The Economist tenía razón. La tradicional revista inglesa -que se caracteriza porque nadie firma sus artículos pues el consejo editorial se hace responsable colectivamente de la información- tituló el jueves pasado: “Gustavo Petro, el presidente de izquierda de Colombia está tambaleándose” y pronosticó una estrepitosa derrota en las elecciones del 29 de octubre.
El Periódico El Tiempo del 4 de enero, en su artículo titulado, “Las cuentas del Pacto Histórico para ganar en la regionales de este año”, dice textualmente: “Elegir 600 alcaldes, incluidos los de las principales capitales del país, hacerse con la mitad de las gobernaciones, unos 3.000 concejales y 600 diputados, más una cantidad indeterminada de ediles, es la apuesta del Pacto Histórico para las elecciones regionales de octubre”. No atinaron ni en el margen de error.
Los escándalos de corrupción en su círculo más íntimo, la presunta financiación irregular de su campaña, los constantes desplantes a los propios eventos convocados por su gobierno y sus ausencias permanentes e injustificadas, le pasaron la cuenta de cobro a un poco más de un año de gobierno.
Gustavo Petro fue derrotado en todo el país, perdió las alcaldías de Bogotá, Medellín y Cali, en las que sus mandatarios eran afines a él, pero tampoco ganó en capitales importantes como Barranquilla, Bucaramanga, Cartagena, Pereira, Villavicencio, Cúcuta, Manizales, Armenia.
Además, sus candidatos a las gobernaciones fueron destrozados en Antioquia, Cundinamarca, Atlántico, Valle y los departamentos más grandes de población de Colombia.
A 15 meses de gobierno, Petro le pierde el pulso a Colombia, el resto de su mandato estará marcado por la ingobernabilidad, no podrá sacar adelante sus reformas, seguramente se dedicará a sus giras internacionales y a trinar un poco más de 20 veces al día.