No se puede hacer la revolución y a la vez preservar la constitución. De ahí la sospecha de ilegalidad que se desprende de todos los actos de gobierno del Pacto Histórico.
Jaime Eduardo Arango. Analista y consultor. Twitter: @jaimearango9
N Bobbio en su Teoría General de la Política plantea claramente esta paradoja: «La razón por la cual el revolucionario no es un legalista[…] depende de que una vez planteado el propósito de cambiar, no esta o aquella norma del ordenamiento, sino el ordenamiento completo […] , sabe muy bien que este cambio no puede sobrevivir respetando las normas del juego, entre las cuales , de manera implícita o explicita, se encuentra siempre la disposición que prohíbe cambiar el ordenamiento en su conjunto«.
Para convertir lo inmoral en moral, por ejemplo, asaltar propiedad privada, o robar los ahorros de la gente y repartirlos entre tus cómplices políticos, o declarar la inocencia de criminales condenados, es necesario crear desde cero un nuevo contrato social e imponerlo por la fuerza, es decir, hacer una revolución, pero pretender hacer esto vía “reformas” es prácticamente imposible. Sin embargo, se puede intentar y en eso está el grupo político que capturó el poder ejecutivo en Colombia.
Su estrategia se compone de dos líneas de acción principales, la primera es socavar la capacidad del sistema para mantener activos los mercados negándoles el acceso a la energía. De ahí la campaña contra el sector minero energético y las empresas de hidrocarburos. El objetivo es hacer fracasar el capitalismo por escasez de combustibles y precariedad en la generación de energía. No es verdad que esto tenga nada que ver con alguna forma de delirio apocalíptico, es en realidad un sabotaje en toda regla disfrazado de sentimentalismo ambiental.
La segunda línea de acción es la ocupación de la sociedad civil, desplazándola por medio de la intimidación usando milicias e incentivando la consolidación de las economías criminales. Aquí, el relato se basa en promover el sentimentalismo identitario y la paz.
El esotérico galimatías legal que conocemos como Constitución del 91 ha sido útil para mantener unos mínimos de sociedad abierta, mercados libres y división de poderes y se tiene por un contrato ampliamente aceptado, a pesar de su corta vigencia histórica, tan solo 31 años.
Pero quienes hoy están a cargo de cumplirla la consideran ilegítima, producto de una traición y tienen como objetivo eliminarla, quieren un nuevo contrato, pero no una nueva Constitución porque saben que como pasó en Chile, la sociedad no lo quiere y que no tienen el poder político, ni el liderazgo para lograrlo. Solo cuentan con el sabotaje y la violencia.
Piensan que en un caótico ambiente de escasez, intimidación y desesperanza pueden cargarse la Constitución por la puerta de atrás. Como no cuentan con legitimidad han optado por promover un relato que declara la ilegitimidad de todos, como no cuentan con fuerza política, su poder no tiene poder, han declarado que la política no existe, que no hay causas morales, ni valores vigentes, ni un mañana.
“Senderos de traición” es el nombre de un memorable álbum de la agrupación de rock española Héroes del Silencio, en su primer corte que se llama Entre Dos Tierras, dice: “pierdes la fe, cualquier esperanza es vana y no sé qué creer; pero olvídame que nadie te ha llamado, y ya estás otra vez, déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer.” De eso trata la estrategia de la gente del Pacto, de no tener la culpa de vernos caer.