Miércoles, 04 de diciembre de 2024 Suscríbase
Temas
politica

Los desafíos para el próximo presidente en política exterior

Nuestro histórico infantilismo en política exterior nos ha significado errores garrafales que se han traducido en la pérdida de soberanía, de control territorial y ante todo de visión geoestratégica frente a los desafíos del siglo XXI

El presidente Biden firmó el memorando que declara a Colombia Aliado Mayor Extra-Otán. Foto: Nicolás Galeano presidencia

Por: Diana Andrea Gómez

Directora del Doctorado en Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de Colombia

Colombia es el tercer país más poblado de América Latina, el cuarto en extensión territorial y el más megadiverso por kilómetro cuadrado, pero es el quinto en cuanto al tamaño de su economía, noveno en índice de desarrollo humano y el tercero entre los países más desiguales de la región. Su tan variada geografía, ubicación geoestratégica privilegiada y riquezas naturales no corresponden con su política exterior que podría ser mucho más sólida y diversificada.

Colombia tiene una serie de retos en la cartera de exteriores que deben superar por lo menos seis lastres históricos: no somos un país con un fuerte legado cultural que nos identifique y nos diferencie claramente de los demás vecinos latinoamericanos como sí sucede con México o Perú. Segundo, carecemos de experiencia en materia de inmigración producto de políticas lesivas que valoraban al inmigrante blanco y católico como el ciudadano ideal, mientras señalaban como inferiores a las culturas de Asia Pacífico, lo que se sumó a la implosión demográfica de los indígenas y las políticas esclavistas sobre la población afro, efecto de la preponderancia de visiones supremacistas blancas que replicaron políticas eugenésicas de línea dura. El médico colombiano Miguel Jiménez López (1875-1955), psiquiatra y político conservador que fue ministro de gobierno, senador, representante a la Cámara y embajador, aducía que “no serán ya los hechos económicos ni aún las consideraciones humanitarias sino los postulados de la eugénica lo que habrá de inspirar las leyes de inmigración”.

Tercero, la incapacidad de los gobiernos colombianos para valorar el potencial de las relaciones exteriores a partir de la esfera marítima es otro lastre que nos impide ver más allá de la Colombia continental.

Cuarto, nuestra política económica después del auge del café no versa sobre un producto bandera distinto al petróleo y el carbón, productos que en plena crisis climática tienen contados los años.

Quinto, a pesar de la dimensión, población y horizonte de desarrollo de su economía, Colombia no aspira a convertirse en país líder regional. No tiene una mirada vanguardista como Chile con un empresariado fuerte y dinámico que se lanzó hace 50 años a la conquista comercial del Pacífico.

Sexto, nuestro país no expresa la necesidad de establecer alianzas distintas a lo tradicional y reafirma su interés en mantenerse como aliado de Estados Unidos a lo largo del tiempo con posturas disímiles respecto a sus vecinos: fue el único aliado latinoamericano del país norteamericano en la guerra de Corea, así como en la de Irak.

El rezago de Colombia en materia de política exterior le implica retos que pueden estructurarse en una estrategia que contemple cuatro factores a trabajar de fondo:

La postura de Colombia se sintetiza en su mirada aún anclada en la Guerra Fría, es decir, ideologizada al extremo, lo que termina invisibilizando realidades complejas, y justo cuando estamos asistiendo desde 1997 a la existencia de un mundo multipolar, donde Asia se configura como el continente económicamente más prometedor, África vive una revolución urbana reflejo de su dinamización, y el mundo en desarrollo en general tiene hoy un horizonte de crecimiento estable y al alza dado el incremento del tamaño de sus mercados laborales y de consumo.

En segundo término, es perentorio identificar los factores más permanentes como los más volátiles que impactan el orden regional, internacional o mundial. Dicha mirada implica diversificar el enfoque en materia de política exterior y seguir el ejemplo de vecinos como Brasil, Perú, México, Argentina o Ecuador que tienen un espectro mucho más amplio que el de Colombia, lo que les permite tener un margen de maniobra abierto y flexible en materia de relaciones bilaterales, sin descuidar los vínculos y las iniciativas multilaterales.

En tercer lugar, los retos más acuciantes que se deben priorizar, habida cuenta de las avasalladoras realidades locales y globales, son enfrentar y mitigar el cambio climático; mejorar las relaciones con los vecinos ya que la venezolanización de la política exterior colombiana ha hecho mucha mella y el resultado ha sido caótico; fortalecer las fronteras tanto en términos del control territorial como de la existencia de condiciones dignas para los habitantes de dichas zonas en términos de educación, empleo, salud e infraestructura. De lo contrario, la historia de la política exterior colombiana seguirá siendo la progresiva sucesión de pérdida de territorios por parte del Estado como lo fueron la provincia de Panamá, los 75 mil kilómetros de mar territorial frente a Nicaragua y la zona aledaña entre la Guajira y Maracaibo, parte de lo que hoy es el Estado de Apure y los municipios Maroa y Atabapo en Venezuela.

Colombia tiene una serie de retos en la cartera de exteriores que deben superar por lo menos seis lastres históricos

A su vez, el servicio exterior requiere un cambio de fondo: que todos los embajadores sean de carrera, los requisitos para acceder a la carrera diplomática sean más exigentes (Perú es un ejemplo para Colombia), restablecer la evaluación del desempeño de funcionarios y fortalecer la academia diplomática. La figura del jefe de gabinete es la que hoy define la política exterior y le quita su función esencial a la Cancillería.

El primer paso a dar para el próximo presidente en esta esfera implica poner en primer lugar al país y su desarrollo por encima de derechas e izquierdas para eliminar los ataques, los odios y los personalismos que nos hacen tremendamente volubles, impulsivos e inmediatistas, alimentados por las redes clientelares y el afán de lucro.