Las palabras de un humorista que calificó a Puerto Rico como una "isla de basura" podrían causar un terremoto electoral y, conscientes de ello, tanto el expresidente y candidato republicano Donald Trump, como la vicepresidenta y aspirante demócrata Kamala Harris, decidieron pasar este lunes, la víspera electoral, en Reading y Allentown, ambas ciudades de mayoría latina en Pensilvania.
"El comentario que se hizo en el mitin de Trump no me gustó. Es el país donde yo nací, allí están enterrados mis padres y lo guardo con todo mi corazón", dijo a la agencia EFE Ángel Avilés, de 61 años.
Preguntado sobre la intención de voto de sus allegados puertorriqueños, Avilés lo tiene claro: "Todos para Harris. Ninguno quiere a Trump. Trump es un fascista", afirmó.
Y es que los habitantes de Puerto Rico, un Estado libre asociado de EE.UU. no pueden votar en las presidenciales, pero sí pueden hacerlo los millones de puertorriqueños que residen en territorio estadounidense.
La campaña de Harris quiere apelar a esos votantes y ha organizado caravanas de vehículos que recorren Allentown con banderas de Puerto Rico, carteles de "presidenta" y reguetón (genero insignia de ese país) a todo volumen.
Sin embargo hay otra cara de la moneda y es que a solo unas calles, Daniel Campo, de 28 años y de origen venezolano, participa como voluntario de la campaña de Trump pidiendo el voto por el magnate neoyorquino. Asegura que el comentario racista no ha alterado el voto de los puertorriqueños con los que ha hablado: "Algunos dirán que el chiste no fue bueno, pero van a votar por Trump".