Jueves, 03 de octubre de 2024 Suscríbase
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Humberto Barros Ferreira Gobierno Gustavo Petro

El Master Chef

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Una receta puede ser complicada, fácil, normal, retadora o simplemente un intento fallido con un excelente, regular, malo o pésimo sabor. Por lo general, si el plato sale mal, la culpa recae sobre el cocinero, pero a veces es cuestión de los ingredientes, o quizá de la estufa, los sartenes o las ollas utilizadas.

En la “receta” de la paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), todo se ha intentado, y todo ha fallado estrepitosamente. Gobierno tras gobierno, en los últimos 30 años, ha llevado al ELN a la mesa de diálogos, solo para chocar con una realidad que no quieren ver, pero que persisten en enfrentar, quizás por cumplir con un decreto constitucional no escrito que pareciera decir: “Si usted es presidente(a) de Colombia, está obligado(a) a dialogar con el ELN y a intentar...”.

Sin embargo, los elenos, administración tras administración, sin importar la tendencia ideológica, han sido claros en su postura: “No queremos ninguna paz con el establecimiento, no dejaremos las armas, los secuestros no son secuestros, los homicidios selectivos que cometemos seguirán, el modelo económico debe cambiar, y bla bla bla”. Un discurso repetido a lo largo de los años, inocuo pero persistente, bélico hasta los huesos, extorsivo, supuestamente maoísta, supuestamente popular y, ahora, supuestamente ambientalista.

En diversas regiones como Chocó, Nariño, Norte de Santander, Cesar o Risaralda, cualquiera puede observar los “avances” sociales, económicos y culturales que ha traído la presencia del ELN: el rastro de sangre lo evidencia, y las estadísticas forenses detallan lo logrado por los herederos y herederas del legado de Manuel Pérez y Camilo Torres.

Décadas de violencia han acompañado a interminables mesas de paz y delegados dispuestos a hablar de reconciliación, en un carrusel de intenciones que, como buen carrusel, solo da vueltas sin llegar a ningún lado. Los diálogos con el ELN son inevitables; nada ni nadie evitará que no vuelvan a repetirse.

No hay ningún atentado en centro comercial o base militar que los detenga. No importan los secuestros ni las voladuras de oleoductos: su mandato parece perenne, inscrito en un mármol eterno. Ese es el mensaje que se ha enviado a los colombianos. Una condena del Ejecutivo a una sociedad hastiada pero sometida a los designios de buscar siempre la reconciliación y el perdón hacia Antonio García y sus rebeldes.

Por eso, en esta ocasión, con Gustavo Petro, el pronóstico es similar al de sus antecesores, pero con un panorama aún más sombrío.

Hoy, el ELN cuenta con el respaldo firme de una dictadura vecina, tiene ingresos más sólidos que nunca, las extorsiones crecen como la tarulla en el Magdalena, y duermen tranquilos, pues ya no hay bombardeos. Muchos de sus milicianos y milicianas son ahora gestores de paz o voceros. En sus campamentos reina la calma, y hay departamentos donde ejercen un control total. La receta, buscada durante tantos años, parece estar en su punto exacto. El Master Chef más consolidado que nunca y listo para el 2026.