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Guillermo Puyana Ramos elecciones 2026

Un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma: la candidatura de Vicky Dávila

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Correrán ríos de tinta sobre el significado de la candidatura de Vicky Dávila, cuyas intenciones presidenciales fueron intuidas —o develadas— en febrero de este año por Claudia López quien le dijo que entrara en campaña “de frente, sin portadas y sin carreta”. En los siguientes 10 meses las portadas y los contenidos de Semana, el medio que dirigía Dávila, fueron una plataforma de promoción de una imagen de sí misma como estadista, hasta lograr estar en la mente de una parte de los electores como una opción viable.

De arranque propone que viene a refrescar un ambiente lleno de políticos tradicionales de izquierda y derecha, el establecimiento conservador o progresista según el lado que se vea. Dávila sería la novedad, desligada de la política tradicional, la que viene con una “nueva forma de hacer política”. Por eso sus trinos contra los precandidatos del Centro Democrático están llenos de referencias a la genealogía, Paloma Valencia y el expresidente Guillermo León Valencia, Miguel Uribe y Julio César Turbay. Y lo obvio: “La gente quiere un cambio”.

Le juega a una idea históricamente equivocada de que en Colombia los independientes, sin partido y sin experiencia electoral o administrativa son viables. La historia muestra que los outsiders no cuajan. La campaña de 2022 en la que emergió el inesperado Rodolfo Hernández, quien maquilló su chabacanería e ignorancia con una eficaz publicidad en redes sociales, fue atípica. Recogió el repudio que le producía a la mitad del electorado Gustavo Petro, un candidato del establecimiento de izquierda, quien lo derrotó marginalmente. El factor principal fue que Petro tuvo la organización logística electoral que Hernández despreció, porque se comió el cuento de la candidatura de TikTok.

No creo que en la campaña de 2026 haya espacio para un outsider al estilo Hernández. No hay la crisis socioeconómica de la pandemia, ni la crisis político social del paro de 2021.

Es difícil saber si esa atipicidad cambió definitivamente la política nacional. Los candidatos viables siguen saliendo de las estructuras políticas tradicionales de la izquierda o de la derecha. Desde 1990 ninguna candidatura outsider había competido seriamente por la Presidencia, ni aún la de Antanas Mockus en 2006 en la que solo sacó el 1,25 % de los votos.

El juego de Vicky Dávila no es creíble. Veo muchas dudas en torno suyo, empezando por si es realmente una jugadora independiente. Su formación como periodista, la única experiencia pública que ha tenido, se hizo en RCN, Caracol, La FM, W Radio y Semana, el núcleo duro del establecimiento periodístico, ligado a conglomerados económicos.

Además, está su entronque familiar con un grupo político que ha sido el respaldo regional de todos los presidentes de la república desde 1990, con excepción de Gustavo Petro.

Tampoco veo que tenga la capacidad de competir por la centroderecha contra candidatos con experiencia administrativa y electoral, como Germán Vargas, Miguel Uribe o Juan Daniel Oviedo. O si se enfrenta a alguien de la izquierda con algún atractivo político y menos resistencias como Susana Muhamad.

No sé qué partido recogería a una candidata sin discurso de fondo porque en su carrera ha pasado por todos los temas, pero de a poquitos y pandito, mientras sus contendientes han tenido una experiencia pública, administrativa y electoral en la que han aprendido mucho de todo, o mucho de poquito y poquito de todo lo demás. No les da la talla, ni a los de izquierda ni a los de derecha. Es un acertijo que esté en la cresta de la ola.