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César Álvarez Gustavo Petro

Murillo y Petro: No es tiempo de callar

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El Canciller Murillo y el presidente Petro se encuentran en una encrucijada que definirá sus legados políticos por décadas. Ambos deben apoyar a Edmundo González, no a Nicolás Maduro. Y lo deben hacer, sin titubeos, dilaciones o eufemismos.

Por el bien de Colombia, de la Región, y el de ellos mismo, es crucial que tomen una postura clara contra la corrupción y la criminalidad que han plagado a Venezuela bajo el régimen de Maduro. Colombia, con su compromiso histórico con la democracia y el estado de derecho, no puede darse el lujo de permanecer en silencio o de reconocer a Maduro de manera ambigua, o total.

El presidente Petro tiene la responsabilidad de alzar la voz y reconocer a Edmundo González como el presidente legítimo de Venezuela. Por su parte, el Canciller Murillo debe utilizar todo su poder diplomático para ayudar a liberar a los venezolanos de la opresión del régimen de Maduro y su empresa criminal, conocida como el Cartel de los Soles. Su inacción, en caso de mantenerse, los marcará para siempre y tanto venezolanos, como demócratas alrededor del mundo, jamás lo olvidaremos.

Lo principales analistas de geopolítica, los expertos en política exterior y cualquier ciudadano con un vestigio de inteligencia y decencia entienden que la defensa de la democracia en Venezuela es crucial para la región. Reconocer a Edmundo González como el presidente legítimo va más allá de un mero respaldo político; representa una postura necesaria por la gobernanza democrática y los derechos humanos en una región que tanto lo necesita.

La crisis en Venezuela no es un problema interno, tiene implicaciones regionales significativas. La inestabilidad en Venezuela impacta la economía, las rutas comerciales, los patrones migratorios y, de manera más amplia, la seguridad y la prosperidad en el hemisferio occidental. Maduro, con su régimen, ha socavado constantemente los acuerdos internacionales y los procesos democráticos, violando, por ejemplo, el Tratado de Barbados que prometía elecciones libres y justas.

El presidente Petro enfrenta dilemas políticos internos que complican la adopción de una postura proactiva, pero ignorar la situación seria que vive Venezuela es un error estratégico grave. Las consecuencias de la inacción podrían repercutir en toda la región, afectando la reputación de Colombia como un país comprometido con la democracia y los derechos humanos. Después de todo, ¿no son, supuestamente, Gustavo Petro, el presidente de la Colombia humana, y Luis Gilberto Murillo, el Canciller de la potencia mundial de la vida?

Las elecciones recientes en Venezuela, marcadas por informes de fraude y violencia, consolidan el poder de Maduro. La oposición, liderada por Edmundo González y María Corina Machado, ha presentado pruebas de intimidación a votantes y manipulación de votos. A pesar de los resultados oficiales que declaran a Maduro ganador, la oposición sostiene que González obtuvo más del 70% de los votos, respaldado por actas electorales. Estas pruebas subrayan la necesidad de que la comunidad internacional, y por supuesto, Gustavo Petro y Luis Gilberto Murillo reconozcan a González como el líder legítimo de Venezuela.

El régimen de Maduro ha excluido sistemáticamente a la oposición del proceso político, impidiendo la participación de figuras como Machado y dejando a González como el único candidato viable. Esto resalta la magnitud de la manipulación del régimen del panorama electoral. Además, Maduro ha sido vinculado a actividades criminales, incluido el tráfico de drogas a través del Cartel de los Soles, con el gobierno de Estados Unidos ofreciendo una recompensa por su captura.

El historial criminal de Maduro se complica aún más por sus vínculos con regímenes autoritarios como Cuba, Irán y Rusia. La alianza entre Caracas, La Habana, Teherán y Moscú representa una amenaza para la estabilidad regional, apoyando la dictadura de Maduro y socavando la seguridad en el hemisferio occidental. No reconocer a Edmundo González sería una oportunidad perdida para que Petro y Murillo refuercen la postura histórica de Colombia en defensa de un orden internacional basado en reglas y en oposición al autoritarismo.

Este momento requiere una acción decidida y un liderazgo claro para mantener la integridad democrática en la región. De no reconocer a Edmundo González, el presidente Petro y su Canciller Murillo pierden una oportunidad de oro para preservar el poco decoro y capital político que les queda.