“Sólo un incompetente llega tarde a todas partes o no llega, pero además sólo unos incautos permiten que un incompetente lidere el barco a sabiendas de sus falencias constantes”
HASSAN NASSAR
Director Revista Alternativa
El título de este editorial no tiene nada que ver con la gran canción del inolvidable Joe Arroyo, ya quisiéramos eso todos los colombianos. Al escribir este texto, para nuestra edición de septiembre, son más de 90 ausencias las que ha tenido el presidente Gustavo Petro en su agenda de gobierno.
Múltiples eventos a los cuales el mandatario no llega y cuando aparece, llega tarde. De esta vergonzosa costumbre no se escapan reuniones sencillas, eventos de todo tipo, programados con meses de anterioridad en Colombia o incluso de alto nivel en cumbres internacionales.
Las excusas para su constante ausencia son múltiples y los llamados de atención también, sin embargo, pocos conocen cómo se mueve una agenda presidencial y entienden la gravedad de estos incumplimientos.
Detrás del calendario que debe cumplir Gustavo Petro hay muchas personas del más alto nivel de gobierno y decenas de funcionarios de varias dependencias, que de manera coordinada aprueban, revisan, se encargan de la logística, protocolos, comunicaciones y la seguridad del jefe de Estado.
Para que un presidente vaya a un evento hay una logística minuciosa, en muchos casos secreta por razones de seguridad y por supuesto con un manejo impecable con el tiempo para cumplir con todas, todos y todes. La acuciosa planeación en los movimientos del jefe de Estado en sí misma, es un termómetro por así decirlo. No es sólo que cumpla citas por cumplir en distintos lugares.
Mirando la agenda se sabe qué temas son prioritarios para el Gobierno. Se conoce qué tanto tiempo dedica el presidente a supervisar las distintas carteras, los consejos de ministros, los temas de coyuntura internacional, su interacción con las comunidades, los gremios, los sectores productivos, sociales y por supuesto su presencia en el territorio.
La agenda del presidente es también una brújula que permite medir la orientación y la gestión del Gobierno. A través de ella se percibe perfectamente el lugar y el tiempo que el presidente dedica a trabajar por el país o por el contrario a placeres personales o mundanos.
Imagínense por un instante tener en su poder la agenda presidencial. Decidir a qué horas se levanta el jefe de Estado, en qué momento empieza la primera reunión y con quién. Decidir qué evento es prioritario, qué viaje es fundamental realizar y escoger la fecha específica. Tal tarea no es para alguien sin experiencia, sin preparación, sin visión de campo y sin la capacidad de hacer que se cumpla.
En otras palabras, si la agenda es un desastre, el gobierno lo es también, quien controla la agenda del presidente mueve el gobierno y el nombre de Colombia.
Las constantes ausencias de Petro son una muestra de su talante y profesionalismo. Pero dice también mucho de la gente que lo rodea y lo asesora. También, por supuesto mucho del respeto por los demás y de la manera en cómo percibe el tiempo de las personas y sus prioridades.
Ahora que surgen los debates y cuestionamientos acerca de la salud del presidente Petro, y si es debido a algún percance de salud que lo aqueja y le impide asistir a tantos eventos, vale la pena preguntarse si ocultan algo relevante y de interés nacional o por el contrario es algo aún más grave y simple, profunda incompetencia.
Sólo un incompetente llega tarde a todas partes o no llega, pero además sólo unos incautos permiten que un incompetente lidere el barco a sabiendas de sus falencias constantes.
Hay dos elementos clave en esta discusión de fondo y están ligados a la agenda presidencial, las ausencias del presidente y la ejecución del Gobierno. Ambas están entrelazadas de manera directa y el resultado es evidente, cruel y crudo.
Un presidente que no llega o está ausente permanentemente es un gobierno que no ejecuta lo que debería. Gobernar es ejecutar y para ejecutar se necesita tener definidas fechas, plazos, límites establecidos.
Un mandatario lidera con el ejemplo a su gabinete y funcionarios. Alguien que permanentemente incumple su propia agenda demuestra que no hay agenda para los ministros y por ende mucho menos para las cabezas de entidades de gobierno.
Los resultados saltan a la vista, en un año de gobierno el presidente Gustavo Petro tiene una desaprobación superior al 62 % según varias encuestas. Todos los ministros terminaron rajados en la más reciente evaluación del diario La República cuando le preguntan a los empresarios colombianos por cada cartera.
Y como si fuera poco, las excusas que da la Casa de Nariño frente a tan pobres resultados son tan infantiles que no se las creen ni los propios libretistas y documentalistas que rodean el entorno.
El presidente Petro no está acorralado, mucho menos es víctima de encerronas en eventos públicos y tampoco es víctima de las condiciones meteorológicas. Sus constantes ausencias, son indicadores de falta de preparación, de inexperiencia, rodeado de asesores mediocres y de un equipo sin el más mínimo decoro y conocimiento de la diplomacia.
Pero sobre todo estas ausencias demuestran el talante de este gobierno. Una administración que denota lentitud, pereza y ante todo, un ausente.