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Jaime E. Arango Javier Milei

¡Viva la libertad carajo!

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El pueblo que ejerce el poder no es siempre el mismo pueblo sobre el cual es ejercido” decía John Stuart Mill, en Sobre la Libertad. Preveía él, que fue el padrino de Bertrand Russell, la tiranía de los más, o por lo menos la del partido más votado, la tiranía de la opinión, pero sobre todo esta observación está dirigida a ilustrar como la libertad es un bien muy frágil, un valor abstracto que se puede perder en un segundo. Se equivocan los que creen que la libertad es un don de la divinidad, o un derecho natural. No es verdad que los hombres “nazcan libres e iguales”, la libertad es sobre todo una conquista, una idea griega apoyada por las armas.

La libertad no existe sin el poder militar para garantizarla.A veces creo que Hegel tenía razón y que bajo el cielo desnudo del primer día del mundo solo había un amo y un esclavo y que para romper esa dualidad y establecer la libertad fue necesaria una gran cantidad de fuerza real, desde los Hoplitas que lucharon y vencieron en la tarde de Platea, o en la niebla de la mañana de Normandía. Y eso no ha cambiado.

Si naces hoy en New York seguramente seas libre e igual, pero si eres una niña que nace en Kandahar hay una cantidad de tipos con Kaláshnikov dispuestos a demostrarte lo contrario y los más grave, no solo a ti, sino también en New York porque su amigo imaginario así se los instruyó en textos sagrados.

Por más que el libertarismo lirico alegue su vocación pacifista, no hay salida, la libertad es la guerra, cualquiera que vaya al cementerio de Arlington lo puede entender sin mayor esfuerzo. Pero la ventaja de la libertad y la razón por la cual existe y manda, es porque produce los mejores soldados, las mejores armas, las mejores estrategias y los mas altos valores morales. No por nada, todos los ejércitos, todos, han copiado la forma de combatir, el uniforme, la organización y las armas de los ejércitos de la libertad. No hay nada más eficaz en la paz, o en la guerra que la idea la libertad, como la definió algún pensador que ahora olvido: “ese nombre terrible inscrito en el carro de las tempestades”.

Es lógico que la democracia más grande tenga el ejército más grande, el más grande jamás imaginado, lo que resulta difícil de entender es que quede en manos de unos conservadores pueblerinos dispuestos a no usarlo. Gente asustada por el tamaño de su éxito. Primero con Alejandro, luego con Roma, luego con España y luego con Inglaterra, Occidente siempre ha sido global. La idea griega de la libertad, unas veces descrita como teología, otras como política, o economía, pero siempre la misma.

Cuando Javier Milei dice que “Occidente está en peligro”, tiene razón. Está en peligro porque está abandonando la idea de la libertad que lo formó y le otorgó sentido y destino. El socialismo es una fuga de la razón, el retorno a la tribu, a la barbarie, a la esclavitud, a la necesidad permanente, al miedo.Por eso Milei significa tanto, porque es la superación de los pandilleros que frustraron en el siglo XIX la integración de Hispanoamérica a Occidente.

Los que ahora velan en el Mar Rojo protegiendo a los barcos del mundo, los que combaten en khan yunis, los que luchan por cada centímetro de tierra ucraniana, los que vigilan las fronteras del Beluchistán y patrullan las calles de París, o Londres, son la gente de la libertad. Los políticos, los académicos, los informadores no importan. No sabe el tamaño de lo que está en juego.