Fue un sábado negro, durante la celebración judía de ‘Shemini Atzeret’, que marca el final de la festividad de los tabernáculos. En la madrugada de ese día, 7 de octubre de 2023, miles de terroristas de Hamás cruzaron la frontera de Gaza, rompiendo la valla de separación, llegaron a las poblaciones aledañas y masacraron a cuantos se les atravesaron. Familias enteras asesinadas en sus hogares, numerosas mujeres víctimas de violación, más de trescientos jóvenes, participantes en un festival de música acribillados y 255 seres humanos secuestrados y llevados hacia Gaza, de los cuales 101 aún permanecen en cautiverio. En total 1200 muertos, la peor matanza de judíos desde el Holocausto.
Un día después, antes de que Israel pudiera recuperar el control de su territorio, y sin provocación alguna, Hezbollah inició ataques diarios con cohetes y drones contra Israel desde el territorio de Líbano. Estos ataques persisten hasta la actualidad y han obligado a Israel a evacuar a 80.000 residentes del norte.
Simultáneamente desde Yemen una pandilla de “rebeldes”, llamados Houties por el nombre de su jefe, comenzó a atacar la navegación por el mar Rojo y a lanzar misiles a Israel a dos mil kilómetros de distancia. Un país sumido en la miseria, presa de hambrunas y epidemias, cuenta con los más sofisticados misiles balísticos iraníes únicamente para atacar a Israel.
Y como si fuera poco, Irán desde la distancia lanzó con dos andanadas de misiles en abril y octubre, una cobarde agresión al Estado Judío.
Israel enfrenta una guerra por su supervivencia, igual que en 1948, igual que en 1967, esta vez orquestada por la República Islámica de Irán. Israel es el único Estado del mundo cuya existencia está constantemente amenazada por un Estado miembro de las Naciones Unidas; Irán, y enfrenta la amenaza de organizaciones genocidas como Hamás y Hezbollah, cuyo reiterado objetivo es “extirpar al ente sionista de la región”. Poco le importan a Hamás los palestinos, a Hezbollah los libaneses, o a los Houties, los yemenitas. Estas organizaciones están dispuestas a sacrificar a sus países y poblaciones para cumplir con los designios geopolíticos de Irán.
En estas circunstancias únicas, a Israel le asiste el derecho a la legítima defensa, consagrado en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Israel, el único Estado judío del planeta, libra una guerra en varios frentes contra enemigos que buscan borrarlo del mapa. Esto es lo que muchos parecieran no entender.
La guerra en Gaza es una tragedia, tanto para Israel como para los dos millones de palestinos residentes en la Franja. Israel, que no inició esta guerra ni la quiso, tiene el deber de proteger a sus ciudadanos de los cohetes y de evitar otra masacre como la del 7 de octubre. Hamás ha convertido mezquitas, hospitales, escuelas y barrios residenciales en sus guaridas desde donde atacar a Israel. Para esta organización, las víctimas civiles son parte de su propaganda; cuanto más numerosas, mejor.
Las acusaciones de genocidio contra Israel son infundadas y distorsionan la realidad. Israel no tiene intención de exterminar a los palestinos; ha permitido la entrada de miles de toneladas de ayuda, evita en lo posible las víctimas civiles en las más desafiantes circunstancias de combate, avisa antes de realizar un ataque y ha facilitado la entrada de alimentos, ayudas y jornadas de vacunación contra el polio.
Hamás ha sido golpeada fuertemente con la eliminación de varios de sus comandantes incluido su líder, Yahya Sinwar, arquitecto de la masacre del 7 de octubre, la chispa que encendió la región. La organización podría acabar la guerra en un instante, liberando a los secuestrados y deponiendo las armas. De ser así se podría comenzar a planear el futuro de Gaza, sin Hamás gobernándola, ofreciendo un futuro a su atribulada población.
Al no cesar Hezbollah sus ataques contra Israel, la guerra se ha expandido al Líbano. Hezbollah ha recibido golpes contundentes por parte de Israel, incluyendo la muerte de su líder, Hasan Nasrallah, y varios de sus comandantes, quienes se refugiaban en edificios residenciales en Dahieh, suburbio de Beirut con una mayoría de población chiita a la que Hezbollah dice representar. Es momento de que la sociedad libanesa y la comunidad internacional presionen a Hezbollah para que acepte los términos de un cese al fuego basado en la resolución 1701 del Consejo de Seguridad, con el fin de evitar más sufrimiento, destrucción y muerte en el país, de lo cual la organización es la única responsable.
Las imágenes proyectadas al mundo de las guerras de Israel distorsionan la realidad. Israel ha sido atacada con más de 25 mil cohetes en este último año. De no tener el sofisticado sistema de defensa antiaérea y refugios por doquier el número de muertos alcanzaría decenas de miles que es lo que buscan los atacantes, además de provocar destrucción y ruina. Mientras Israel protege a sus civiles; judíos, árabes, musulmanes, cristianos, etc. al otro lado de la línea de combate, los usan como escudos humanos y como herramienta propagandística.
Para lograr un Medio Oriente mejor se debe terminar el odio, erradicar la doctrina o a quienes la profesan de borrar al Estado Judío de la región y buscar una convivencia pacífica en la que todos quepan. Los acuerdos de Abraham fueron un buen comienzo. Hay que extenderlos.