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César Álvarez Marchas 21 de abril

Primeras murallas, no primeras líneas

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La primera línea destruye. La primera muralla protege.

#YoSoyDeLaPrimeraMuralla

Sin encapuchados, sin violencia, sin muertos, sin CAIs incendiados, sin dineros del narcotráfico, sin bodegas, sin noticias falsas, sin caos y sin vandalismo.

Así, más de un millón de colombianos, a quienes yo llamo de la primera muralla, demostraron que defender su democracia, incluso de su propio presidente, está por encima de cualquier partido político, corriente ideológica y estrato social. Y que para hacerlo, no hace falta incendiar, o destruir el país.

Los de la primera muralla marcharon porque Colombia está bajo amenaza. Esto no es una exageración. Tampoco es populismo, y mucho menos es un eslogan político. Lamentablemente, es una triste realidad.

Gustavo Petro tiene en la mira la constitución, amenaza a la prensa, interviene a la salud, frena la economía, olvida la seguridad, presiona a la justicia y planea "vacunar" las pensiones.

Si esto no es estar bajo amenaza, entonces ¿qué es?

¿Qué democracia es funcional y viable sin respeto por su constitución, por la libertad de prensa, sin derecho a la salud, al progreso, a la seguridad, al digno retiro y con una justicia politizada?

A Gustavo Petro, Colombia lo quiere fuera. Gustavo Petro no escucha, no trabaja, no gobierna, no gestiona, no ejecuta y, sobre todo, no da resultados.

El país antes de Petro no era perfecto, pero después de él, parece que nada funciona.

Lo irónico es que a Petro no le sale una. Si el país está como está sin que Petro haya tenido grandes logros, ¿se imaginan dónde estaría si los hubiese tenido?

Esto no quiere decir que la democracia y el país están fuera de peligro. Mientras Petro siga en el poder, los colombianos, el congreso y las altas cortes deben seguir vigilantes.

El presidente del cambio no va a cambiar. Mucho menos si el mensaje de quienes se lo piden desaprueba su gestión.

Gustavo Petro llegó a la cima del poder para quedarse. Bien sea en carne propia o en cuerpo ajeno.

Contrario a lo que el presidente piensa y dice, la primera muralla no salió a marchar para tumbarlo. El presidente se olvida de que él ya está caído. El peso de su propia inacción, incompetencia e insolencia lo tiene a él, e infortunadamente, a Colombia por el suelo.

La primera muralla salió a enviar un mensaje claro: Colombia no le tiene miedo, señor presidente. Sin importar si el próximo ataque viene en forma de trino, decreto, nombramiento, reforma o marcha, el país está listo para seguir defendiendo la democracia.

Gustavo Petro es una amenaza para el país. Pero para acabar con Colombia se necesita mucho más que un Petro, un Bolívar y una primera línea.

No pudieron los narcos. No pudieron las FARC. Ni las AUC ni el ELN. Mucho menos han podido los miles de corruptos. ¿Podrá Petro solo?

Los colombianos de la primera muralla, así como muchos de los que no pudimos marchar el domingo, anhelamos un país libre, próspero, seguro, justo e igualitario.

Una Colombia donde el enfermo pueda ser sanado, el anciano atendido, el niño preparado, el joven impulsado, el trabajador promovido, el jubilado recompensado y el servidor público respetado.

Mientras Gustavo Petro siga en el poder, una Colombia como esta difícilmente se materializará.

¿Estamos entonces condenados como nación? Por supuesto que no. Desde las marchas contra las FARC el 4 de febrero de 2008, Colombia no había enviado un mensaje de vida, resistencia y resiliencia tan claro como el del domingo pasado.

A Petro, no obstante, le quedan 834 largos días en la Casa de Nariño. Esos días podrán ser largos, pero no son eternos.

Muchos se preguntarán después de la marcha, ¿y ahora qué?

Mi mensaje es simple: paciencia. Acabar el mandato de Petro de manera prematura no puede ser una opción. De hacerlo, Petro se convertiría en mártir y sus nefastas ideas en una romántica ideología que inspiraría a muchos por lo que pudo haber sido, y no la acabaría de una vez por todas por lo nefasta que fue.

Incluso si al presidente se le presiona para que dimita, creo que, a largo plazo, el remedio sería más caro que la enfermedad. La fortaleza de la democracia colombiana radica precisamente en que candidatos como Petro mismo puedan ser elegidos.

En el corto plazo, mi propuesta es que se haga resistencia civil. El 1 de mayo, por ejemplo, al mejor estilo anti-Petro, si puede, trabaje, abra su negocio, saque el carro, tome gaseosa, use buses privatizados, compre en grandes superficies comerciales, adquiera productos importados, realice transacciones financieras, únase a un fondo de pensiones privado.

Ese día, los congresistas deben ir al congreso, los estudiantes a las universidades. Las instituciones educativas deben abrir las puertas de sus bibliotecas. Los banqueros deben abrir sus sucursales. Los gobiernos locales deben cancelar las ciclovías.

En el mediano plazo, debemos concientizar sobre la importancia de votar. La primera muralla defiende la democracia en las calles, pero de nada sirve si no lo hacemos en las urnas también.

Invite a sus familiares, amigos y compañeros de trabajo o universidad a votar en el 2026. No importa por quién lo hagan. Pero insista en que votar es un deber de todos los colombianos. Recuérdeles que, en 2022, solo el 58% de los habilitados para votar lo hicieron.

En el largo plazo, no olvidemos. Tengamos memoria. Piense que faltan 834 días para que Gustavo Petro deje de ser presidente de Colombia. Dejarlo terminar su mandato, pero vencerlo a él y a sus ideas de una vez por todas sin importar quién las represente en las urnas, debe ser la consigna.

Faltan 767 días para el 31 de mayo de 2026. La cuenta regresiva continua.