“El poder presidencial resulta de la interacción entre varios factores: poderes constitucionales, juego de mayorías y minorías con aprovechamiento de las oportunidades, calidad del equipo asesor, capacidad de comunicación”
Fernando Cepeda Ulloa
El presidente Kennedy sucedió al presidente Eisenhower, el comandante victorioso de las Fuerzas Aliadas que derribaron a Hitler y a sus colaboradores. Kennedy heredó un plan para invadir a Cuba.
Fue un fracaso descomunal en los comienzos de su presidencia. El descalabro de Bahía Cochinos. Conocido el desastre Kennedy exclamó: “toda mi vida he sabido que no se puede confiar ciegamente en los expertos. ¿Cómo pude ser tan estúpido, para permitirles que siguieran adelante?”
Fue un momento dramático y el comentario de Kennedy no lo es menos. Lo recordé en una conferencia que dicté en Medellín por invitación de Darío Arismendi, el entonces exitoso director del periódico El Mundo que hacía unos debates sobre temas de largo alcance.
Había invitado a Alfredo Vásquez Carrizosa, ministro de Relaciones Exteriores durante la administración Pastrana Borrero, para que expusiera una tesis que venía agitando con insistencia y que tituló “Del Ejecutivo Omnipotente a la Dictadura Presidencial”.
Fue una audacia de mi parte haber aceptado presentar la otra cara de la moneda como que la conocía por mis lecturas de libros sobre la presidencia en Estados Unidos y por lo que había sido mi cercanía por lo menos con dos presidentes: Alfonso López Michelsen (durante su último semestre) y Virgilio Barco durante casi la totalidad de los dos primeros años de su gobierno.
El Mundo publicaba una serie de documentos. El número 78 correspondiente al viernes 19 de abril de 1985 divulgó uno sobre El Poder en Colombia, que se iniciaba con estos dos puntos de vista sobre el poder presidencial.
Mi tesis, que no he cambiado desde entonces, tiene que ver con la impotencia del poder presidencial en Colombia no obstante su apariencia casi de poder monárquico, mucho más entonces cuando nombraba gobernadores, alcaldes y hasta influía decisivamente en nombramientos del propio sector empresarial. Realmente, dos puntos de vista encontrados.
El poder presidencial resulta de la interacción entre varios factores: poderes constitucionales, juego de mayorías y minorías con aprovechamiento de las oportunidades, calidad del equipo asesor, capacidad de comunicación
y mecanismos de coordinación, seguimiento y evaluación. Y, se dan por descontados, los recursos financieros. En esencia, diría el exministro Alejandro Gaviria, se trata de una cuestión de método y disciplina.
Alguna vez me ocupé, también, del tema de los expresidentes, tan peculiar de Colombia y que ha evolucionado mucho.
Este conocimiento hace que me cueste mucho trabajo formular críticas elementales al desempeño de presidentes, ministros y gerentes. Es que no hay un manual que los pueda auxiliar ni una cátedra que los pueda entrenar.
Se trata de un trabajo, cada vez más inédito, más difícil y menos comprendido. A estas alturas, supongo que el presidente Petro tiene bastante claridad sobre la complejidad de su tarea y la dificultad que resulta de las evidentes limitaciones que tiene el ejercicio del poder en una democracia.
Cité frases tan reveladoras como las del presidente Truman, bien conocido porque hablaba sin tapujos ni eufemismos. Comentó así sobre su presidencia: “yo me siento aquí durante todo el día tratando de persuadir a la gente para que hagan las cosas que deben hacer sin necesidad de que yo tenga que persuadirlos… En eso consiste todo el poder de un presidente”.
Y esto lo decía quien ordenó el único ataque con bombas atómicas, Hiroshima y Nagasaki y el mismo que destituyó al más famoso de los generales en su época, el general MacArthur. Semejante afirmación me recordó ese abril de 1985 y la reflexión del presidente Lyndon Johnson: “¿Poder? El único poder del que yo dispongo es el nuclear… Y ese no lo puedo usar”.