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Carlos Barros Ferreira Bogotá

El infierno tan temido

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La frase más escuchada en Bogotá es la que puede dar luces del verdadero estado de la capital. Quizás esto lo resuelvan los nuevos mesías que se posesionaron en D.C, quienes se anuncian con el mismo ímpetu de un creador de contenido de OnlyFans. La frase es simple, pero reveladora: “Bogotá huele a taco”.Para algunos es motivo de orgullo, de júbilo y de un afán por atorarse con el primer taco de birria que encuentren; para otros, no tanto.

Lo que empezó como una opción gastronómica apetecible, un nuevo territorio por explorar, se ha convertido en una posible declaración de emergencia. Tal vez esto sea el causante de la epidemia de ratas que azota a varias localidades, pero esto es una caricia en comparación a la sobreoferta de tacos.

Archivo C. Barros

No hay ruta de Transmilenio que te salve de no ver una nueva taquería. Nadie te preparó para tan malísimo guacamole, mezcales de medio pelo y deplorables meseros. Estos últimos, en la mayoría de los sitios, no conocen el menú y si les preguntas qué significa cochinita pibil, agradece que no te manden a Duitama. Porque peor que un mal tatuaje, es un mesero que no tiene NPI de lo que ofrece. Y peor que todo lo anterior, es lo que se produce cuando una gastronomía es impuesta producto del neotraquetismo.

Lo cual no es nada nuevo porque nosotros contribuimos a esa cultura. Por eso la abrazamos, porque somos sus precursores. Y si viene con acento, pues mucho mejor. Nuestro léxico se ha enriquecido hasta tal punto que morrita, chale y feria ya hacen parte del arsenal lingüístico de todo habitante de Bogotá.

El parque automotor de la ciudad se ha beneficiado en demasía. En cada cuadra donde hay una taquería, la línea de camionetas estacionadas llegan a sumar más de tres mil millones de pesos. El asiduo comensal de estos sitios se ajusta a unos lineamientos bastante específicos. La estética masculina, por lo general, es puro gordito con el corte de pelo insigne: el siete. Visten zapatillas de trescientos dólares (ya no se puede decir tenis) y también van hombres bajo ese concepto denigrante de tipo inge. La estética femenina no se queda atrás. Chicas con Bratz Lips, tetas y culos siliconados y tatuajes de estrellas y gatitos.

Alternativa/H. Ferreira

Algunos hablarán de personajes nefastos. Pero no lo son. Es parte de nuestra contribución al mundo.Y ahora la sucursal del nuevo imperio del narco mezcló lo mejor de ambos y tenemos lo mismo que les pasó a ellos hacia 1840 y pico. Cuando producto de la guerra por el estado de Texas entre México y Estados Unidos, se originaron las cantinas. Porque más que taquerías lo que hay son cantinas en Bogotá. Hasta hace cuarenta y un años se permitió oficialmente la entrada de mujeres a las cantinas en México.

Por lo menos aquí se avanzó notablemente en que no se les prohíbe el ingreso. Algo es algo. No faltará el experto que nos diga aquello de que estas son las consecuencias de la guerra contra el narco.

Ocurren desmadres a diario en esta ciudad. Lo bueno, al parecer, es que ahora la banda sonora de estos va por cuenta de Peso Pluma y otros hijos de la chingada.

La iconografía de Jesús Malverde nos acompaña en silencio y los rezos a la Morenita se multiplican por doquier. Lo único triste de este fenómeno, invasión o infierno tan temido es que ocurrió lo inimaginable. Ya no se consigue una exquisita empanada de arroz. Por eso cuando estés disfrutando de tacos de carnitas, gobernador o al pastor, ten presente que puedes estar matando no solo a la empanada, también a nuestro ají, al tinto y a la mismísima Virgen de Chiquinquirá.

cbarros.baq@gmail.com

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