“El país requiere de una conducción de gobierno serena y firme para afrontar los grandes retos que nos deparan los próximos cuatro años.”
POR: Álvaro Rodríguez
Presidente Ventura Group
En coyunturas tan complejas como la que estamos atravesando en Colombia, los ciudadanos se encuentran siempre ante el dilema de hacer lo fácil o hacer lo correcto.
Ese dilema de lo fácil y lo correcto trae consigo un abanico de consecuencias que se irán presentando en el corto, mediano y largo plazo, pues cuando se vota por lo fácil se sacrifica la democracia, la estabilidad de los sistemas político, económico y social, y, por otro lado, en sinnúmero de ocasiones, lo correcto no coincide con lo que la gente quiere, ni mucho menos con aquello que “suena bien” y “prometedor”.
Es ahora, en donde adquiere valor que las personas hagan lo correcto y no lo fácil, y este justamente fue el caso de Óscar Iván Zuluaga. Lo fácil para él habría sido que permaneciera aferrado a su nominación de candidato a la Presidencia de la República por el Centro Democrático y que no reconociera la realidad política electoral que se presentó el domingo 13 de marzo; no tanto por la victoria de Federico Gutiérrez en la consulta interna de Equipo por Colombia, sino por el gran número de candidatos que se sumaron a la contienda electoral.
De manera injusta algunos miembros del Centro Democrático, sin tener los argumentos, decretaron la derrota de Óscar Iván Zuluaga, y ante dicha crisis, él se enfrentó al dilema de lo fácil y lo correcto. Lo fácil habría sido permanecer y hacer valer su condición de candidato, lo correcto por su lado era sacrificar sus intereses personales y pensar que por encima de su nominación debía estar la estabilidad política y la defensa de los valores democráticos.
Mantenerse en la contienda electoral era dividir, y el costo institucional era mayor que el beneficio personal, y por ello, Óscar Iván hizo lo correcto. Prefirió evitar una crisis al interior de su partido, y anunció su apoyo a Federico Gutiérrez. Privilegió la búsqueda de un candidato de unidad, un gesto que sin lugar a dudas, está lleno de generosidad, humildad, grandeza y sobre todo de corrección.
Quienes creemos en los valores democráticos, la propiedad privada, la libertad de cultos, y la defensa de las instituciones, debemos depositar nuestra confianza en un candidato que reuniendo todas las cualidades de un líder, pueda conducir a Colombia.
Se avecinan cuatro semanas cruciales en la historia política reciente del país y es el momento en donde debemos mantener la unidad, reconociendo que aunque es fácil pronunciar discursos populistas que siempre encontrarán oídos masivos a los cuales llegar, lo correcto sería revisar planes de gobierno y viabilidad de los mismos, teniendo siempre presente la defensa de los pilares de las instituciones y la democracia.
El país requiere de una conducción de gobierno serena y firme para afrontar los grandes retos que nos deparan los próximos cuatro años. La pandemia ha dejado un coletazo económico de enormes proporciones y todavía no conocemos la totalidad de su alcance. Por ejemplo, enfrentamos una inflación galopante por el ingente esfuerzo que hizo el presidente Duque para poder responder a los ciudadanos de más escasos recursos que de la noche a la mañana se quedaron sin empleo por cuenta de la pandemia.
Igualmente, los actos ilícitos y de corrupción han aumentado significativamente poniendo en riesgo la seguridad nacional y nuestra democracia. Por tanto, debemos seguir en la lucha contra esa organización ilícita del narcotráfico, cada vez más sofisticada y dañina para las economías de nuestro país. No podemos bajar la guardia ante el aumento de los cultivos ilícitos, ante el crecimiento de los grupos armados, ante la delincuencia que golpea duramente en las ciudades. Para ello, necesitamos que a la Casa de Nariño llegue un mandatario empoderado, sereno, que transmita confianza a la inversión extranjera, que respete los principios democráticos y la Constitución. Que su trabajo sea en equipo y en armonía con el Congreso de la República.
La pandemia, sumada al debilitamiento democrático, han creado el escenario perfecto para la consolidación de actos de corrupción en donde los funcionarios del país tienen especial protagonismo. Por tanto, se hace necesario el repudio sin límites a los actos de corrupción en donde el ejercicio de la función pública y la postulación a cargos de elección popular sea restringida para aquellos que cometan estos actos.
Los últimos acontecimientos en los que se ha visto inmersa la campaña del candidato de izquierda y que además han permeado toda su candidatura, parecen no ser suficientes para sus seguidores, quienes hacen caso omiso de visitas a la cárcel para buscar apoyo político de cuestionados personajes, y por el contrario dan prioridad a discursos populistas que carecen de un factor determinante: la viabilidad.
Estamos viviendo tiempos difíciles que ameritan de cada uno de nosotros el mayor compromiso y responsabilidad con el país. Colombia necesita ciudadanos que logren observar más allá del caos electoral y que estén dispuestos a hacer lo correcto y no lo fácil.