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Alvaro Rodríguez Acosta 8marzo

No al vandalismo en las marchas del 8M

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Por Álvaro Rodríguez Acosta

Las manifestaciones feministas se han multiplicado en el mundo en los últimos años. Cada 8 de marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer y cada vez son más los países donde se convoca a millones de mujeres a salir a las calles para reclamar sus derechos, repudiar el maltrato y exigir la igualdad de género.

El 8M es un símbolo mundial de protesta por parte de las mujeres, entre otras razones de peso, porque el mundo se comprometió a garantizarles más de cien derechos y todavía falta mucho por hacer: en 49 países no hay leyes que protejan a las mujeres ante la violencia doméstica; las cifras de feminicidios en los últimos dos años, en especial, en tiempos de pandemia, se han incrementado de manera preocupante.

Siguen protestando porque la violencia de género no solo ocurre en los países más pobres, sino también en los más ricos; reclaman porque, en la mayoría de los casos, las matan sus maridos o novios. El 93% de las muertes de mujeres en Estados Unidos ocurrió a manos de sus parejas; en gran parte, el único motivo es el desprecio por sus vidas, sus libertades y su dignidad.

Cada 8 de marzo, millones de mujeres se multiplican en el mundo bajo un solo grito de dignidad. Claman por un espacio donde tengan las mismas oportunidades de convivencia, trabajo y respeto por la vida.

Todo este trabajo realizado por las mujeres que alzan su voz de protesta, que exigen justicia, que buscan unas mejores condiciones de vida, tiene un problema también de fondo, relativo al vandalismo. La protesta, las manifestaciones y el recorrido por las calles no pueden convertirse en razón para destruir lo que se encuentra al paso.

Recientemente tuvo lugar una nueva celebración del 8M. Las manifestaciones en Bogotá dejaron un saldo muy triste para la ciudad. El servicio de Transmilenio fue atacado; hubo fuertes enfrentamientos contra miembros del Esmad que trataban de ponerle freno a los actos vandálicos; las paredes de los establecimientos de comercio fueron pintadas con grafitis y consignas; en las marchas, que se iniciaron pacíficas, imperó el desorden social unas horas después; la intervención de las autoridades con las personas encargadas de las movilizaciones no fue suficiente para detener los disturbios que, además, dejaron varios heridos y los establecimientos de ventas de ropa y comida, que están pasando por una de las peores situaciones económicas por la pandemia, también fueron vandalizados.

La propia alcaldesa Claudia López, que es partidaria de estas expresiones sociales, reconoció que “esto no es protesta ni reivindicación ni feminismo” y que la violencia no es forma de exaltar los logros de género.

En tiempos en los que las mujeres han ganado un muy importante espacio para denunciar el acoso sexual, laboral y la falta de equidad en los cargos públicos, así como abrir tribunas para escuchar sus aterradoras historias de maltrato y abuso, también es preciso hacer un llamado de atención para que todas estas manifestaciones sociales se hagan con civismo.

No se gana nada destruyendo los bienes de una ciudad, pues finalmente son de todos y se hacen con un enorme esfuerzo para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos, pero en cuestión de minutos se destruyen sin justificación alguna.

Las marchas de las mujeres no pueden quedar a la altura del destrozo de las protestas sociales que han dejado muertos, destrucción, daños millonarios en la movilidad y miles de bogotanos caminando largas jornadas para llegar a sus casas, porque el vandalismo destruye, obstruye y no es amigo del diálogo o de la marcha pacífica en la que no se vulneren los derechos de los demás ciudadanos.

Desde esta columna manifiesto mi apoyo irrestricto al valeroso trabajo que vienen haciendo las mujeres por lograr igualdad, respeto y castigo para quienes abusan de ellas. Pero no comparto que estos derechos se reclamen a punta de piedra y destrucción de propiedades públicas y privadas. ¿Por qué razón los dueños de almacenes, de pequeños negocios, que se ganan la vida diaria con su trabajo, tienen que sufrir por cuenta de una expresión, en especial, de las mujeres que están en contra de la violencia?

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