los que ya tienen su casa libre pero se enfrentan al problema de que no tienen comprador y tampoco están dispuestos a endeudarse con las tasas tan altas.

En vehículos la situación es muy similar: a su alto precio se debe sumar el costo financiero. La morosidad en todos los tipos de cartera se acerca a los niveles del 2011 y eso con una tasa de desempleo todavía en niveles por debajo del 4%. A medida que la recesión se profundice, este indicador comenzará a aumentar de manera vertiginosa.

Colombia no es ajena al fenómeno, pero con un agravante: mientras en la mayor parte del mundo la inflación ya ha vuelto a sus niveles históricos, aquí continúa en dos dígitos, la tercera más alta de la región después de Venezuela y Argentina, y es poco probable que tenga disminuciones drásticas mientras el Gobierno siga aumentando el precio de los combustibles cada mes, y eso que todavía no ha tocado el diesel. Cuando lo haga se vendrá una reacción en cadena en todos los bienes de la economía, sobre todo los básicos como alimentos.

La pregunta no es si se viene una crisis crediticia global, la pregunta es cuándo. En el 2008 todos los mercados sufrieron las consecuencias de la explosión de la burbuja de las obligaciones subprime. Esta vez el golpe será mucho mayor porque podría haber un cese de pagos generalizado en todos los tipos de cartera y las consecuencias son impensables, debido a que los bancos centrales cuentan con poco margen de maniobra para inyectar estímulos pues se generaría un ciclo inflacionario mucho mayor al que acabamos de pasar.

Lamentablemente hoy no contamos con unas finanzas sanas como las del 2008, cuando la deuda estuvo por debajo del 40% del PIB, lo cual permitió hacer política contracíclica. Tampoco tenemos un gobierno que se caracterice por su habilidad en la ejecución y mucho menos por buscar consensos con el sector privado para afrontar la crisis.

La mayor recomendación: ahorrar, ojalá en otras monedas y tener un colchón para aguantar el vendaval.