Según la encuesta Invamer Poll Medición # 164 diciembre 2024, frente a la pregunta ¿Cuál cree usted que es la mejor opción para solucionar el problema de la guerrilla, o de lo grupos organizados en Colombia? Un 46% de los encuestados manifestó que la solución es “no dialogar y derrotarlos militarmente”. Un resultado de esta magnitud no se presentaba desde el primer gobierno de Juan Manuel Santos en los meses previos al inicio de las negociaciones con Farc, o desde la crisis del Caguán en el gobierno de Andrés Pastrana cuando un 59% de la opinión exigía una solución de fuerza para recuperar la seguridad, mientras Colombia amenazaba con convertirse en un estado fallido.
En general la gran mayoría del país históricamente ha preferido siempre la opción de una salida negociada. La paz ha contado con un favorabilidad ente un 60% y 70% y al final del segundo gobierno de Santos era tan popular que un 77% consideraba que llegar a acuerdos era la mejor la opción, este promedio se sostiene durante el gobierno de Duque y cuando Petro llega a la presidencia tan solo un 21% de la opinión considera como preferible no dialogar, sin embargo, este segmento aumenta consistentemente, en una tendencia marcada y creciente que no se había visto en ningún gobierno anterior, hasta ser en la práctica la mitad del país . Esto no se explica porque exista un sentimiento guerrerista en la sociedad, sino porque la sociedad ha dejado de creer en que se pueda obtener la paz mediante acuerdos. La Paz Total de Petro desprestigió la paz.
Cuando el gobierno de Santos inventó la prohibición de asperjar los cultivos de coca creó las disidencias y una nueva faceta de la guerra, larvada y larga, que devino en la perdida de credibilidad sobre las salidas negociadas. Al enjuiciar a la sociedad para garantizar la impunidad del terrorismo destruyó el fundamento moral de la paz y la legitimidad de la guerra. Petro inicia su plan de Paz Total en ese ambiente ambivalente y no logra dar credibilidad a su proyecto porque es opaco, sin objetivos claros, sin agenda y sobre todo sin fuerza real. No se sabe cuales son los incentivos para que las organizaciones criminales se desmovilicen, no se sabe eso qué plazo tiene, ni se perciben avances en la seguridad en los territorios.
Petro no cuenta con consenso social para llevar adelante su proceso, la opinión publica sospecha que se trata más de acuerdos de gobernabilidad que de paz, una especie de trama para controlar los territorios entre el gobierno y los criminales, un proyecto de legalización del crimen y de captura del poder político.
A medida que avanza el colapso institucional y la inestabilidad territorial y la violencia se proyectan en los grandes centros urbanos, la opinión pública se concentra en la expectativa de la recuperación del orden y la seguridad y los más probable es que el porcentaje de colombianos que considera que ya no es viable un acuerdo de paz siga aumentando en los próximos meses hasta más allá de un 50% o 60% con cual la restauración de la estabilidad y la confianza mediante la fuerza será un tema tan determinante para la elecciones del 2026 como lo fue en 2002.
No hay confianza, ni fe, ni expectativa en La Paz Total que cada vez se convierte más en guerra total, una guerra que los colombianos están diciendo que quieren ganar. Después de tanta retorica, propaganda negra y acusaciones, el tiempo demostró que fue Petro el que hizo trizas la paz.