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Juan Gonzalo Botero UPRA

Repensando el campo colombiano

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El campo colombiano ha sido históricamente el motor económico y social de un país que posee una rica biodiversidad y una geografía privilegiada. Nuestro sector agropecuario tiene un potencial inmenso que aún no ha sido completamente aprovechado.

Según la UPRA, con datos del 2024, Colombia cuenta con una frontera agrícola, de aproximadamente 43 millones de hectáreas; cerca de 5 millones y medio se encuentran sembradas en cultivos, mientras que alrededor de 33 millones de hectáreas están dedicadas a la ganadería y 60 millones de hectáreas permanecen en bosque. Estas cifras reflejan la necesidad de un uso más eficiente y planificado de la tierra y nos llevan a un primer punto fundamental para repensar nuestro campo: el ordenamiento de la producción.

No es otra cosa que alinear nuestras actividades productivas con la verdadera vocación de los suelos. No podemos seguir explotando tierras sin tener en cuenta su capacidad real.

¡El fomento a la exportación es clave! Enfocarnos en productos que han demostrado su competitividad en el mercado global, como el café, las flores, el banano, la palma de aceite, el coco, la carne y el ganado en pie, la caña de azúcar y el aguacate. Estos sectores son pilares del comercio exterior colombiano y tienen el potencial de seguir creciendo si se les otorga el apoyo adecuado.

También prestar especial atención a productos de impacto en el mercado local, como el arroz, el maíz y la soja. Además, la cadena hortifrutícola —donde destacan el mango, el limón, el arándano y la cebolla—, el cacao, la caña panelera, el algodón, las raíces y tubérculos (papa, yuca, ñame), la reforestación, otras proteínas animales (pollo, huevo, cerdo y piscicultura) y la apicultura también deben recibir un impulso significativo para fortalecer la seguridad alimentaria y la economía local.

Otro punto clave es el crédito y el seguro agropecuario que con herramientas financieras que permitan a los pequeños y medianos productores acceder a los recursos que necesitan para crecer. Es fundamental apoyar la asociatividad que facilita la creación de economías de escala y mejora el poder de negociación en los mercados.

Asimismo, debemos trabajar en el desarrollo de cadenas de comercialización directas, minimizando la cantidad de intermediarios que reducen las ganancias del productor. La política de “Agricultura por contrato”, que fue implementada entre 2018 y 2022, es un ejemplo exitoso de cómo un programa bien diseñado puede conectar directamente a los productores con los compradores, generando beneficios reales para sectores como la panela, el ñame y el maíz.

La diplomacia sanitaria, la protección fito y zoosanitaria y la sanidad agropecuaria, son vitales para garantizar que nuestros productos cumplan con los estándares internacionales y mantengan su acceso a los mercados globales.

También la modernización y el desarrollo tecnológico deben ser llevados al campo colombiano para mejorar la productividad y la sostenibilidad de nuestros sistemas de producción.

La reforma agraria integral está en el centro de cualquier estrategia para el desarrollo rural. Es acompañar a los propietarios con las herramientas descritas. La sostenibilidad es prioridad, promoviendo la agricultura y la ganadería regenerativa para asegurar que nuestra agricultura sea respetuosa con el medio ambiente.

Finalmente, apoyar a la mujer rural y a los grupos étnicos es esencial para construir un campo más inclusivo y justo. Estas comunidades son fundamentales para el desarrollo agropecuario del país y deben ser respaldadas en cada paso del proceso.

Esta es una visión inicial que nos permitirá repensar nuestro campo para llevar prosperidad a nuestros productores y encaminarlos por un nuevo camino de productividad.