Si usted quiere hacer política y no le gusta el drama,entonces a usted no le gusta la política. Lo suyo es otra cosa. Pero hay en las personalidades políticas actuales una especie de desbalance frente a la percepción.
Quieren ser héroes, grandes héroes, casi tener un monumento en vida, quieren ser el Capitán Ahab, pero una vez que están en su barco y zarpan, entonces dicen que tan solo van a pescar boquerones, que no es lo suyo ir por Moby Dick, que son gente sensata que no anda por ahí persiguiendo ballenas que son demonios. Pero no hay Ahab sin Moby Dick, no hay Titanic sin iceberg.
Desde la Gran Guerra, hasta la guerra contra el terrorismo, todas han sido guerras contra la democracia. No hay antecedente de un sistema político más combatido en la historia. La democracia y su esencia que es el capitalismo, más que un éxito político, ha sido un éxito militar. Condenada a guerras defensivas de las que no puede retirarse, ha prevalecido por una suma muy especial de factores propios de su naturaleza, entre ellos la indeclinable voluntad de sus ciudadanos para preservar la libertad, esa extraña idea griega que una vez presentida lo arrastra todo.
Quien dice democracia dice guerra y dice drama porque vivirá en un mundo bajo agresión permanente. La democracia ha debido luchar y seguirá luchando guerras culturales,guerras políticas, guerras religiosas, guerras raciales, guerras grandes o pequeñas y siempre estará movilizada.
Esta característica de la democracia liberal como sistema armado muy eficiente ha derivado en la creencia, impulsada por ultras antisistema, de que esta ejerce también una gran cantidad de violencia contra sus ciudadanos y cualquier actividad se englobó como violencia, ya fuera “precariedad”, “desigualdad”, “represión”. Abstracciones para que cualquiera alegara ser víctima de violencia de estado. En realidad, lo que buscaban estos grupos era materializar acciones organizadas de violencia material y concreta para socavar la democracia y reemplazarla por un “nuevo orden”. En nuestro país a este fenómeno le pusieron la marca sentimental de “estallido social”, no fue ni lo uno ni lo otro, pero sí puso en evidencia un sector que sigue el lema büchneriano: “si en nuestra época hay algo que pueda ayudarnos, ese algo es la violencia”.
Es en este punto donde la pesca de sardinas deja de tener sentido porque tenemos enfrente a Moby Dick. Ya no vale inventarse un Capitán Ahab de pacotilla, inflado en con los espectros de la web.
Hay que enfrentar a la ballena blanca. Los mitos modernos no están hechos para comprender el pasado sino para capturar el futuro. Lo que está en juego es la libertad, sin la cual no hay prosperidad, ni un mañana. Lo que está sucediendo es que la dictadura avanza imponiendo el miedo y frente a esto solo es posible una actitud profunda y enérgica.
Los partidos y las elites seguramente pactarán con el más fuerte y ha esto le llamaran “acuerdo nacional”, o lo que sea, pero en el fondo están acordando el fin de la democracia, el triunfo de gran ballena blanca. Estamos frente a un desafío existencial, no frente a un asunto banal de trámite político. No hay lugar para débiles ni tibios. Llegó la hora de ser Ahab de veras.
* Tomado de un diálogo de la novela La muerte del Comendador, de Haruki Murakami.