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Jaime E. Arango Álvaro Uribe

El procesado

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"Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido". Así inicia Kafka el relato de El Proceso. Desde el comienzo sabemos que Josef K no es culpable, pero a la vez intuimos que eso no importa, que de todos modos K, será condenado.

El juicio crea la culpa, por eso se dice que la condena sin juicio es tolerable. Pero el juicio se hace inevitable cuando la culpabilidad de unos es la declaración de inocencia de otros y así, para declarar la no culpabilidad del terrorismo, alguien calumnió al ciudadano Álvaro K, porque sin haber hecho nada malo, un día fue llevado a juicio.

Álvaro K ignoraba que en su contra había un proceso, no sabía que lo espiaban, desconocía la acusación y aun no la conoce; fantasmales prosecutores agregan nuevas acusaciones, o extienden las antiguas, agregan víctimas e infamias, así que Álvaro K no puede nunca refutar, ni controvertir porque se le acusa siempre en futuro. Ya lo habían acusado antes, en público, pero Álvaro K no vio en esos relatos tortuosos el preludio de El Proceso, solo el odio y la revancha. Lo usual en su oficio, lo normal, después de todo ganar es una carga.

Pero desde desconocidos tribunales paralelos, por fuera del sistema de justicia visible, se estaban desarrollando normas superiores necesarias para justificar ciertos crímenes de ciertos criminales, para convertir en legal lo ilegal porque así lo exigía un grupo aislado de operadores políticos que cifraron su suerte en arrebatar a Álvaro K sus triunfos, y para lograr que sus socios políticos obtuvieran la impunidad por sus escandalosos crímenes era absolutamente necesario condenar a Álvaro K. No más acusaciones públicas en las que nadie creía, en adelante solo juicio y condena.

En otra pesadilla Kafkiana, el relato llamado Ante la Ley, un hombre intenta por años cruzar la puerta de la ley, pero un guardián se lo impide, al final, mientras el hombre venido de lejos agoniza, el guardián le grita "Ninguna otra persona podía haber recibido permiso para entrar por esta puerta, pues esta entrada estaba reservada sólo para ti. Ahora me voy y cierro la puerta". Eso es lo que escuchará seguramente Álvaro K, al final de su proceso, más allá de la segura condena, comprenderá que nunca tuvo opción frente a las puertas de la ley, que fueron las suyas, solo para él, pero no le dejaron entrar.

Álvaro K no sabe por qué lo están procesando, la acusación es cambiante, difusa, un relato que se bifurca en otros relatos, pero no solo es incomprensible para él, también lo es para los ciudadanos, para unos pocos es culpable, de lo que sea, para los más, no es culpable de lo que sea y en medio de la confusión a nadie le importa realmente el juicio, pero la condena será simbólica, porque será la condena de todos, incluso de quienes lo juzgan.

La condena de Álvaro K arrastrará a las puertas cerradas de la justicia también a los oscuros juristas que tramaron su proceso, porque la inocencia de los criminales solo puede ser un nuevo orden, un largo Proceso, en el cual una mañana sin saber por qué, todos seremos detenidos.