El 24 de Febrero de 2022, cuando Rusia invadió a Ucrania, muchos Taiwaneses se vieron obligados a contemplar con mayor detenimiento la misma pregunta que se han hecho durante años: ¿Y si China nos invade?
Casi dos años después de la invasión a Ucrania, y a una semana de las elecciones presidenciales y parlamentarias en Taiwán, los ojos del mundo están puestos en la Isla.
El estrecho de Taiwán es el punto de tensión geopolítica más álgido del mundo. Los resultados de las elecciones del 13 de enero tienen implicaciones directas sobre los intereses estratégicos de los Estados Unidos y China; la seguridad del Indo-Pacifico; y sin duda, sobre la economía y cadenas de abastecimiento mundial.
La presión económica y la coerción militar a la que Taiwán ha sido expuesta en los últimos años no tiene precedente.
En los pasillos del congreso en Washington se discute si los Estados Unidos realmente defendería a Taiwán ante una invasión a la Isla por parte de China.
En Japón, un país afectado también por las tensiones del Mar de Sur de China, mientras se espera que el Estrecho de Taiwán no sea otro punto de disputa, el gobierno avanza en el desarrollo de mecanismos de cooperación multilateral para proteger el Indo-Pacifico.
En Australia, Nueva Zelandia, y algunos países del Sudeste Asiático, se acelera la diversificación económica para reducir la dependencia comercial de China.
Mientras tanto en Colombia, poco se dice, y mucho menos se hace para discutir la posible postura del país ante una invasión o ‘intervención’ de China a Taiwán.
La reciente elevación de la relación Bogotá-Beijing a alianza estratégica no puede ser interpretada como la solución a los potenciales efectos geopolíticos y económicos de un conflicto Chino-Taiwanés.
La ambigüedad ‘estratégica’ de Colombia hacia Taiwán, tampoco puede ser vista como el resultado de profundo análisis prospectivo.
Reconocer la política de ‘una China, dos sistemas’, y simultáneamente mantener relaciones comerciales con Taiwán probablemente no será suficiente para pasar la prueba geopolítica que Colombia y el mundo tendrán que enfrentar en caso de una eventual invasión.
En un panorama geopolítico en el que el creciente número de tensiones y conflictos internacionales siembra condiciones políticas para que algunas alianzas históricas se pongan a prueba y muchas se cambien por otras nuevas, la política exterior Colombiana debe ser el resultado de un debate robusto, basado en información, respetuoso de la tradición que con tanto trabajo se ha construido, y lo suficientemente dinámico y flexible para construir una hoja de ruta que nos permita navegar los distintos retos que un mundo multipolar, multilateral, y cada vez más tenso nos presenta.
Las dos fuerzas más grandes de la Isla, el cercano a Washington, Partido Democrático Progresivo (DPP por sus siglas en inglés), y el cercano a Beijing, Kuomintang (KMT) se juegan el futuro político del país, y el estratégico del Indo-Pacifico.
El DPP—en el poder desde el 2016—a través de Lai Ching-te actual vicepresidente podría consolidar el modelo actual de contención a China y defensa de la soberanía Taiwanesa basado en una política exterior firme y un acelerado desarrollo de capacidades de defensa.
El KMT que ha históricamente enfatizado en el diálogo y la cooperación con China para manejar las tensiones del estrecho, podría, en cabeza de Hou Yu-ih, posicionar a Taiwán bajo un mayor control de Beijing.
Taiwán es el tema más importante y sensible entre los Estados Unidos y China. Con una victoria del DPP o del KMT, los efectos geopolíticos se sentirán en todas las esquinas del mundo.
Lo que el Presidente Petro no puede darse el lujo de hacer es pensar que este complejo tema de relaciones internacionales es una tendencia más de Twitter, o X, sobre la cual impulsiva, apresurada, y torpemente deba pronunciarse sin antes pensar en las serias consecuencias que tendría para el país.
Otro período del DPP en el poder profundizaría los lazos de Taiwán con los Estados Unidos, un aliado vital para la isla. La postura de Lai Ching-te a favor de un Taiwán independiente, sumado a un acelerado desarrollo militar podría, no obstante, intensificar las tensiones con China.
La postura de Beijing es clara. Un Taiwán democrático es parte de China, pero un Taiwán independiente significa guerra, y Beijing está dispuesto a tomar todas las medidas necesarias para proteger la unificación.
Por el bien del país esperemos dos cosas. Uno, que el Presidente Petro no use el Twitter el próximo sábado. Y si lo hace, que piense muy bien cuál es la postura del país ante un posible cambio de Gobierno en Taiwán.
Lo segundo, que la discusión prospectiva sobre Taiwán nutra el necesario debate sobre el futuro geopolítico de las relaciones entre Colombo-Americanas y Sino-Colombianas.
César Álvarez, es Fellow de la Fundación para la Innovación y el Desarrollo (I+D) y Experto en Estudios de Terrorismo y Seguridad Internacional — cesaralvarez_au (Instagram y Twitter)