A pesar de haber ganado las elecciones en 2022 y de estar al mando de una nación que da tumbos por decisiones erróneas basadas en una rara mezcla de ideología, fundamentalismo ambiental y melancolía de la izquierda sudamericana de los años 70, hay un nombre que el presidente Gustavo Petro no olvida: Sergio Fajardo Valderrama.
El malestar visceral de Petro con Fajardo lo lleva a mencionarlo de forma constante y periódica, permitiendo que su exrival en la presidencia reactive sus críticas a las formas y movimientos que hace desde la Casa de Nariño.
Recientemente, el mandatario reaccionó a la condena por corrupción en primera instancia de Rodolfo Hernández: “Siento pesar por el destino de Rodolfo, mi rival en la segunda vuelta presidencial. Respeto a la justicia y me parece más bajo que Rodolfo, el sectarismo de quienes, por no querer un proyecto progresista en el gobierno, decidieron apoyarlo”, comentario acompañado por una foto donde estaban Fajardo y Jorge Robledo.
La gran pregunta es si en realidad Sergio Fajardo está listo y tiene la fuerza necesaria para asumir el reto de encarnar la oposición frente a un gobierno rodeado de demasiados escándalos, hechos de corrupción y cada vez más radicalizado en sus excusas por las pocas acciones logradas en casi dos años de duración, una paz total que solo funciona para delincuentes y otros sucesos lamentables que han provocado que el presidente se refugie en la nostalgia del M-19, la guerra en la Franja de Gaza y discursos y más discursos que no concretan absolutamente nada.
Para muchos exvotantes de Fajardo, el exgobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín, sigue siendo una opción válida en medio de tanta polarización política; sin embargo, casi todos coinciden en que más allá de las respuestas amables, lo que vendría para el 2026 sería una guerra sin cuartel, unas redes sociales completamente ‘guanumenizadas’ y un crudo enfrentamiento con una Casa de Nariño que no querrá perder y mucho menos reconocer otra debacle electoral, y aún menos una derrota presidencial.
“Para muchos exvotantes de Fajardo, el exgobernador de Antioquia y exalcalde de Medellín, sigue siendo una opción válida en medio de tanta polarización política”
Una reciente encuesta del Centro Nacional de Consultoría muestra que Sergio Fajardo y Juan Manuel Galán lideran la intención de voto en el denominado centro político, una posición con muchos votantes que no ha ganado la Presidencia, pero que sí ha servido para que Petro cumpla su sueño de llegar a la Casa de Nariño, aunque él y sus seguidores los tilden de tibios y cobardes. Fajardo logró más de 4 millones de votos en 2018, pero solo alcanzó cerca de 900 mil en 2022. Galán aún no se ha medido, pero ya ha visto cómo su hermano Carlos Fernando pudo vencer al petrismo para ganar la alcaldía de Bogotá.
Ha llegado la hora de Fajardo, de decidir si irá con fuerza hacia el 2026, si dejará atrás las visitas para ver ballenas y evitará entrar en la guerra política, si enfrentará a Gustavo Petro en las calles y, ante todo, si podrá ganarse el voto de los menos favorecidos, aquellos que salieron esperanzados a las urnas en 2022 pero que una vez más fueron engañados por un pequeño círculo con los mismos intereses de la llamada élite, que dijeron alguna vez odiar y combatir y de quienes se escuchan con más frecuencia rumores de enriquecimiento con el dinero de los agobiados contribuyentes.
Si no es su hora, ya va siendo tiempo de que dé un paso al costado y brinde un apoyo contundente a otras voces, aquellas que están creciendo de la mano del descontento en los colombianos cansados de la inflación, el desempleo, las prebendas a terroristas y narcos, el hambre y la corrupción política, esa que al parecer nunca abandona a esta tierra.