Deep State, o Estado Profundo“hace referencia a una forma de gobierno clandestino de un Estado, operado mediante redes de grupos de poder encubiertas, que actúan de manera coludida, con el fin de seguir una agenda en común y objetivos propios de manera independiente y en paralelo al gobierno legítimo y/o elegido democráticamente, muchas veces cometiendo actos de corrupción”.
Esta, una descripción bastante precisa de Wikipedia, pero en realidad Deep State es una teoría de la conspiración que tiene un rol fundamental en la narrativa de Maga y la nueva derecha norteamericana, pero no solo es funcional a los objetivos políticos de esas organizaciones, ahora el presidente Petro la ha adoptado, sin citarla, como modelo para su presentación ante la ONU sobre el fallido proceso de paz de La Habana.
Cuando dice que el estado colombiano no ha cumplido con dichos acuerdos, siendo él el presidente, afirma que él no es el jefe de ese estado, que existe una estructura, una red, un centro de poder, un grupo de interés que es quien verdaderamente ejerce el poder real y controla el estado que él preside. Es la teoría del Deep State expresada en su forma más radical, una demonología para consumo masivo.
El marxismo y el antisemitismo son las teorías de la conspiración más exitosas de la historia. El Deep State es tan solo una variante de las llamadas superestructuras de la teoría marxista y del secretismo ritual que domina el relato de los protocolos de los sabios de Sion. Un grupo oculto que domina el mundo. Cuando Petro suscribe en un escenario internacional semejante visión lo que hace es reforzar su relato sobre un presidente acosado por fuerzas oscuras que buscan derribarlo y que por lo tanto se justifica el uso de las organizaciones populares para defender al gobierno de ataque de ese estado profundo. Las teorías de la conspiración son el origen de todas las milicias violentas. En este caso, necesarias para recuperar para el pueblo el control del estado.
“Hay demonios en todas partes; es probable que de modo general, la creencia en la acción de los demonios constituya el inicio de nuestro concepto de causalidad”, decía Albert Einstein. Que, según las últimas mediciones de opinión, por lo menos un 30% de los colombianos compartan los demonios que invocan desde la presidencia cada día, supone un desafío político sin precedentes y obliga a replantear nuestra manera de observar la dinámica social.
Entramos en el mundo impredecible del pensamiento mágico. No se trata ya de la retórica del poder, sino de poder la retórica que fragmenta el relato común y las creencias compartidas, y las transforma en una novela negra tramada por conspiradores ocultos y por lo tanto carente de fuerza integradora y de legitimidad para mantener unida a la sociedad.
Las teorías de la conspiración constituyen “una visión policiaca de la historia”. Obligan a sus creyentes a buscar evidencias, perseguir indicios, identificar sospechosos. La certidumbre cotidiana se transforma de paranoia y la paranoia, casi siempre, en violencia. Cuando el presidente afirma que no puede ser jefe del estado, porque el estado está capturado por una conspiración, ha llegado al límite de su relato. Ya no es dueño del siguiente capítulo.