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Alejandro Salas Gustavo Petro

Petro, postverdad y realidad

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Al final de día, Petro apostó por refugiarse en su círculo íntimo. Los nuevos ministros, salvo Interior y Salud, tienen en común que cuentan con carreras que privilegian el activismo a los resultados, son cercanos al presidente y carecen de identidad y peso político específico. El presidente se rodea que gente que piensa como él.

Alejandro Salas. Abogado y consultor político. Twitter: @asalasp

Según el marxismo más simple, la ideología es un «conjunto de ideas y creencias que son dominantes en la sociedad y que son utilizadas por la clase dirigente para justificar su poder y sus privilegios”.

La postverdad y la ideología tienen en común que privilegian la imaginación y las creencias sobre los hechos. En ambos casos hay un desdén premeditado por acercarse a la realidad sobre la base de los datos. De nada sirven los hechos si no justifican las ideas.

La agitación presidencial tiene como telón de fondo la frustración que siente por su incapacidad de torcer la realidad al antojo de su visión del mundo. Sus apuestas principales, v.gr. Reforma a la Salud, Paz total, entre otras, se han estrellado contra la pared de la reflexión nacional sobre los logros colectivos alcanzados, la real preocupación de los colombianos por no perder décadas de avance en el aseguramiento en salud y un entorno económico que demanda acciones concretas para saltar los obstáculos muy reales de un contexto local y global que le pasan factura al bolsillo, también muy real, de los hogares colombianos.

Lo anterior, para no entrar en la discusión sobre la efectividad de los pesos y contrapesos democráticos, que también parecen exasaperar el ánimo del presidente.

Con una opinión pública que ya no es su sartén de agitación sino la víctima constante de sus bandazos como gobernante, es difícil que la apuesta por alborotar la calle le brinde los frutos electorales que disfrutó apenas hace ocho meses.

El 35% de aprobación es una foto de lo que el país siente en carne y hueso. Y es que la cotidianidad tiene esa particularidad: más allá de las creencias, discursos, ilusiones o análisis astrológicos, el hambre en la calle se siente en el intestino y la inseguridad se palpita al salir a caminar.

Hoy, cuando un colombiano siente impotencia por no tener para el mercado no va a mirar si el discurso del balcón suena bonito, sino cuáles son las medidas que va a tomar su presidente para resolver los problemas de su día a día.

Bien haría el presidente en comprender que el gobierno es él y que el descontento en el territorio se trata sobre sus decisiones y que es mejor mirar de frente la realidad que esconderse tras las ideología.

Petro en el balcón le puede echar la culpa de todo a la élite y el neoliberalismo, pero la factura de la calle es para él.