“La baraja de aspirantes muestra que hay de dónde escoger, ciertamente, pero los seguidores del Centro Democrático deberán valorar los pros y contras de cada aspirante, así como también las conveniencias y desventajas de darles a cada uno las banderas del partido en este momento en particular, cuando el país se encuentra debilitado por efectos de la pandemia, hay un entendible descontento social y las opciones populistas pueden gozar de vientos favorables para tomar vuelo”.
El Centro Democrático, la formación partidista iniciada y guiada por Álvaro Uribe Vélez, está en un momento clave de su corta historia. Es el partido de gobierno de una administración golpeada fuertemente en su imagen por la crisis económica y social de la pandemia, y tiene el reto de mantenerse en el poder con una figura política de sus huestes.
Pero, además, va a afrontar otro reto: conservar –y ojalá aumentar– su presencia en el Congreso sin tener en el primer renglón de sus listas al expresidente, arrollador en votos, quien poco a poco está tomando la opción de ubicarse en un segundo plano para darle visibilidad a caras distintas, muchas de ellas jóvenes que prometen continuar su legado y defender la idea fundamental de tener un país en paz, socialmente cohesionado, donde haya confianza para invertir y ejercicio pleno de los valores democráticos. Es de destacar el anuncio del expresidente Uribe en el sentido de que no se pronunciará a favor de ninguno de los precandidatos presidenciales, para no generar distorsiones.
El desafío político y electoral no es fácil, especialmente por la coyuntura, pero tampoco hay razón para el pesimismo ni para anticipar derrotas.
El próximo 22 de noviembre debe conocerse el resultado final del proceso de consulta con los ciudadanos afines a la colectividad a través del mecanismo de la encuesta. Así que quedan menos de dos meses para que los precandidatos expongan en distintos foros sus ideas, plasmen sus diferencias y se comprometan claramente con una bandera.
A esta hora siguen en carrera cinco aspirantes, después del retiro de varios congresistas que decidieron apoyar al exministro Óscar Iván Zuluaga, quien para bien del país está en la arena política luego de ganar la batalla judicial en la quedó enredado por el montaje que le hicieron el fiscal Eduardo Montealegre y el expresidente Juan Manuel Santos, para derrotarlo en la segunda vuelta presidencial del 2014, tras haber ganado con amplio margen la primera.
La baraja al cierre de estas líneas estaba integrada por Zuluaga, la senadora María Fernanda Cabal, la senadora Paloma Valencia, el exviceministro Rafael Nieto Loaiza y el exgobernador de Casanare Alirio Barrera.
Todos ellos han pedido garantías para participar en este debate inicial, pero al mismo tiempo todos deben ofrecer garantías de transparencia para ser dignos representantes del partido. Por eso resulta relevante la decisión del Comité de Ética del partido de excluir el nombre de Edward Rodríguez de la baraja de precandidatos para 2022, dados los cuestionamientos a su actuación como congresista en lo relativo a la investigación del Cartel de la Toga, que puso sobre la mesa Rafael Nieto Loaiza.
Superado este episodio, es clave establecer reglas claras y llegar a acuerdos para que haya un debate transparente e intenso pero que no genere grietas internas, sobre todo en defensores y críticos del gobierno del presidente Iván Duque, lo cual es lo menos conveniente ahora y solo haría más fácil el debate para los rivales del partido. No se puede construir una candidatura destruyendo la labor del Duque, que, contra lo que dice el populista radial Gustavo Petro, ha sido una garantía para la institucionalidad y la democracia.
Entre los precandidatos, el menos conocido es el exgobernador Barrera, quien se presenta como alternativa de las regiones. En cambio, los otros cuatro –hay que decirlo– tienen acumuladas suficientes horas de vuelo para aspirar a representar al partido en una contienda tan trascendental.
Las senadoras Cabal y Valencia son personas muy preparadas que han hecho siempre buen uso de sus curules para promover debates e impulsar proyectos legislativos de impacto. Nieto es un jurista de excelsas condiciones y de amplios conocimientos de la política y otros temas, como lo demuestra en sus columnas y otras intervenciones mediáticas. Representa a una franja del partido que defiende a rajatabla los valores del Centro Democrático. Y el exministro Zuluaga cuenta a su haber con una pulcra trayectoria en la vida pública, que comenzó como alcalde y concejal y podría haber ya pasado por la Presidencia de no haber mediado lo que él claramente ha llamado un montaje en su contra de personas relacionadas con el gobierno de Juan Manuel Santos. El respaldo a su aspiración expresada por 33 congresistas habla claramente de la confianza que genera su nombre. Cabe recordar, sin embargo, que no será una encuesta a parlamentarios, sino a los ciudadanos rasos que se identifican con las ideas del partido inspiradas por Uribe.
La baraja, en todo caso, muestra que hay de dónde escoger, ciertamente, pero los seguidores del Centro Democrático deberán valorar los pros y contras de cada aspirante, así como también las conveniencias y desventajas de darles a cada uno las banderas del partido en este momento en particular, cuando el país se encuentra debilitado por efectos de la pandemia, hay un entendible descontento social y las opciones populistas pueden gozar de vientos favorables para tomar vuelo.
Es claro que quien quiera aspirar a ser la cara del Centro Democrático en las contiendas de 2022 debe prepararse para competir en otra instancia que le permita asegurar apoyos antes de ir a la primera vuelta presidencial de mayo próximo. Eso implica tener la capacidad para modificar el discurso sin renunciar a lo esencial, tener disposición para hacer acuerdos con vertientes afines e incorporar voces externas al partido para consolidar una coalición de amplio espectro. Incluso será necesario evaluar la conveniencia de superar debates y rencillas del pasado inmediato para beneficiar un propósito de mayor valor, como lo es darle estabilidad al país y asegurar su rumbo en la senda democrática, que mal que bien se ha traducido en avances sociales significativos durante varias décadas. El arte de sumar y unir, y no el de restar y dividir, debe primar si se quiere alcanzar el éxito electoral.
El Centro Democrático es un partido joven, pero sólido. Tiene vocación de liderazgo y mucho futuro por delante. Debe escoger bien candidato y discurso, y quienes queden en segundo y en tercer lugar en la encuesta deberían encabezar, uno, la lista al Senado y, otro, la lista a la Cámara, ya que no se cuenta con el expresidente Uribe, peso pesado de nuestra política.
El Centro Democrático tiene figuras para aspirar de nuevo al poder y reimpulsar el proyecto de construir un país que dé oportunidades a todos.
ÁLVARO RODRÍGUEZ ACOSTA
Presidente
Revista Alternativa