Al fin tenemos nueva fiscal general de la Nación; la Corte Suprema eligió a la doctora Luz Adriana Camargo, una de las ternadas, en votación en la cual obtuvo 18 votos de los 23 magistrados que componen la Corporación. Se trata de una elección indiscutible, sigue ahora la confirmación por la misma Corte, que seguro sucederá en la próxima Sala Ordinaria y luego su posesión ante el presidente de la República, proceso que seguramente estará cumplido para cuando se publique esta columna.
Como toda Colombia pudo darse cuenta, una de las ternadas, la doctora Amelia Pérez dimitió de la terna antes de que comenzara el proceso de elección al interior de la corporación. Entregó su renuncia a prima hora, tanto en la Presidencia de la República, quien la nominó en la terna, como en la Presidencia de la Corte Suprema, antes de iniciarse el proceso de elección previsto para la sección extraordinaria de la Sala Plena de la Corte y se dio a conocer por todos los medios de comunicación, alegando como motivos para su decisión, todos los lamentables sucesos que se presentaron con ocasión de la divulgación de los trinos de su esposo, que dejaban entrever sus inclinaciones políticas, su afecto al gobierno y sus ataques a la Corte, a la Fiscalía y a varios medios de comunicación.
Aunque ella no era la autora de los comentarios, indudablemente la afectaron, al punto que descendió considerablemente su caudal de votos en la Corte, donde había alcanzado la mayoría de votos en la sección anterior.
Por un momento se pensó que ante la renuncia, la Corte iba a interrumpir el proceso electoral, hasta que se recompusiera la terna por el presidente de la República, habida cuenta que la elección debe hacerse sobre una terna y con la renuncia esta quedaba desintegrada. Sin embargo, la Corte consideró que la renuncia era “inane”, que seguía habiendo terna a pesar de la misma, la cual se había presentado fuera de lugar y procedió a someterla a la votación de los magistrados.
Seguramente la discusión no para con la elección. En este país, donde el deporte nacional es demandar, seguro tendrán una o varias demandas ante el Consejo de Estado, alegando la nulidad de la elección, por haberse realizado sobre una terna desintegrada en razón de la renuncia que antecedió al proceso de votación. Otros sostendrán, defendiendo la elección, que la renuncia no fue oportuna ni se presentó ante el nominador; que seguía habiendo terna y que la elección fue válida, al punto que la renunciante, incluso, sacó algún voto. Amanecerá y veremos, la palabra la tendrá la Sección Quinta de dicha corporación.
Ahora, en el entretanto, que puede ser mayor de un año, mientras se sucede la controversia judicial que vaticinamos, —recordemos que el proceso por la nulidad de la elección de la fiscal Vivian Morales duró un año y medio—, la nueva fiscal ejercerá su cargo a plenitud y esperamos de ella la independencia e imparcialidad que le exige la Constitución, al ubicarla en la rama jurisdiccional de Estado; su experiencia y formación son garantía de ello y ojalá no se desgaste en las defensas de su elección que seguramente tendrá que afrontar.
Algo está fallando en nuestra institucionalidad cuando la elección del fiscal da lugar a tantas emociones y lo peor, la pretensión de los gobiernos de turno, de creer que los fiscales que ternan, obedecerán a sus intereses y designios.