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Fernando Cepeda Ulloa Universidad de los Andes

El joven Mario Laserna

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Este año 2023 ha sido particularmente importante para la Universidad de los Andes. Mario Laserna nació en París en 1923. Como que desde un comienzo estaba predestinado a ser un ciudadano universal. Apenas cumplidos los 25 años reunió un grupo de personas de diferentes edades y formaciones para cumplir con el requisito de ley cuando se crea una fundación. Es sorprendente que algunas de las firmas correspondan a personas que ya tenían una importante trayectoria y que otras sean de jóvenes que, como él, estaban adelantando sus estudios en diversas universidades, principalmente, en Estados Unidos.

Algunos recuerdan que fue una respuesta al traumatismo que produjo el 9 de abril de 1948. La Universidad de los Andes fue fundada en noviembre de ese mismo año.

Es así como este año de 2023 se cumplió el centenario del nacimiento de Mario Laserna y se están celebrando los 75 años de la fundación de la Universidad. Califico deliberadamente en el título de esta nota a Mario Laserna como un joven porque lo que más admiro en él, es que a los 25 años hubiera concebido la creación de una Institución de educación superior que iba, según sus deseos, en abierta contravía a las prácticas de enseñanza y administración de la organización universitaria.

Había estudiado algunos años en la facultad de jurisprudencia de la Universidad del Rosario y buscó matricularse en unos cursos de matemáticas en la Universidad Nacional. Pronto los abandonó y se fue a estudiar a la Universidad de Columbia, en Nueva York; no vaciló después de graduarse allá en proclamar que lo que correspondía para la nueva universidad que estaba promoviendo era imitar lo que él había vivido en esa experiencia universitaria.

Es que casi siempre anduvo en contravía. Era él. Era Mario Laserna. Sin complejos. Con una capacidad crítica sobre lo que había vivido y lo que había de positivo y negativo.

Atreverse a fundar una universidad a los 25 años, anunciar que su organización administrativa y académica era completamente diferente de la que tradicionalmente se había utilizado en Colombia, buscar que esta nueva universidad se acomodara a las demandas que la época de posguerra ya estaba exigiendo para la modernización del país y entender que ello requería una formación inicial en Bogotá y luego, la más rigurosa y profesional, en los Estados Unidos, o sea, que la Universidad de los Andes nacía y debería desarrollarse internacionalizada, muestran a un joven que había asimilado las realidades del momento y había tenido la visión asombrosa de lo que requería el inmediato futuro.

Insisto, el joven Mario Laserna. Necesitamos hoy muchos jóvenes como él con esa visión, con esa perseverancia, con esa determinación, con esa capacidad de entusiasmar a otros jóvenes como él o mayores que él en una empresa que, realmente, tenía todas las características de una aventura quijotesca.

La Universidad ordenó una biografía, tarea que cumplió el historiador Luis Fernando Molina del grupo de historiadores de la facultad de Administración de Uniandes. Una investigación que ha dejado y dejará sorprendidos a muchos, sobre todo a quienes dicen que lo conocían. Reveló un itinerario vital asombroso. Reveló acciones y ejecutorias de enorme valor que muestran no solamente su gran capacidad intelectual sino su generosidad, pues dedicó su vida a promover instituciones o políticas públicas todas ellas comprometidas con el bienestar general. No buscó enriquecerse sino enriquecer a Colombia. Por eso mi admiración por ese joven no tanto por el filósofo que escribió “Reflexiones sobre la revolución científica del siglo XVII” o su admirado ensayo, “La crítica de la razón pura, metalenguaje de las ciencias” y muchas otras de ese calibre. Admiro su audacia, su disciplina, su capacidad de innovar y de ir en contravía. Sí, el joven Mario Laserna.