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Jaime E. Arango eln

De la Paz y la Política

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En Colombia La Paz ha reemplazado a la política. Desde mediados de los años ochenta del siglo pasado todos los gobiernos, exceptuando el de Iván Duque, han implementado procesos de paz y han hecho de esos procesos su causa.

Jaime Eduardo Arango. Analista y consultor. Twitter: @jaimearango9

Es en el marco de propuestas y negociaciones con organizaciones criminales de toda índole, donde se ha llevado el ejercicio político pero la paz no es necesariamente el resultado de un acuerdo entre partes en conflicto, es por lo general, el resultado de la victoria.

Al convertir las negociaciones de paz en el objetivo moral único de la política se ha socavado la legitimidad de éxito militar, se le ha negado a la sociedad la fiesta de la victoria, con lo cual se ha creado un entorno sin vencedores ni vencidos en que los ciudadanos comunes son moralmente iguales a los criminales y estos con el tiempo incluso superiores por ser “hombres de paz”.

Uno de los mitos nacionales más extendidos es el de que “esa guerra no se puede ganar”, incluso si se gana, como pasó con las FARC que derrotadas terminaron por enjuiciar a sus enemigos y como es sabido, solo juzga el que gana. Los llamados acuerdos de La Habana no fueron otra cosa que la desmovilización parcial de una organización terrorista a cambio de aceptar la derrota moral del establecimiento y la deslegitimación de la democracia liberal.

En el momento en que el estado aceptó la propuesta de: dame las armas y a cambio yo te doy una corte para que me juzgues, se llegó al extremo moral y práctico del uso de la paz como sucedáneo de la política.

Cuando el presidente dice que la Paz Total es un relato inventado por los medios de comunicación, está aceptando que esta estrategia fracasó, pero lo que sucede realmente es que “La Paz” ya no tiene contenido moral.

El margen de culpabilización de la sociedad para llevar adelante este tipo de acuerdos es mínimo. En este punto es relevante entender que la única forma de justificar los crímenes del terrorismo es culpar a las víctimas, pero después de décadas de fomentar esta narrativa la sociedad no acepta que se le declare culpable, esta es la razón de fondo por la cual Santos perdió el referendo, porque enfrentó un apasionado alegato de inocencia.

Por lo tanto ya no se trata de La Paz. En el caso de las negociaciones con la organización terrorista ELN, se trata de quién hace la revolución, si el gobierno, o ellos. La gente del Pacto busca bloquear en la mesa la capacidad de los Elenos para convocar su “mandato de mandatos”, su Convención Nacional.

A su vez los jefes del ELN no ven a Petro como un revolucionario, para ellos representa una faceta lumpen de la revolución, un dirigente “sin conciencia de clase”, un burgués resentido. La paz ha perdido su poder narrativo. Ya no renta políticamente. El resultado de este encuentro entre Petro y los Elenos solo puede ser un aumento de la violencia.

Enfrentado a la realidad del agotamiento de La Paz como objetivo moral de la política, no le queda al gobierno más opción que declarar otra guerra. ¿Pero contra quién? Ya hay avances en este sentido. “Los blanquitos ricos”, o sea una guerra racial. “vamos por la tierra”, o sea una guerra contra la propiedad, contra los empresarios, que él califica de “esclavistas”. Contra todos, contra la sociedad, entonces ahí sí, habrá Paz, pero solo si puede vencer.