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César Álvarez Gustavo Petro

La política exterior colombiana: Un barco sin timón

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En un escenario global cada vez más complejo, la política exterior del gobierno Petro está dilapidando la credibilidad y el respeto arduamente ganados por administraciones anteriores, defendiendo lo incondonable y condenando lo irreprensible.

Colombia no puede permitirse tener una política exterior marcada por una contradicción ética y moral tan profunda, ni una diplomacia desprovista de principios. Sin dirección ni propósito, hasta las naciones más fuertes naufragan.

Con la llegada del gobierno Petro, nuestra política exterior ha quedado a la deriva, empujada por las corrientes ideológicas del presidente, quien cree erróneamente que su brújula apunta al norte, cuando en realidad nos lleva al sur.

El presidente Petro atraviesa uno de sus peores momentos. Según la más reciente encuesta de Invamer, su desaprobación ha alcanzado el 66%, uno de los niveles más altos desde que asumió el cargo. Y aunque no hay datos precisos, es evidente que, a medida que cae su imagen, también lo hace la de Colombia ante la comunidad internacional.

Esto, aunque lamentable, no sorprende. El manejo de la política exterior sugiere que el compromiso histórico de Colombia con la democracia, los derechos humanos y la seguridad internacional es ahora negociable.

Si no fuera así, ¿por qué la respuesta del gobierno Petro al golpe de Estado de Nicolás Maduro en Venezuela es lenta y confusa, mientras que su postura contra la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental es rápida y clara? ¿Por qué es ambiguo en condenar los ataques terroristas de Hamas, pero ágil y categórico en acusar a Israel de genocidio?

Cuando los principios son negociables, la política exterior pierde su norte, así como la credibilidad y el respeto de la comunidad internacional, incluso entre quienes comparten la ideología del presidente Petro, pero no confunden el bien con el mal.

La política exterior colombiana no solo ha perdido funcionalidad, sino también su elegancia. El respeto por los protocolos diplomáticos ha sido reemplazado por trinos impulsivos y discursos improvisados, donde se anuncian decisiones clave sin consulta previa.

Bajo el gobierno Petro, la diplomacia se maneja a menudo desde X (anteriormente Twitter), socavando el papel del Canciller y reduciendo al Ministerio a un mero espectador, lo que refuerza el errático manejo de la política exterior.

La insatisfacción de los colombianos no debe limitarse a los asuntos internos. La gestión de la política exterior es crucial, ya que la manera en que Colombia se posiciona internacionalmente influye directamente en la estabilidad y prosperidad del país.

La percepción que tienen otros gobernantes, inversionistas e instituciones sobre Colombia afecta nuestra seguridad nacional y nuestros intereses económicos.

En resumen, la política exterior colombiana está pasando de ser una política de Estado a una política del gobierno de turno. Se ha vuelto cada vez más personal, guiada por caprichos e inclinaciones ideológicas, y menos coherente y respetable.

Esta falta de coherencia refleja un problema de gobernabilidad más amplio: una administración a la deriva, sin dirección clara.

En un mundo de dinámicas geopolíticas volátiles, necesitamos un liderazgo firme, con convicciones claras y una voz creíble en los asuntos internacionales.

Si bien una política exterior debe ser flexible para adaptarse a nuevos desafíos, los cambios del gobierno Petro han sido drásticos y guiados por ideologías que comprometen los valores fundamentales de nuestro país y del sistema internacional.

El pueblo colombiano y los servidores públicos que trabajan con tanto esfuerzo dentro y fuera del país merecen algo mejor. La reputación, influencia y seguridad de nuestra nación están en juego.

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