Donald Trump lo volvió a hacer. Nominar a Marco Rubio como candidato a Secretario de Estado podría ser el movimiento más acertado para la diplomacia estadounidense en años.
Rubio lo tiene todo. Su vida personifica el sueño americano. Su carrera política refleja una incansable defensa de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Su visión promete revitalizar los valores que hicieron a Estados Unidos grande alguna vez, y su voz genera pesadillas a dictadores, terroristas y criminales por igual.
Si el Senado lo confirma, Rubio será el primer estadounidense de origen latino en asumir el cargo, trayendo un enfoque renovado, un tono enérgico y un mensaje claro a la política exterior de Estados Unidos, respaldado por una mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso.
América Latina estará en la primera línea de su agenda. La inmigración ilegal y la lucha contra el autoritarismo en la región, seguramente, serán prioridades. Ortega, Díaz-Canel y Maduro deben estarse comiendo las uñas porque saben bien lo que les corre pierna arriba.
Petro, Sheinbaum y Lula, aunque no deberían estar preocupados, saben que deben andar con cautela. Su retórica pro-Maduro no ayuda, y en medio de una guerra fría comercial, desmarcarse de la administración Trump no es un lujo que se pueden dar.
Milei y Bukele celebran. Tener un aliado en Washington que hable su mismo idioma—no solo el español, sino el lenguaje de la libertad, la seguridad y la democracia—es una ventaja que piensan capitalizar.
A pesar del jetlag que le espera a Rubio, el agotamiento real vendrá de la competencia con China. Trump y Rubio prometieron poner a Estados Unidos primero, lo que implica frenar la expansión china. Rubio tendrá que decirle a Pekín, en su tono diplomático, que sus vehículos eléctricos no son bienvenidos, que no piensen en Taiwán y que ciberataques no serán tolerados.
A nivel global, el mensaje será claro. A Ucrania, por ejemplo, se le acabaron los cheques en blanco. A la OTAN, se le pedirá más compromiso. A Europa, no podemos sostener el peso de la seguridad global en solitario. Rubio tendrá que encontrar formas de redistribuir las cargas.
En el Medio Oriente, Israel, Gaza y en la ONU la tensión será alta. Rubio, siguiendo la línea de Trump, firme en su apoyo a Jerusalén, tendrá que acudir a su experiencia para manejar los conflictos.
El Sahel y África Occidental se han convertido en el nuevo epicentro del terrorismo. Rubio deberá estructurar una respuesta firme, apoyando a gobiernos frágiles y a la Unión Africana en sus esfuerzos para enfrentar una amenaza que tiene repercusiones a nivel mundial.
En Asia Central, Rubio tendrá que reforzar alianzas estratégicas, donde el extremismo se expande también, y la presencia de Rusia y China solo complican más el panorama. La misión de Rubio será apoyar la resistencia frente al extremismo, alejar a sus aliados de la órbita de Moscú y Pekín, y asegurar que Estados Unidos se mantenga relevante en esta región.
Oceanía, el “patio trasero” de China, también será un foco crítico para Rubio. A través de la alianza AUKUS con Australia y el Reino Unido, Estados Unidos ha reforzado su presencia en el Indo-Pacífico, posicionándose como un contrapeso en una región donde la influencia económica y militar de China crece día a día. Rubio deberá afianzar las relaciones en esta alianza estratégica, fortaleciendo la influencia estadounidense en una región fundamental para el equilibrio de poder en el siglo XXI.
Como si no fuera suficiente, Rubio tendrá que hacer todo esto y más, mientras demuestra que la administración Trump, cumpliendo con lo prometido, se enfocará en los problemas domésticos y dejara que cada país se haga cargo de sus propios problemas, algo fácil de decir y difícil de hacer para un país que busca reafirmar su poder en un contexto global competitivo y en especial con un hombre tan combativo y determinado como Rubio cargo de la diplomacia.
Rubio, la nueva cara del poder blando de la nación más poderosa del mundo, de blando no tiene nada. Firme como el bambú, Rubio sabe flexionarse sin romperse.
Para quienes piensan que formar parte del “equipo Trump” le resta sensibilidad, es esencial recordar que Rubio ha luchado por los derechos humanos dentro y fuera de Estados Unidos.
El camino no será fácil para Rubio, pero su determinación y compromiso confirman que es el candidato ideal para el cargo.
No olviden que la cuenta regresiva continúa, faltan 485 días para elegir un nuevo congreso y 562 para elegir al próximo presidente de la República.